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José Miguel Fernández Sastrón: «A la SGAE no hay que cambiarle el nombre, sino el estilo de gestión»

El candidato de DOM, que se presenta de nuevo a la presidencia de la entidad, valora los últimos acontecimientos y cómo debe ser su futuro

José Miguel Fernández Sastrón: «A la SGAE no hay que cambiarle el nombre, sino el estilo de gestión»

J. G. CALERO / S. GAVIÑA

José Miguel Fernández Sastrón fue la cabeza visible de la resistencia a Teddy Bautista en el interior de la SGAE. Su candidatura, De Otra Manera (DOM), fue víctima de un pucherazo que figura en el sumario de la operación Saga, instruido por el juez Pablo Ruz. Concurría a las elecciones del pasado junio con un programa que pedía democratizar la SGAE y llenar de transparencia su gestión. La realidad judicial y la necesidad de superar la mayor crisis de la centenaria entidad han cumplido aquellas ideas punto por punto. Hoy encara la nueva cita electoral especialmente satisfecho del apoyo «de los socios, prácticamente unánime a la reforma electoral de los estatutos». La nueva junta tendrá oposición: «Antes la junta que ganaba ocupaba todo. Y soy partidario de crear la mayoría entonces, no previamente, porque los cambios se han hecho precisamente para que haya una junta plural y no una candidatura oficialista».

—¿Cómo valora su papel en la SGAE en los años anteriores? ¿Se arrepiente de algo?

—No me arrepiento de nada. Es cierto que cuando entré en SGAE pensé que el problema era esencialmente de comunicación pero después comprobé que era producto de cómo se estaban haciendo las cosas. Era el único en la junta directiva que defendía una posición distinta y eso no estaba bien visto. Entonces planteé cosas que ahora todo el mundo dice como si fueran obvias.

—En su debate con Antón Reixa en el Club Siglo XXI el protagonista fue el pasado. ¿No es hora de cerrar heridas y caminar hacia el futuro?

—El protagonista fue el pasado muy a mi pesar. Desde el comienzo dije que no iba allí a hablar de Teddy Bautista, pues todo lo que tenía que decirle ya se lo había dicho en su momento y a la cara. Pero si alguien intenta demostrar que yo era un apoyo de Bautista... no voy a resignarme a eso, porque he sido una voz crítica.

—¿Qué le parece el informe sobre la SGAE de Ramón López Vilas?

—Muy bien, pero no me ha aportado ninguna novedad. Por una parte, hay la sensación de que hay ganas de un cambio, pero por otra se ve como ganas de un maquillaje... Cambiamos de cara, cambiamos de nombre y somos muy buenos. Y lo que importa es cambiar toda la política de gestión.

—Precisamente en el cambio de nombre diverge con Antón Reixa...

—Tampoco me gusta la palabra refundación, porque la SGAE ya se fundó y sus principios fundacionales están muy claros, otra cosa es que no se hayan cumplido. Lo que hay que hacer es regenerarlo. Luego, ¿por qué vamos a cambiar de nombre? Es la Sociedad General de Autores y Editores de España. Cambiar de nombre es innecesario, lo que hay que cambiar es de estilo de gestión. Los autores no tienen que avergonzarse de nada. ¿Vamos a ser autores enmascarados? No tenemos que escondernos. Lo encuentro hasta una frivolidad.

—Cultura pone hoy muchas trabas al cambio en la SGAE...

—Es extraña esa falta de colaboración. Lo normal sería aprobar unos cambios, muy obvios, que han sido votados ya casi por unanimidad por los socios. No entiendo por qué no se ha hecho, y por qué ahora hay un celo mayor que ojalá hubiera existido antes. Nos hubiéramos evitado muchas cosas.

—¿Es la política una maldición para la SGAE?

—La SGAE no debería tener ningún contenido político porque es una asociación de profesionales que tienen unos intereses que defender. Cualquier actitud política me parece un error.

—Hay quien ya le señala como un candidato conservador.

—¿En qué consiste ser una alternativa conservadora? La SGAE es una sociedad para defender los intereses de los autores. Ser conservador sería querer conservar lo de Teddy, y yo quiero todo lo contrario.

—¿Cuál es su posición sobre la Ley Sinde?

—Falta una regulación para un problema que hay. Quien tenía que haber llevado a cabo la Ley Sinde no lo ha hecho porque no se han puesto de acuerdo entre ellos. La Ley Sinde es el pasado.

—¿Es precisa una regulación?

—Siempre, porque es un modelo económico nuevo. La tecnología va por delante de la realidad y la ley debe ir adaptándose a ella, y garantizando la convivencia de todos. La regulación tendrá que proteger los derechos de todo el mundo, sin perjudicar a nadie.

—¿Qué subrayan los autores en ese punto ?

—Lo primero es que haya acuerdo entre todos, porque, en definitiva, esto es un negocio. Cada uno debe participar en función del valor añadido que produce. Lo que ha sido un poco injusto es que esa transición, de un modelo que no sirve a otro que todavía no está definido, la están financiando los contenidos exclusivamente, y además con la etiqueta de ser los malos.

—¿Qué novedades incorpora a su programa?

—Muchas. SGAE tiene tres funciones esenciales: recaudar, identificar y repartir. En principio se piensa que se está recaudando bien, porque se recauda más, pero no es cierto porque recaudar bien significa hacerlo sin coste social para los autores. En segundo lugar, el sistema parece del siglo pasado, y casi del XIX, con representantes a comisión. Todo el mundo espera que se haga de una manera más tecnológica y segura, de tal manera que la SGAE controle el repertorio, y que los autores controlen a la SGAE.

—Sobre el dinero recaudado «no identificado», usted y Reixa difieren también en el modo de resolverlo.

—Hay que contar las cosas como son. Es difícil identificar el cien por cien. Lo que es una barbaridad es que ascienda al volumen de hoy, y que haya ido creciendo en función de las necesidades financieras de un proyecto. Esto da que pensar: que no solo ha habido una falta de celo por identificar sino también una intención de no hacerlo porque se necesitaba ese dinero. A día de hoy, la SGAE tiene un proyecto, Arteria, que supone pagar al año 18 millones euros de hipoteca. Para atender esos pagos sin riesgo tienes que mantener ese nivel de no identificados, y eso es un contrasentido. Así, un gestor, para cumplir sus obligaciones crediticias, ¿debe ser mal gestor? Si arreglas el no identificado quiebras mañana. Lo que hay que hacer es arreglar ambos problemas al mismo tiempo. Es algo que creo que Reixa todavía no entiende muy bien, pues acaba de llegar.

—¿Le preocupa qué se puede encontrar en la SGAE si la preside?

—Mi primera obligación es saber exactamente cómo esta la situación, y responsabilizarse desde esa situación. Y para ello no me sirve la auditoría que se ha hecho. Yo haré una nueva, no quiero sorpresas.

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