COPA DAVIS
Ferrer, un héroe en la sombra
Una Copa Davis sin tachones, con puntos decisivos como los de Austin o el de la final
E. Y.
En los parlamentos insulsos con los que se cierran los torneos, a pie de pista y con el discurso clásico de «gracias a los recogepelotas, patrocinadores y voluntarios sin quienes no sería posible que saliera todo tan bien», Rafa Nadal ha sentido la necesidad de ... disculparse varias veces ante David Ferrer. «Lo siento por David, nadie más que él se merece un gran título». Este año lo dijo en Montecarlo y también en Barcelona, palmarés innegociable en los últimos años porque siempre gana el mismo.
Lo proclama Nadal y apoyan todos el mensaje porque Ferrer es uno de los jugadores más queridos en el vestuario y ya no solo en el español. Voz autorizada, veterano al filo de los treinta, Ferru es un tenista cada día más apreciado por su entrega , un derroche incalculable en cada punto. Para muestra, la épica en su punto contra Juan Martín del Potro, resucitado el alicantino cuando se le daba por muerto. Esta Davis es suya, de principio a fin.
No estuvo en la primera eliminatoria contra Bélgica, aquejado un día antes de empezar la eliminatoria de un pinzamiento cervical, pero participó en el resto de series y siempre sumó para el equipo, comprometido y dispuesto cuando se le reclama. «La Davis es especial, es una competición preciosa», resume.
De hecho, satisface en buena medida la falta de grandes en su historial, ampliadas las estanterías con su tercera Ensaldera. «Este torneo me da mucho y hace mucha ilusión. Ya de por sí cada semana compites por tu país, pero la Davis es la Davis. Es espectacular, todo el público animándote, no es como un torneo normal Aquí hay más cosas, más sentimientos».
Su batalla memorable contra Del Potro marcó el camino porque Argentina se lo jugó todo a esa carta, punto de inflexión de una final entre amigos. Pero España llegó a Sevilla después de superar una final avanzada en Estados Unidos, malísima la fecha porque la serie llegó una semana después de Wimbledon y sin Nadal. Ferrer aceptó el mando en Austin y el primer día silenció a Andy Roddick al resto, acomplejado el norteamericano en su propia casa. Además, en un duelo histórico, resolvió ante Mardy Fish y catapultó a la selección. Contra Francia, en semifinales, ni se despeinó ante Gilles Simon, y ante Argentina escribió la página dorada, camuflada en parte porque Nadal se lleva las portadas.
Mientras sudaba el balear, Ferrer calentaba por lo que pudiera pasar. Ya en el vestuario, en la soledad, sufrió como cualquier aficionado, alentando a su amigo, nervioso porque la cosa se complicó con esa primera manga de efervescencia argentina. Luego, ya con el viento a favor, se dirigió junto a sus compañeros para ver el desenlace, comedido porque la cosa estaba tan reñida que no supo hasta última hora si le tocaba jugar. La normativa de la Copa Davis, durante una final, recuerda que no es necesario el quinto partido si en el 3-1 con el que se decide el título se disputan más de tres sets. Obviamente, no era necesaria otra paliza para el alicantino.
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