«Más de cien mentiras»: por buen camino

En este aspecto, «Más de cien mentiras» avanza con respecto a sus predecesores. Cuenta la historia de El Tuli, que tras pasar tres años en la cárcel por un atraco en el que murió su amigo Samuel planea vengarse del hombre que propició su encierro. Para ello cuenta con sus amigos Juan y Magdalena. La historia es coherente y está bien desarrollada (aunque el final destile melaza en exceso) , y sus personajes —algunos, eso sí, venidos de otros musicales— tienen carne y hueso; un esqueleto lo suficientemente firme como para soportar el peso de las canciones de Joaquín Sabina, la sangre de este espectáculo.

Hasta ocho músicos han participado en los arreglos de las canciones, que seguramente oigan con gusto tanto los muchos seguidores del cantante como aquellos que no lo son . Están bien encajadas en líneas generales —las «baladas» son las mejor acomodadas— y colorean con acierto la historia; por contra, ésta se estira innecesariamente y se llena de coreografías demasiado abigarradas y poco sugerentes en el escaso escenario del Rialto, que a menudo añaden ruido más que adornan las escenas.

Es en el capítulo interpretativo donde «Más de cien mentiras» alcanza su mejor nivel. Son magníficos los tres protagonistas: la magnética Guadalupe Lancho, el carismático Juan Pablo di Pace y el noble Álex Barahona; a destacar también el trabajo de Juan Carlos Martín y de Víctor Massán.