Corrupción de alta velocidad en China

El motivo es bien evidente: tras la renuncia en agosto de 2007 del titular de Finanzas, Jin Renqing, por un supuesto escándalo sexual, Liu Zhijun es el cargo más alto del régimen al que la corrupción derriba en los últimos años. Espoleada por el dinero a espuertas que está entrando en la nueva China del desarrollismo y el crecimiento de dos dígitos, esta lacra mancha la imagen de rectitud y honradez que el Partido Comunista quiere dar a la sociedad porque sus cuadros se aprovechan de su poder político para lucrarse económicamente.

Con todos los gerifaltes del régimen y sus hijos controlando las principales empresas del país, la corrupción es utilizada además como arma arrojadiza para purgar a las distintas facciones del régimen. Así se demostró con la detención en 2006 del entonces todopoderoso secretario del Partido en Shanghái, Chen Liangyu. Estrecho aliado del anterior presidente de China, Jiang Zemin, Chen fue condenado en 2008 a 18 años de cárcel por apropiación indebida y malversación de fondos públicos de pensiones.

Como en aquella ocasión, la investigación abierta contra el responsable de los ferrocarriles chinos despierta ahora numerosos interrogantes sobre una de las infraestructuras estelares de la nueva China: los trenes de alta velocidad. Desde que accedió al puesto en 2003, Liu Zhijun, de 58 años, ha abanderado la modernización de la gigantesca red ferroviaria de este país, que cuenta con 74.000 kilómetros de vías que transportan cada año a más de 1.150 millones de pasajeros y 2.000 millones de toneladas de carga. De ellas, 7.055 son líneas de alta velocidad donde sus trenes circulan a más de 200 kilómetros, incluyendo más de 2.000 donde alcanzan los 350 kilómetros por hora. Desde el pasado mes de octubre, el tren más rápido del mundo une, a una velocidad punta de 420 kilómetros por hora, la capital de Zhejiang, Hangzhou, con Shanghái, que en verano estrenará su conexión de alta velocidad con Pekín. El objetivo del régimen chino es llegar a los 13.000 kilómetros con 42 líneas de alta velocidad en 2012 y a los 16.000 en 2020. Para ello, invertirá cinco billones de yuanes (541.825 millones de euros) en la modernización y ampliación en 41.000 kilómetros de su red ferroviaria.

Las sospechas apuntan ahora a que una parte de ese dinero ha ido a parar a los bolsillos del ya exministro Liu, cuya familia arrastra un oscuro historial de corrupción. Según el “New York Times”, un tribunal de Hubei condenó en abril de 2006 a su hermano menor, Liu Zhixiang, a pena de muerte por contratar a unos matones para asesinar a un hombre que había revelado sus tejemanejes en la oficina ferroviaria de Wuhan y por haber amasado en nueve años una fortuna superior a los tres millones de euros metiendo la mano en la caja.

Otros sonados casos de corrupción implicaron a Kang Rixin, responsable de la mayor empresa nuclear estatal, y al encargado de supervisar la calidad de las medicinas y los alimentos, Zheng Ziaoyu, ejecutado en 2007 por aceptar sobornos de ocho laboratorios farmacéuticos.

A tenor de los datos publicados por la Comisión Central de Inspección Disciplinaria del Partido Comunista de China, 146.517 funcionarios y cuadros fueron castigados por corrupción el año pasado. De ellos, 5.098 pertenecían a organismos estatales y 804 fueron acusados por la Fiscalía.