Ken Follett: «Ahora descorcho una botella de champán al día»

Impecablemente enfundado en un traje “Príncipe de Gales”, rizos de oro blanco y habla pausada, Ken Follett asomó, entre la bruma matinal de una fría matiné madrileña, por los andenes del Museo de Ferrocarril. La máquina, perfectamente engrasada; el discurso, estudiado al milímetro y, por encima de todo, el respeto al lector, ya se encuentre en Guinea o en la Torre de Londres. He aquí el Diccionario Follett-español, español-Follett en la voz del propio galés (curso para no iniciados aún en “La caída de los gigantes”):

El siglo XX es un periodo de lo más violento y dramático en la Historia de la raza Humana, pero también es el siglo de la democracia y de la libertad. Un contraste muy atractivo para un escritor. Elegí las escenas importantes de la centuria (como la batalla del Somme, el ataque al Palacio de Invierno...) y creé unos personajes de ficción. Antes, comprobé que nadie hubiera contado la Historia de la civilización occidental durante esa centuria. “La caída de los gigantes” la considero, pues, una novela muy ambiciosa.

Sólo hablan de ello, del bestseller, los periodistas; para los lectores no es importante esa distinción. Mis fieles me leen a mí y al reciente premio Nobel Mario Vargas Llosa. El bestseller es un no tema para mí.

“La caída de los gigantes” no es un libro de historia, sino una novela. En mi creación siempre me esfuerzo por ofrecer algo que no podemos ver en la televisión de hoy.

Cuando escribí esta novela lo hice con la esperanza de que se entendieran cosas que afortunadamente han ocurrido y que nadie pensó que ocurrirían, como el merecido derecho de nuestras mujeres al sufragio.

La Revolución Rusa fue una llama de falsa esperanza para el pueblo oprimido.

Si mis libros no hacen llorar, no emocionan, no hacen que los lectores estén ansiosos o tristes...representarán un fracaso para mí.

El segundo volumen de esta trilogía, “The Century”, versará sobre la lucha contra el fascismo, y la Guerra Civil española es parte de esa lucha. Fue muy simbólica para todo el mundo, no solamente para los españoles. Aún no he escrito ese apartado dedicado a la Guerra Civil. Lo que me sorprendió mucho fue la enorme cantidad de espías internacionales que hubo en ambos bandos; por eso quiero mostrar esa lucha desde dentro, tal vez entre bambalinas, pero aún no lo he decidido. En los dos próximos años visitaré en España para documentarme sobre la Guerra Civil.

Los seres humanos que luchan por la libertad son los héroes en mis novelas; los que quieren ir hacia atrás, ¡no!

Yo apoyo a los laboristas británicos. No creo que nadie pueda escribir una buena novela si toma una posición fuertemente política. En mis libros, los conservadores son seres racionales, aunque en la vida real esos conservadores no se comporten así.

Entro dos o tres veces al día a mi cuenta de Twitter; allí les cuento lo que hago en mi día a día a mis “followers”. De seis seguidores en un día he pasado a tener 600. ¡Increíble!

Pienso en ellos a cada renglón: ¿les gustarán estos personajes? ¿los odiarán? Si un lector me dice algo negativo lo tomo muy en serio.

Sería aquella en la que yo escribiera que, por ejemplo, todo lo que hicieron los británicos estuvo bien y los alemanes, mal.

El relato arranca cuando Billy, un niño de trece años, empieza a trabajar en una mina galesa. Pensé, entonces, en mí mismo a esa edad de trece años, qué pasaría por mi cabeza si me hubiera tenido que poner a trabajar en la mina. Luego, la familia de Billy está conectada con otras cuatro sagas de distintas partes del mundo a lo largo del relato. Narro lo que le ocurre a los miembros de esas familias, su destino, nuestro destino, el de todos nosotros.

Son valientes. Creo al personaje para que encaje en mi historia que quiero contar. Los tipos reales no son muy interesantes para mí.

Con mi novela “El ojo de la aguja” cambió mi vida. Antes de publicarla, yo bebía champán una vez al año; a partir de ese éxito descorcho champán una vez al día”.

“La caída...” es también la historia de nuestras familias, de nuestros abuelos; uno de mis abuelos entró en la mina a la edad de trece años, el otro, Tom Follet, fue militar y se unió al Ejército británico en 1917”

[Fue una de las más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial] Se escribe desde el punto de vista de un soldado. Al narrarla, en “La caída de los gigantes”, he querido que el lector la entendiera, que la comprendiera, y la compadezca, que sintiera simpatía hacia los soldados de ambos bandos. Y el drama de las familias que reciben las noticias de las muertes de sus seres queridos.

El éxito literario solo se da en un libro si el lector empieza a sollozar, a estar ansioso, triste o se emociona al leer cada página. Los libros tienen que tocar los corazones, pero no de una manera sentimental. La respuesta emocional de llorar ante una historia que yo me he inventado representa el éxito para un autor.

La realización de una miniserie sobre “La caída de los gigantes” sería muy costosa porque el escenario es todo el mundo. Estoy contento del éxito en la pequeña pantalla de “Los pilares de la Tierra”. Los mismos productores han comprado los derechos de “Un mundo sin fin”. Todo lo he vendido ya a la misma productora, aunque si alguno de ustedes está interesado en una opción de compra sobre algún producto mío, tengo aún un par de historias que les puedo ofrecer...

Algunas mujeres lectoras me reprochan que en mis novelas haya demasiada violencia, o me piden explicaciones por las excesivas, a su juicio, escenas de sexo que hay en mis libros: ¿le obliga su editor?, me preguntan. En ese sentido, mis lectoras y lectores no me dictan cómo debo escribir, pero sus comentarios me dicen cuáles son mis implicaciones para el próximo libro. Tengo que investigar más, no puedo inventarme las cosas.