El TC hace añicos la promesa de Zapatero
La reforma supuso el cénit político de Pasqual Maragall, pero también su ocaso
MARÍA JESÚS CAÑIZARES
Cambiar de régimen político en Cataluña pasaba por una reforma del Estatuto. Sólo así podría el entonces candidato socialista Pasqual Maragall, ganarse el apoyo de ERC y, junto a ICV, formar ese tripartito que acabaría con 23 años de gobierno de Jordi Pujol. Corría el ... año 2003 y, pocos meses después, comenzaría a gestarse la modificación del texto estatutario de 1979, aunque a diferencia de éste, el producto de esa tortuosa reforma no se haría por consenso. Para Maragall, la gesta del Estatuto fue el principio de su fin político. Presionado por sus socios republicanos, así como la férrea oposición de una resentida CiU, ganadora en votos en las autonómicas, pero no en la aritmética parlamentaria, llevó los trabajos por derroteros no constitucionales, esto es, hacia una versión «light» del plan Ibarretxe, con un modelo de financiación muy parecido al concierto vasco y reconocimiento de los derechos históricos. Tal fue la vuelta de tuerca nacionalistas que el PSC —uyo aparatato estaba dirigido ya por un José Montilla poco dado a los experimentos secesionistas—, amenazó con abandonar la ponencia parlamentaria.
Pese a esos tira y aflojas nacionalistas, y las protestas de un PSOE que ya sabía el conflicto territorial que se le que se le venía encima, el texto fue aprobado por el Parlamento catalán en septiembre de 2005. Previamente, el entonces candidato socialista José Luis Rodríguez Zapatero había hecho aquella famosa promesa de apoyar el Estatuto que se aprobara en Cataluña. El texto siguió su trámite hasta llegar al Congreso en marzo de 2006, limado de asperezas tras la negociación entre el ya presidente José Luis Rodríguez Zapatero y el líder de CiU, Artur Mas. Un gesto con el que se pretendía dar imagen de consenso, pero pondría la semilla de la discordia en ERC, dolida por verse marginada en ese pacto. El malestar republicano se mantuvo latente hasta que dijo «no» en el referéndum, lo que le valió la expulsión del Gobierno catalán. Comenzaba así el ocaso de
Maragall. Su caida en desgracia en el PSOE fue descaradamente aprovechada por Montilla, que en aras a presidir un nuevo tripartito, siguió la senda del soberanismo.
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