Atuneros: Jugarse la vida en la pesquería
Con los caladeros del Atlántico Norte y del Mediterráneo agotados, la flota atunera española debe faenar en las peligrosas aguas del Índico. Las empresas contratarán soldados de fortuna para defenderse de la piratería
Somalia se consolida como estado fallido en uno de los avisperos geopolíticos del mundo (terrorismo yihadista, bandidaje, piratería, refugiados), y el caos existente en el país se proyecta a través de sus 2.896 kilómetros de costa hacia el mar, hacia la única pesquería de ... túnidos no esquilmada. Agotados los caladeros del Mediterráneo y del Atlántico Norte, el tesoro del que vive una treintena de atuneros de capital español —en su mayoría del País Vasco— está guardado bajo siete llaves por piratas somalíes, aunque la imagen tiene poco de romántica y sí de peligrosa. Entre 20.000 y 30.000 buques —pesqueros, de recreo, de transporte de mercancías...— transitan cada año por el Índico, el tercer océano del mundo, que con 73.556.000 kilómetros cuadrados cubre el 20 por 100 de la superficie de la Tierra. Un teatro de operaciones de imposible control y casi ilimitado para la piratería, negocio especialmente lucrativo en Somalia, en cuyas aguas se calcula que hay más de dos mil esforzados filibusteros. «Muchos ataques ni siquiera se conocen, pues los armadores pagan el correspondiente rescate y callan», señala Carlos Echeverría, profesor de Relaciones Internacionales de la UNED y responsable de la sección Observatorio del Islam de la revista «War Heat Internacional». «Los piratas no son unos desharrapados muertos de hambre. Es gente que sabe navegar y que conoce perfectamente los protocolos militares».
El dinero de los rescates alimenta a la piratería, pero también al yihadismo. Echeverría cree que hay que volver a tierra para comprender las claves del caos que reina en la zona. El derrocamiento de Siad Barre en 1991 dejó Somalia desmembrada, con los retales en manos de los «señores de la guerra». A finales de 2006 la Unión de Tribunales Islámicos, que había logrado hacerse con el control del país salvo los territorios cuasi independientes de Puntlandia y Somalilandia, fue derribada por el ejército etíope con el apoyo diplomático de la Unión Africana y de los ataques aéreos de Estados Unidos. Desde entonces, los islamistas radicales no han cejado en su empeño de recuperar el control y liquidar al Gobierno Federal de Transición que, apoyado por la ONU, se estableció en Baidoa ante la imposibilidad de hacerlo en el infierno de Mogadiscio. «Los yihadistas salafistas, encuadrados en la filial somalí de Al Qaida, Al Shabab, han recuperado buena parte del terreno perdido ante la apatía africana y del resto del mundo», comenta el profesor Echeverría. «Los atentados, secuestros y ejecuciones son habituales en suelo somalí, y nadie se plantea soluciones creíbles para frenar esta espiral. En cambio, se es más diligente a la hora de dar respuestas en el mar, aun cuando éstas tengan una eficacia limitada». El interés económico no está en el castigadísimo Cuerno de África, sino en las aguas del Golfo de Adén y alrededores, una de las zonas de tráfico marítimo más importantes del mundo.
En busca de una reacción
El escenario llevaba años sufriendo actos de piratería, pero la actividad se ha incrementado desde 2007 en paralelo al deterioro de la situación en tierra. En 2008, los secuestros del yate francés de lujo «Le Ponant» y del atunero español «Playa de Bakio» sirvió para discutir en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. En el caso de «Le Ponant» y tras el pago del rescate, fuerzas especiales francesas persiguieron a los secuestradores, mataron a algunos, detuvieron al resto y recuperaron el dinero. El Gobierno español optó por no usar la fuerza y sí involucrar en lo posible a la OTAN y a sus socios europeos en la labor preventiva. Según datos de la Oficina Marítima Internacional, con sede en Kuala Lumpur, en 2008 se produjeron un total de 111 ataques y 42 buques fueron retenidos. A lo largo de 2009, y a pesar de las flotillas internacionales —como la integrada en la Operación Atalanta, de la UE— y de esfuerzos unilaterales de marinas como la estadounidense, la rusa, la china o la india, los asaltos han continuado. La primavera pasada, el «Felipe Ruano», buque de la Pesquera Vasco Montañesa (mismo armador del «Playa de Bakio»), se libró por los pelos. «Los reveses no disuaden a los piratas —añade Carlos Echeverría—. Han ampliado incluso su radio de acción gracias a la utilización de buques nodriza que lanzan sus esquifes mar adentro. La detención de algunos de ellos pone en evidencia, además, las lagunas jurídicas que plantea este combate: España, por ejemplo, no tiene tipificado en su Código Penal el delito de piratería. Los delincuentes son con frecuencia entregados a Kenia o bien desarmados y liberados de inmediato. La falta de compromiso de otros actores también impide obtener resultados de carácter estructural. Al mismo tiempo que los yihadistas salafistas que avanzan en tierra cuentan con apoyos en Eritrea y Arabia Saudí, entre otros, estos países no cooperan con un esfuerzo naval internacional que ven en términos de injerencia y de militarización de la región».
Seguridad privada a bordo
El secuestro del «Alakrana» el pasado 2 de octubre ha reabierto el debate sobre las medidas de seguridad en aquella pesquería. La ministra de Defensa, Carme Chacón, ha recordado que el buque se encontraba fuera del perímetro de seguridad antes de aclarar que «no es posible legalmente» embarcar infantes de Marina en los atuneros. «No es la opción adecuada ni operativa ni funcionalmente y lo que no voy a cometer son ilegalidades», dijo en el Congreso. «Los españoles se están gastando 75 millones de euros al año para proteger de los piratas a los atuneros vascos. Es decir, a empresas privadas que hacen negocios privados. Necesitamos que los atuneros hagan también su aportación», agregó.
El director gerente de la Asociación Nacional de Armadores de Buques Atuneros Congeladores (Anabac), José Ángel Angulo, insistió en que la mejor solución pasa por aceptar la presencia del Ejército en los barcos, pero matizó que aquellos con pabellón extranjero podrían contratar a profesionales con formación militar, como los que ofrecía en Irak la polémica firma norteamericana Blackwater. La dotación para estos casos estaría compuesta por cinco agentes con fusiles de asalto y una ametralladora pesada, aunque el asunto de la munición no es menor y está en proceso de discusión, como veremos. Pese a que en Anabac se ha establecido estos días una especie de código de silencio, hasta el punto de que no ofrecen información ni sobre qué especies de atún pescan en el Índico («Huy, no tengo ni idea», dice un empleado al teléfono), el sector parece haber entendido el mensaje de la ministra y empieza a mover ficha. No para buscar caladeros alternativos (¿realmente queda alguno?), vallar los navíos, dotarlos de cañones de agua y sirenas de alto voltaje como sugiere Chacón, sino para disponer de soldados de fortuna a bordo de los atuneros de su propiedad, pero con pabellón extranjero. O eso o amarrarlos en el puerto y verse condenados a la ruina. «Recurrir a la seguridad privada es una solución legítima que se hará con el beneplácito del Gobierno», sostiene Echeverría.
Armadores del País Vasco han contratado los servicios de la empresa valenciana Levantina de Seguridad, que a través de anuncios comenzó una campaña de reclutamiento que ha acabado con la selección de 39 candidatos. «Servicio especial para protección de barcos en el océano Índico con el equipamiento adecuado», rezaba uno de los mensajes insertados en prensa. «Son todos españoles, muchos procedentes del País Vasco que han trabajado anteriormente como escoltas», explica un portavoz de la compañía. «No son tipos cualesquiera que van con un fusil, sino profesionales animados por la expectativa de una nueva actividad. Vigilantes de seguridad titulados, de entre 35 y 40 años de edad, la mayoría con experiencia en el mar (hay ex infantes de Marina); algunos proceden de grupos especiales del Ejército, como el de francotiradores. No es necesario adiestrarlos en el manejo de las armas, aunque sí en el trabajo en equipo, en la contención y la disuasión. Por ahora están recibiendo instrucción táctica y ven vídeos donde se muestra cómo operan los piratas». ¿Cuándo embarcarán? «Eso depende de la burocracia, que ya sabemos que en este país es lenta. La campaña del atún acaba en diciembre y el tiempo corre. El Ministerio del Interior ha informado sobre qué armas están autorizadas: largas rayadas de repetición. Faltan por determinar algunos detalles, como los calibres y las dotaciones. Un vigilante de seguridad cuenta con una munición de 86 balas al año, que sería claramente insuficiente en el caso que nos ocupa. También son necesarios cascos y chalecos antibalas inflables. La decisión sobre estos pertrechos la toma el Servicio de Intervención de Armas y Explosivos de la Guardia Civil».
De sol a sol
Una vez que se resuelvan todos los flecos y que estos profesionales puedan embarcarse en los atuneros surgirá, enseguida, otra duda razonable: ¿Armar hasta los dientes a nuestros pesqueros es la solución para faenar en aguas infestadas de piratas, o será peor el remedio que la enfermedad y entraremos en una escalada de violencia? Lo que parece seguro es que mientras haya pescado en el Índico los marineros seguirán jugándose la vida, y sus jornadas empezarán al alba, y serán más o menos así: el patrón ordena largar y despachar la red para cercar a los atunes. Una panga —pequeña embarcación de motor— ayuda en una maniobra que puede prolongarse durante dos o más horas. Cuando el pescado es izado a bordo se congela mediante su inmersión en cubas de salmuera (con capacidad de entre 40 y 80 toneladas). Luego el patrón designa un nuevo punto y el barco pone proa hacia allí. La red se echa hasta que se hace de noche. En un día normal, hasta cuatro veces. Un ojo en la faena y otro en el horizonte, en busca de mástiles sospechosos. Con el oído en la emisora para salir escopetados si llega el aviso de que algo anda mal en la zona. Cambiando de rumbo, sobre todo cuando hace mal tiempo. Los militares recomiendan que se muevan en zig zag, pero los atuneros, por definición, persiguen atunes. Y, al final, los bancos sirven de polo a pescadores, aves... y piratas.
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