Suscribete a
ABC Premium

Razones para quedarse

CONOZCO poca gente a la que le guste que hombres y mujeres jóvenes de su país mueran en alejados escenarios bélicos en virtud de difusos conflictos armados. Mejor dicho, no conozco a nadie. La más elemental de la reacciones al ver llegar un ataúd ocupado ... por un soldado de poco más de veinte años es preguntarse qué le ha llevado hasta remotos campos de batalla en los que, aparentemente, no se dirime ningún interés nacional prioritario. No estamos ante una respuesta militar a una agresión contra la integridad de nuestro territorio, ni ante un conflicto armado en el que nuestros intereses nacionales se vean severa y directamente amenazados... Lo consecuente, tras asistir al desgarro familiar de quienes lloran al fallecido, es preguntarse: ¿qué hacemos «allí»? Es ese el preciso instante en el que la didáctica política debe tomar la palabra y tratar de explicar algo endemoniadamente enrevesado y que sólo puede hacerse mediante la sinceridad más llana posible. El Gobierno de la Nación, que es quien goza de las prerrogativas para ordenar la movilización de nuestros Ejércitos, tiene la llave; sólo que no sé si la usa con la suficiente efectividad, bien por timidez autoimpuesta, bien porque no tenga el convencimiento suficiente sobre sus decisiones.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia