John McCain: Sólo ante la «blogocracia»
La historia del mundo pudo cambiar si en el año 2000 el candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos no hubiera sido George W. Bush sino John McCain. La derrota de McCain en aquellas primarias no habría sido posible sin uno de los ... trabajos más sucios de descalificación de un adversario político que se recuerdan.
Contra McCain valió todo. Lo mismo su poco edificante divorcio de su primera esposa que la adicción a los calmantes de la segunda, ya superada entonces. Se mintió sobre la raza de su hija adoptada en Bangladesh, presentándola como una niña negra adoptada ilegalmente, quien sabe si incluso hija secreta. Se pagó a veteranos de Vietnam para que acusaran a McCain de desentenderse de ellos, cuestionando su trágico historial como prisionero de guerra durante cinco años y medio.
¡Pero las batallitas de McCain en Vietnam ya se las saben hasta los niños de pecho!, protestan aburridos algunos seguidores de esta carrera presidencial, que es histórica en más de un sentido. Los vehículos de expresión son otros, se llega a las masas de otra manera. Surgen narrativas electorales a la carta que por momentos parecen convertir la escena política en un inmenso blog.
Escarmentado por el éxito de la maquinaria de intoxicación de Bush, John McCain creó unos «escuadrones de la verdad» para patearse el terreno barriendo infundios. Además intentó repetir la jugada de mantenerse muy pegado a la prensa de a pie, a la que en al año 2000 llegó a llamar orgullosamente «mi base». Algo que por cierto no impidió que las primarias las ganara otro.
Ahora podría repetirse la historia, con el agravante de que el presunto idilio de McCain con la prensa hace tiempo que terminó. La narrativa electoral del candidato republicano ha mutado una y otra vez, tocando palos distintos con éxito decreciente. En los mejores momentos las encuestas le han dado un empate técnico con Barack Obama o una desventaja dentro del margen de error. En los peores, el demócrata le ha sacado diez puntos.
Primero fue el héroe. Ni los más cínicos cuestionan ya su hoja de servicios ni su integridad. McCain es un hombre de honor, a riesgo de cuán ridículo pueda parecer esto hoy para ciertos paladares postmodernos.
Después fue el «maverick», el inconformista o incluso el contestatario. Tiene guasa que McCain sufriera para ganar las primarias porque las bases más conservadoras no se fiaban de él y porque Bush le odia, y ahora pueda perder bajo el sambenito de ser un clon del actual presidente. Mientras Obama gana credibilidad económica secundando el plan de rescate diseñado por el gobierno Bush.
La última ha sido no negar que McCain es un hombre valiente y bueno, pero sí propagar que es tonto. Y que también lo es su compañera de fórmula, Sarah Palin. Sin piedad y sin matices.
¿Funcionan estas cosas porque los candidatos ya no pueden ganar elecciones llamando al pan, pan, y al vino, vino, sino siendo «estrategas del inconsciente», tal y como les define Irene Lozano? Obama ha sabido capitalizar el anhelo de pasar página dejando todos los pecados aparcados en la presidencia del pasado. Él se mueve como pez en el agua en la moderna «blogocracia» en la que McCain bracea como un dinosaurio, portador del molesto recordatorio de que en el mundo existen más matices que el blanco y el negro.
Las mayores dudas sobre el desenlace final de esta campaña las han sembrado siempre apariciones directas de McCain, sin la intermediación de periodistas. Este sábado apareció en Saturday Night Live junto a Tina Fey, la archifamosa imitadora de Sarah Palin. El verdadero John y la falsa Sarah declararon que mientras Obama acapara prime time comprado a precio de oro en las principales cadenas de televisión ellos sólo podían pagar la teletienda. En la que McCain «vendió» una vajilla de diez platos conmemorativos de diez debates con público interactivo celebrados entre él y Obama. «Son platos completamente en blanco, como los debates que él no ha querido hacer», afirmó con una amplia sonrisa, «pero son platos bonitos, ¿no?».
Tiene gracia, ¿no? .
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