Emilio Botín, el banquero con sentido de Estado que siempre confió en España

De hecho, fue el propio Emilio Botín, que ha muerto esta madrugada con 79 años tras sufrir un infarto en su hogar en Madrid y que recibirá sepultura en su ciudad con la que bautizó su emporio bancario, quien salió primero a la palestra -entre todo el empresariado español- para garantizar que «España atravesaba un momento fantástico». Para más de uno, aquello fue una sorpresa. Para otros, fue la visión de Estado en su mejor expresión. En Nueva York, ante un granado sanedrín de empresarios, dirigentes políticos y medios de comunicación internacionales, Botín se armó de sentido de país y manifestó en octubre de 2013 que la banca iba a superar con matrícula los test europeos. «La confianza en España está aumentando de forma inimaginable en los últimos seis meses -dijo-. Todo el mundo quiere invertir en España. Llega dinero para todos. Está llegando dinero a la Bolsa, a la deuda, a los bancos, para hacer inversiones...». Botín, visionario de las finanzas, era así de optimista y de tajante. Aprovechó aquella jornada para relanzar en Estados Unidos la marca Santander para la banca minorista de la entidad, que antes operaba bajo el nombre de Sovereign Bank. En el rudimentario inglés del que hacía gala manifestó tal confianza fuera de nuestras fronteras siempre en aras de que el caudal de inversión extranjera retornara al país.

En marzo de este año, también fue también uno de los pioneros en dar un sonoro «carpetazo» a la crisis , esos brotes negros de los que nadie se atrevía a despedirse. «La recuperación de la economía española es un hecho», despejó con magia futbolera, un deporte del que era fanático. Artífice de la gran revolución bancaria española, se podría decir que el cántabro estuvo nuevamente a la altura de las circunstancias cuando en su ciudad natal adelantó que su banco volvía a inyectar dinero en las empresas y familias. El Banco Santander reabría el grifo del crédito cerrado durante las «vacas flacas», con halagüeñas previsiones, además, que rondaban unas ganancias de 3.000 millones en España para el trienio posterior.

Dos meses después, el Ejecutivo todavía se mantenía cauto respecto a los buenos indicadores económicos que comenzaban a avistarse, pero el gran empresariado, reunido en cónclave en la sede madrileña de Telefónica, fue un paso más allá: los abanderados de las marcas hegemónicas exhibieron ante el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, la «mejoría» que advertían en los datos de la economía nacional. Todavía mediaba una abisal distancia con las previsiones, tímidas, del equipo de La Moncloa, que situaban por el mes de mayo las previsiones (ahora mejoradas) del déficit para este año en un 5,5% del PIB, una tasa de paro del 24,9% y un crecimiento económico del 1,2%. Para 2015, son un déficit del 4,2%, tasa de paro del 23,3 y PIB del 1,8%. Botín estuvo allí, como firmante y muñidor de un documento que afianzaba las esperanzas de los grandes gurús de los datos nacionales en la recuperación de la senda económica, de la buena marcha que él supo alumbrar un tiempo antes que el resto.No solo lo hizo con los guarismos sobre el tapete. También lo hizo en otras cuestiones que ponían en solfa el encaje y buen funcionamiento del país. El desafío soberanista de Cataluña le ponía de mal humor, reconoció también en más de una ocasión. Por ello, al ser preguntado sobre la consulta del próximo 9 de noviembre, respondió lacónico: « Es ilegal, imposible y no interesa a nadie» .