HOTELL DEL UNIVERSO

LA EÑE COMO MORAL

CARLOS - / CARLOS - - Actualizado: Guardado en: Actualidad

«La aportación ética más elevada al ámbito de la moral que ha hecho el pueblo español»

LA eñe, más que una letra curiosa del alfabeto español, representa toda una declaración de principios. Incluso toda una confesión de finales. La eñe, más que una letra extravagante de nuestra lengua, es la síntesis de una cosmovisión mediterránea y orgullosa; porque ya sabemos que las lenguas no son sólo sistemas más o menos arbitrarios de signos para que nos manejemos en la realidad, sino que constituyen, sobre todo, maneras de sentir esa realidad que manejamos y nos maneja, formas sentimentales de interpretar el universo. La eñe es un compendio abreviado de alta moral. La eñe o la ética, dicho con espíritu vicentealeixandrino de conjunción identificativa: la eñe es la ética. La aportación ética más elevada al ámbito de la moral que ha hecho el pueblo español, adjetivo que por algo se escribe con eñe.

Por eso, que nadie ose referirse a la letra eñe como un grafema. La eñe ya existía antes de cualquier tecnicismo lingüístico, y le traen sin cuidado los fonemas, los semantemas y toda jerga mema que queramos traer a colación. Porque la letra fundacional de nuestro alfabeto, y de la que fueron derivándose el resto de las letras por partenogénesis, es cavernícola y rupestre, como las pinturas de Altamira, que debería llamarse, de forma más apropiada, Altañira (recomendación que hago desde aquí a la Real Academia Española y al pueblo cántabro). Sospecho que los primitivos pobladores del norte peninsular perseguían a los bisontes, mientras entonaban rudos cánticos guerreros basados en distintas modulaciones de la eñe. De ahí que nuestra consonante matriz sea una letra épica, frente a otras letras, en otros idiomas, de naturaleza lírica. La gran resistente frente a la romanización.

La vocal ø del danés y el noruego resulta elegante, como llevar una rosa en el ojal, pero, como las rosas, termina por decaer, por marchitarse y cansarnos, porque en definitiva evoca la vaciedad del signo matemático, ese conjunto vacío que ha empujado tantas veces a la depresión y al cine metafísico a los artistas nórdicos. Esa vocal no es buena para la salud, como no son buenos los ahumados y las salchichas, que equivalen a dicha vocal en el ámbito alimentario.

En cambio la eñe es la consonante solar por antonomasia, la gran taurina, la que se ha puesto el mundo por montera, y se ha tumbado en la arena de la playa a ver pasar las nubes, comportamiento aludido en esa virguera virgulilla que la corona. Es la única consonante con mostacho velazqueño y daliniano, con sombrajo para acoger al resto del alfabeto bajo su techumbre, durante los días españoles de bochorno. Una letra solidaria y generosa, amigable incluso con la erre doble, tan plomiza, tan erre que erre con sus dobleces y abundancias. Venid y comed todas de mí las uvas de mi emparrado, pobres letras del mundo que no habéis tenido la suerte de nacer eñes –dice la consonante madre con su grandeza de corazón–. No seáis ñoñas ni os comportéis como los ñus, comiendo ñoquis.

Todo el mundo debería tomar ejemplo y vivir con un poco más de eñe.

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