La Policía advierte que los desenterrados de Garzón colapsarán sus laboratorios
«Si nos dedicamos a identificar por ADN los restos de las fosas, que se olviden de esclarecer delitos en dos o tres años»
La Comisaría General de Policía Científica ya sabe lo que es dar nombre a los enterrados en una fosa de la Guerra Civil. Antes de que el juez Baltasar Garzón pusiera patas arriba parte de la Memoria Histórica, se elaboró un informe (fechado en octubre ... de 2006) con los resultados de esa investigación que pueden servir como muestra de la tarea ingente que supondría identificar a 114.266 desaparecidos durante la guerra y los años posteriores mediante pruebas de ADN.
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A los laboratorios de la Científica del Cuerpo Nacional de Policía llegaron muestras de cinco cadáveres (los fémures y los dientes) de una fosa hallada en el término de Llanes (Asturias). No se trabajó con los huesos, sólo con las piezas dentales. Dos biólogos y un equipo de técnicos ayudantes se dedicaron durante cinco meses casi en exclusiva a la tarea. De dos de las víctimas quedaban hijos vivos, otra tenía una hermana y en los otros dos casos sólo se podía contar con sobrinos. «Hemos podido extraer ADN de todos los restos y eso ya es un logro», explica el comisario general de Policía Científica, Miguel Ángel Santano.
«En huesos tan antiguos es muy alta la posibilidad de que se mineralicen -continúa Santano-, y por tanto desaparezcan los restos orgánicos, como nos ha ocurrido con otro caso que tenemos de esa época». En la fosa de Llanes hubo suerte, pero eso no significa que vaya a ocurrir en las demás. Los dos principales problemas para el éxito de las identificaciones son, como se ha apuntado, el estado de conservación de los restos -llevan enterrados más de 70 años- y la ausencia de familiares de referencia -en ningún caso hay padres-.
Sólo se llega a la perfecta identificación si viven los padres o hay familiares directos de la persona que se busca: un hijo y la mujer o el marido. Una identificación fetén se consigue con un trío (padres e hijo).
Esas son las dos limitaciones en lo que concierne a genética forense, pero hay dos cuestiones clave que sobrevuelan todo el macroproceso iniciado por Garzón y se pasan por alto. «Por el tiempo que emplearíamos y por el coste es imposible que los laboratorios oficiales podamos asumir ese trabajo», sentencia un inspector jefe de Policía Científica. «Si nos dedicamos a identificar por ADN todos los restos de las fosas, que se olviden de que esclarezcamos delitos en los próximos dos o tres años. Los laboratorios se colapsarían», señala el comisario jefe Santano.
Fosas de Llanes y Viguera
Dos de los desaparecidos de la fosa de Llanes fueron totalmente identificados mediante ADN nuclear (el que transmiten ambos progenitores) gracias al cotejo con la huella genética de sus hijos. De otros dos, con ADN mitocondrial (transmitido por vía materna), sólo se pudo decir: «No se excluye que pueda ser tal persona». Incluso se utilizó cromosoma Y, heredado por vía paterna, que sirvió para descartar. El quinto sigue anónimo, pese a que se pudo extraer ADN nuclear.
No se puede obviar un detalle fundamental. En todos los casos se contaba con muestras comparativas, es decir, existían familiares, algo que no ocurre en muchos casos porque éstos ya han muerto o se ignora qué personas de las 114.226 desaparecidas están en cada lugar.
El de Llanes no es el único informe de un enterramiento común de la Guerra Civil que ha hecho este laboratorio. En junio de 2006 comenzaron otro de similares características sobre una fosa de Viguera (La Rioja). También fueron exhumados cinco cadáveres -la Policía Científica no participó en esa tarea- y a los laboratorios centrales llegaron muestras de fémur y dientes en unos cofres. Se trabajó con la dentadura, salvo en uno de los cuerpos en el que hubo que recurrir a los huesos. Sólo se contó con muestras de parientes de tres de ellos, los hijos de quienes se buscaban. A los tres se les logró poner nombre y apellidos. Los otros dos siguen siendo un interrogante. Como sucedió en Llanes, el ADN nuclear no fue suficiente.
«Se están creando unas expectativas para muchas familias que no se corresponden con la realidad. La genética forense llega hasta donde llega», advierte el comisario Santano. «En muchísimos casos sólo se podrá concluir que es posible o que no se descarta que sea tal persona y eso después de meses y un esfuerzo ingente». Hay que tener en cuenta la edad de los parientes con los que se puede comparar -en el caso de Llanes el hijo más joven tenía 71 años y una de las hermanas, 91- y que muchos pudieron exiliarse. Demasiados escollos de los que apenas se habla.
La Policía Científica no es la única que muestra y justifica sus reticencias. La directora del Instituto Nacional de Toxicología (uno de los tres laboratorios oficiales de ADN junto al de Policía y Guardia Civil), Teresa Tena, ya ha dicho que las identificaciones pretendidas por Garzón «llevarían años» y supondrían «un gasto incalculable en inversión de tiempo y personal».
La extracción de un perfil genético normal cuesta entre 30 y 60 euros, pero en el caso de la Memoria Histórica, que exige repetir una y otra vez los análisis, el coste se puede multiplicar por diez. En una aproximación muy a la baja y sin contar sueldos ni tiempo de los responsables, estaríamos hablando de más de tres millones de euros, aunque se han barajado cifras en torno a los 137 millones. El último paso del Gobierno, que no del juez, ha sido ordenar un mapa de fosas y un protocolo para exhumar a las víctimas. Por ahora nadie quiere oír hablar de costes.
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