La llave mágica del crimen
Ningún familiar podía esperar ni un minuto más hace dos meses para tener la completa identificación de su padre, hijo o hermano que viajaba en el avión de Spanair: en diez días se puso nombre a 153 víctimas y aun así llovieron las críticas. ¿Qué ... habría pasado entonces si los laboratorios de Policía y Guardia Civil que trabajaron a destajo hubieran estado ya enfangados con los miles de huesos que se pretende exhumar? ¿Qué habría pasado tras los atentados del 11-M?
Son meras hipótesis, pero el trabajo del día a día de esos laboratorios obliga a hacerse la misma pregunta. En los nueve primeros meses del año, sólo la Comisaría General de Policía Científica ha realizado 11.322 periciales de ADN de casos de todo tipo. Con esos análisis se han podido esclarecer 1.365 asuntos, la mayoría muy graves. Basta con echar un vistazo a cualquiera de los meses y los datos que se reflejan en las estadísticas policiales: agresión sexual, homicidio, robo con violencia en vivienda, robo de vehículo, «alunizaje», secuestro... No hay mes en el que no se practiquen cinco o seis ADN de asesinatos, en el que no haya que hurgar en las víctimas en busca de una prueba irrefutable.
Reto profesional
Esta es la razón principal que esgrime la Policía para rechazar que los laboratorios oficiales sean los encargados del proceso a la memoria histórica. Y eso que profesionalmente lo consideran un reto de primera magnitud, pero antes que científicos, o al menos a la vez, deben ser policías. Por ese reto la Comisaría General decidió encargarse de las dos fosas analizadas hasta ahora.
Los datos genéticos no son la panacea, pero ayudan mucho en una investigación, sobre todo cuando se introducen en una base de datos en la que hay miles de perfiles genéticos acumulados y el tipo ya está en ella con nombres y apellidos -véase Tony King, asesino de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes-.
Otras veces la «llave» sirve para saber que un mismo delincuente ha estado en escenarios de crímenes sin ninguna relación aparente o para convencer a un juez. Es una prueba contundente, incontrovertida, de ahí que parezca una irresponsabilidad dejar de aportarla en algún caso.
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