Suscribete a
ABC Premium

Seis faros donde dormir con el sonido del mar

Hoteles situados en cabos legendarios, como Finisterre o Creus, para amantes de las puestas de sol y los acantilados

GUÍA REPSOL

1

El Far de Llafranc, Gerona

Seis alojamientos de la península y de Canarias ofrecen la posibilidad de dormir alumbrados por un faro. Son hoteles situados en cabos legendarios, como Finisterre o Creus, para amantes de las puestas de sol y los acantilados, de las olas poderosas, las playas salvajes y los cielos cuajados de estrellas donde, cada pocos segundos, se enciende una nueva. ¿O es otro faro? Para cenar, está claro: pescado.

El Far de Llafranc, Girona: Vistas de gaviota

A 169 metros sobre el nivel del mar, el faro de Sant Sebastià (1857) es un mirador como hay pocos en la Costa Brava. Desde aquí dominamos a vista de gaviota los potentes acantilados entre los que se acomodan las calas de Llafranc y Calella . Junto al faro se conserva una antigua casa de postas del siglo XVIII que daba servicio al camino de Francia por la costa. Una casa que sigue cumpliendo su cometido, ya que sus remozadas estancias albergan un restaurante donde se sirven ricos arroces, pescados y mariscos de la lonja de Palamós, y un hotel con nueve habitaciones decoradas en plan marinero. Además del faro, desde el hotel se ve todo el Empordà, el Pirineo al fondo y unas puestas de sol rojas-rojísimas, como trucadas con Photoshop.

Fuente: Guía Repsol

2

Hotel Faro Jandía, Fuerteventura

Desde las terrazas del hotel Faro Jandía se contempla, más allá de la gran piscina en forma de lágrima, el faro de Morro Jable, un coloso blanco de 62 metros de altura que señala el punto más meridional de Fuerteventura. Inaugurado en 1996, el faro atalaya, al igual que el hotel, se halla en un valioso paraje natural, el Saladar de Jandía , muy cerca de una playa de 12 kilómetros, la del Matorral, de arena blanca y fina y de aguas aturquesadas ideales para nadar, bucear (en el llamado Veril Grande, frente al faro, o en el Veril Chico, a unos 200 metros), hacer windsurf (hay varias escuelas y puestos de alquiler) o absolutamente nada: sólo relajarse y disfrutar . Para más relax, el hotel dispone de un spa de uso gratuito, llamado Las Caricias del Faro.

Fuente: Guía Repsol

3

Farol Hotel, Cascais

Junto al elegante faro azul y blanco de Santa Marta , inaugurado en 1868, se levanta el Farol Hotel , una casa decimonónica, propiedad en su día del conde de Cabral, que ha sido modernizada por Ana Salazar, António Augustus, Arkadius, Fátima Lopes, Miguel Vieira y otros famosos diseñadores de moda lusos. Es un rincón de puro capricho y rabioso diseño contemporáneo en una de las más bellas localidades de la costa portuguesa, con piscina al borde del mar y dos restaurantes para alternar: The Mix (cocina de fusión mediterránea) y Sushi Design (japonés). La torre luminosa, aún en funcionamiento, alberga desde 2007 un museo sobre los faros.

Fuente: Guía Repsol

4

Semáforo de Bares, La Coruña

En la punta más septentrional de la Península, se encuentran el faro de Estaca de Bares y un hotel de solo seis habitaciones, pero de vistas infinitas, subyugantes, que abarcan por el oeste hasta el cabo Ortegal y por el este hasta la punta Roncadoira , en la ría de Viveiro. Es la Galicia de los acantilados más altos, de las playas más salvajes y de los mejores percebes. Situado a 210 metros sobre el mar, el Semáforo de Bares fue hasta los años 60 del pasado siglo un observatorio militar desde el que se vigilaba a los barcos y se les hacía señales con banderas. En la suite, que ocupa un edificio octogonal con ventanas abiertas a todos los vientos, el huésped se siente alto y poderoso, como un almirante en la torre de un portaaviones.

Fuente: Guía Repsol

5

Cap de Creus, Gerona

El cabo de Creus , principio (o final, según se mire) de los Pirineos, es un sobrecogedor paraje lunar azotado por el gregal, el mistral y la tramontana: la costa más brava de la Costa Brava . Tan es así, que aquí se rodó la película La luz del fin del mundo (1971), cuya acción discurre en las tempestuosas soledades del cabo de Hornos. Pero es también, cuando el viento calla, un museo de horizontes líquidos que deja en borroncillos los que pintaba Dalí en el cercano Portlligat. Hace 20 años, el inglés Chris Little se enamoró de esta esquina del mapa, compró la vieja casa de carabineros junto al faro y montó una hospedería y también un restaurante de aires bohemios donde hace buenos arroces y pescados frescos.

Fuente: Guía Repsol

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia