El verdadero origen de la romería de El Rocío

Todo indica que la tradición comenzó en época de Alfonso X el Sabio, quien pudo haber erigido la primera Ermita con la imagen de la Virgen, conocida entonces como La Rocina. Actas del Ayuntamiento indican la existencia de la hermandad ya en el siglo XVI. Poco a poco la ermita fue evolucionando gracias a donaciones particulares, al igual que la figura de la virgen, que en 1653 es considerada patrona de Almonte ya conocida como Nuestra Señora del Rocío. Un siglo después comienza la asociación con el espíritu santo identificándola con La Blanca Paloma.

Más de un millón de personas y decenas de hermandades participan en esta Romería que tiene como fin del camino el santuario de la Virgen del Rocío. Una afluencia alentada por las célebres palabras del Papa en la citada visita: ¡Qué todo el mundo sea rociero! La tradición se extendió por otras comunidades españolas e incluso apareció una hermandad en Bruselas, aunque las andaluzas son mayoría aplastante.

El camino se hace de cara a coincidir en la aldea del Rocío al mediodía del sábado en vísperas de Pentecostés. Por ello cada hermandad debe programar su itinerario particular para llegar a tiempo. Es un peregrinaje en romería, alegre e iluminado por la fe, pero duro y cansado, ya que las tres formas típicas de hacer el recorrido son a caballo, en carreta o a pie y está de más decir que esta última es la más popular, por escasez de medios.

Hermandades y otros fieles marchan entre pinares, marismas y arenas siempre rumbo a un mismo fin, que es adorar a la Virgen del Rocío. La ruta será más amena junto a los romeros, generosos con el peregrino. Pero hay que ir bien preparado midiendo las provisiones de agua y comida para hacer frente al fatigoso tránsito y sin que el peso asfixie. Igualmente la ropa deberá ser ligera y cómoda, especialmente el calzado, pero sin olvidar algo con que abrigarse en las madrugadas.

Existen varios caminos, como el de Moguer, el de los Llanos o el Camino Sevillano pero la ruta más espectacular es la de Sanlúcar, que une la aldea a través de Doñana con la desembocadura del Guadalquivir. Es un bello camino para los amantes de la naturaleza y es curiosa la estampa de multitudes cruzando parajes casi vírgenes. Además, tiene el atractivo de ver simpecados, carretas y monturas cruzando el estuario en barcazas, como si de una aventurada expedición se tratara.

En el último tramo de la Romería, los caminos convergen y la procesión se convierte por fin en una fiesta con todo el carácter andaluz, alumbrada por el buen comer y beber, el baile y el cante flamenco y la juerga hasta altas horas de la madrugada. Esta es la imagen más accesible de la celebración, especialmente para quienes sólo disponen del fin de semana para vivirla.

El trayecto habrá merecido la pena al llegar a Almonte. Aquí se acampa en espera del resto de hermandades y el sábado desfilan en una procesión mayúscula en busca de la santa figura. El cansancio ya no existe. La Virgen espera en el Santuario dispuesta a sanar las fatigas físicas y espirituales de todo peregrino. Yael domingo nadie duerme a la espera de sacar a la Virgen de la ermita y pasearla en hombros por la aldea el lunes por la mañana. Una vez finalizada la procesión, las hermandades inician el camino de vuelta

Fuente: Guía Repsol