El segundo puerto más importante de Alemania y las mejores vistas al Mar del Norte
En Bremen (Alemania) se afanan en construir una propuesta de vida y turismo sostenible. Y en el puerto se acaba de inaugurar el mirador de un hotel con vistas inolvidables sobre el mar del Norte
Mar Ramírez
Su situación a orillas del río Weser, a 60 km de su desembocadura en el mar del Norte, convirtió a Bremen en líder del comercio marítimo medieval del norte de Europa hace 1.200 años. En la actualidad el río es una sugerente ... vía de diversión urbana, con la playa, deportes acuáticos, pesca... y así hasta el actual puerto de la ciudad, Bremerhaven. Situado en el estuario fluvial, es el segundo más importante de Alemania, tras el de Hamburgo. La ciudad lo construyó a partir de 1827. En el camino, surgen los rincones más atractivos del pequeño estado federal, en el límite con Baja Sajonia.
Junto al río, aún parecen resonar los viejos toneles rodando hasta las embarcaciones desde Schnoor, el antiguo barrio de los pescadores fluviales de Bremen, donde se fabricaban maromas para los barcos. Sus estrechas callejas medievales empedradas y escoltadas por coloristas casas convertidas en cafés, restaurantes y tiendas encantadoras son una de las principales señas de identidad urbanas.
En el barrio no será difícil encontrarse con los habitantes más famosos de la ciudad, los músicos de Bremen, protagonistas del cuento de los hermanos Grimm. Aparecen en cada rincón, ya sea en nombres de tiendas o como simpáticos recuerdos para llevar. Aunque su monumento, con los animales uno encima de otro para engañar a los ladrones y las relumbrosas patas del burro (si las agarras con fuerza volverás a la ciudad), es otro de los hitos urbanos señalados en una de las más hermosas plazas europeas.
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Los legendarios animales se hallan junto a la animada Markplatz o plaza del Mercado, presidida por el Ayuntamiento (Rathaus), el único edificio consistorial europeo de la Baja Edad Media que ha permanecido en pie. Bajo su imponente fachada renacentista se abren los soportales en los que se reunían los comerciantes.
Frente a ellos la enorme escultura de Roland, el paladín encomendado por Carlomagno para defender la libertad y el derecho de mercado de la ciudad. Un llamativo monumento que, según la leyenda, mientras siga en pie la ciudad será libre. Junto al edificio consistorial está reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco por simbolizar los derechos cívicos.
Completando un triángulo histórico se eleva la catedral de San Pedro. Con las llamativas agujas sobre sus dos torres de 98 metros, destacan sobre el horizonte urbano. Fue levantada por Carlomagno para impulsar la cristianización del norte europeo.
Siendo la tercera ciudad alemana en cuanto al uso de la bicicleta para desplazarse, todo parece tener una pátina de cuento en Bremen, como la escultura del porquero y sus cerdos camino de la ciudad o el bonito molino que se refleja en el río rodeado de flores y el único conservado en la ciudad.
Desde la plaza del Mercado hacia el río Weser son los aromas del café tostado los que conducen a comienzos del siglo XX, cuando la ciudad poseía más de un centenar de fábricas para procesarlo por su cercanía al mar del Norte. A través de la calle de Böttchstrasse que, en apenas 110 metros de longitud, reúne artistas con sus creativos estudios, acogiendo una vistosa huella arquitectónica gracias a su estilo art decó en edificios con ladrillo visto que impulsó Ludwig Roselius, cuya compañía se hizo famosa por inventar el café descafeinado.
Fachada fluvial sostenible
La ciudad con más alas de Europa (acoge la principal factoría europea donde se fabrican las alas de los Airbus), sin perder de vista la huella histórica que dejó su prosperidad comercial, ha puesto sus esfuerzos por la sostenibilidad ambiental en su fachada fluvial ampliando las zonas verdes y las áreas de huertos y agricultura ecológica.
El barrio Überseestadt, donde estuviera ubicada la fábrica de Kellogg, es, además de una vistosa ampliación de la fachada fluvial urbana, un reconocimiento a su pasado industrial y ejemplo mundial de reutilización de sus instalaciones mediante un pionero proyecto urbanístico (Überseeinsel) comprometido con los espacios urbanos habitables y verdes así como con la neutralidad en emisiones. A su vez es epicentro de interesantes iniciativas de éxito, como una fábrica artesana de cerveza cuyo lúpulo se cultiva en el antiguo muelle de las verduras impulsado por un proyecto de inclusión social.
Las turberas de Teufelsmoor
Salir de la ciudad hacia el mar del Norte en tren es una de más divertidas maneras de explorar sus alrededores, tanto más si se hace a bordo del histórico Moor Express. A 60 km/h –como máximo– se llega a la estación de Worpswede, el pueblo de los artistas. Se llama así por una iniciativa de tres artistas descontentos que en 1889 se instalaron allí para formar una comunidad libre de las influencias europeas, propuesta que ha impregnado el urbanismo y el ambiente de esta encantadora localidad hasta hoy.
Cerca se hallan los que antaño eran considerados misteriosos y remotos paisajes de turberas de Teufelsmoor. Para recorrer su extensa llanura lo mejor es embarcarse en las típicas gabarras a vela de madera y fondo plano con las que se extraía la turba. Entramos en uno de los entornos naturales más extraordinarios que conserva la ciudad estado gracias a su restauración ambiental. Las aguas negras de los ríos e infinidad de canales que atraviesan la enorme llanura indican la riqueza en turba del sustrato. Hasta que la turba no empezó a explotarse hace 200 años, este lugar fue ignorado por la escasa fertilidad del terreno (era conocido como 'los pantanos del diablo'), preservando así el paisaje de uno de los entornos naturales más llamativos del norte europeo.
Con vistas al mar del Norte
Aromas de mar y los viejos barcos pesqueros que desde los muelles tradicionales (Schaufenster Fischereihafen) partían a la pesca en el mar del Norte son la huella más ancestral de Bremerhaven, el puerto de la ciudad de Bremen al que se puede llegar en hora y media en ferry desde la ciudad, además de por carretera y tren. Orilla portuaria que con el tiempo se ha convertido en una atracción turística como uno de los principales puertos del mar del Norte y en una escala habitual de grandes cruceros escandinavos. Presume de ser uno de los pocos puertos de contenedores del mundo que ofrece turismo industrial (en barco y autobús) por el interior de sus muelles.
En el siglo pasado, el puerto se convirtió en la última visión europea para millones de emigrantes rumbo a New York. El centro de la Emigración alemana (Deutsches Auswanderer Haus) es una visita imprescindible en la que nos embarcamos en un trasatlántico para sentir las emociones de aquellos emigrantes a través de las instalaciones museísticas que reproducen hasta la llegada a la Gran Estación y los controles de inmigración a la entrada de Norteamérica. Sus investigaciones recopilan la historia de la emigración del pueblo alemán desde 1685 así como de numerosos habitantes centroeuropeos. Las mejores vistas del puerto y su actividad se obtienen desde el vertiginoso y recién abierto mirador del hotel Atlantic Sail City, a 147 metros de altura. El compromiso medioambiental del hotel de futurista fachada, a modo de vela de barco, es solo un aperitivo para entrar en el vecino edificio que acoge la la Casa del Clima (Klimahaus). Una combinación de museo e invitación a la reflexión sobre cómo el cambio climático está afectando a la vida en la Tierra.
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