Condenado por denunciar la corrupción en el terremoto de Sichuan
Huang Qi, un veterano activista de los derechos humanos en China, es la última víctima –colateral, por supuesto– del terremoto que asoló la provincia de Sichuan en mayo del año pasado, que se cobró 90.000 muertos. Pero Huang Qi no ha resultado damnificado por ... ninguna réplica tardía del seísmo, sino por la represión con que el régimen comunista de Pekín silencia los detalles más oscuros de dicha catástrofe.
Juzgado a puerta cerrada el pasado 5 de agosto, Huang Qi ha sido condenado hoy a tres años de prisión por poseer y desvelar secretos de Estado. Según explicó su esposa, Zeng Li, a la ONG Defensores Chinos de los Derechos Humanos (CHRD), dicha información clasificada son “tres documentos de un cierto Gobierno local”, pero el Tribunal Popular del Distrito de Wuhou, en la ciudad de Chengdu, ni siquiera detalló cuáles eran tales papeles, ni las autoridades que los habían expedido ni, lo que es más importante, su contenido. De hecho, el juzgado ni siquiera le remitió una copia de la sentencia a la familia de Huang Qi, condenado tras una rutinaria vista oral de diez minutos cuyo veredicto ya estaba dictado de antemano.
Fondos para construir centros educativos con materiales de mala calidad
De esta forma, el régimen chino pone la mordaza a una de las voces que habían criticado la muerte de miles de niños por el masivo derrumbe de escuelas durante el terremoto de Sichuan. En muchos lugares, los únicos edificios que se vinieron abajo fueron los colegios. Tan extraña coincidencia provocó la ira entre numerosos padres, que exigieron una investigación del Gobierno central al sospechar que, debido a la corrupción rampante en China, las autoridades locales habían desviado los fondos para construir los centros educativos utilizando materiales de mala calidad.
Huang Qi, que desde 1998 dirige una web donde recoge críticas y denuncias contra el Gobierno (www.64tianwang.com), había ayudado a los padres de cinco alumnos fallecidos a redactar una querella y a difundir sus protestas, en ocasiones ante medios extranjeros.
«Esto es claramente una venganza»
“Esto es claramente una venganza”, se quejó su mujer, mientras que el director de Amnistía Internacional (AI) en Asia-Pacífico, Sam Zarifi, se lamentó de que “el Gobierno chino está castigando a alguien que trata de ayudar a las víctimas del terremoto, por lo que Huang Qi debería ser tratado como un ciudadano modelo comprometido con el imperio de la ley y no haber sido víctima de la vaga legislación sobre secretos de Estado”.
No es la primera vez que este disidente sufre la represión del régimen, ya que el 22 de febrero de 2003 fue condenado a cinco años de cárcel por “incitar a la subversión contra el poder del Estado” como represalia por las críticas que vertía en su página “web”. Liberado el 4 de junio de 2005, continuó con su cruzada por los derechos humanos y las libertades democráticas en China, defendiendo una amplia gama de causas que van desde las víctimas de la masacre de Tiananmen hasta los damnificados por el terremoto de Sichuan.
Por ese motivo, la Policía lo arrestó el 10 de junio del año pasado, comenzando así un nuevo y penoso periplo en el que su familia ha denunciado numerosos abusos e irregularidades, como interrogatorios de hasta 24 horas para privarle del sueño hasta falta de asistencia médica para tratar los tumores que sufre en el pecho y el estómago.
Junto a Huang Qi, Tan Zuoren fue juzgado en agosto por organizar una partida de voluntarios para elaborar una lista de los alumnos fallecidos en el terremoto de Sichuan, pero aún está esperando el veredicto. Una sentencia que, casi con toda seguridad, también volverá a ser de culpabilidad.
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