MARRUECOS TRADICIONAL
Más allá de Marrakech: dunas gigantes, casbas y escenarios de película
Un año después del terremoto que asoló la región, los viajeros regresan en busca de exotismo, desierto y noches bereberes
Un hotel único para vivir una auténtica vida de rey en Marrakech

Cuando el barullo de puestos, olores, colores, plazas y callejas abarrotadas de personas y motos por igual apabulla hasta el punto de no saber si uno va por su propio pie o lo llevan en volandas… puede que haya llegado el momento de darse un ... respiro para descubrir que hay mucho que ver y hacer más allá de Marrakech, uno de los destinos turísticos más frecuentados del norte de África. De hecho, esta ciudad se encuentra en una zona estratégica entre el Atlas, el Atlántico y las llanuras que dan paso, un poco más hacia el sur, a las inmensidades del Sahara, un desierto de gigantescas dimensiones que se extiende por el territorio de once países. Entre ellos, claro, Marruecos.
Y acercarse a él desde Marrakech es una de las formas más atractivas y fascinantes que podemos plantearnos para rematar –o completar– una visita a esta siempre vibrante ciudad. Un viaje repleto de sorpresas en el que descubrir una cara mucho más autentica del Marruecos más tradicional, que cuenta con el aliciente añadido de pasar una noche en el corazón del campo de dunas más extenso de Marruecos, una noche de cielos estrellados y cantos bereberes que quedará fijada en la memoria como una de las experiencias irrepetibles –e inolvidables– de cualquier viaje a este país.
Día 1: Ouarzazate
La primera jornada se alargará hasta la ciudad de Ouarzazate, 193 kilómetros al sureste de Marrakech, con el aliciente intermedio de cruzar la impresionante cordillera del Alto Atlas por el puerto de Tizi-n-Tichka, paso abierto a 2.205 metros de altitud que ya era transitado por las caravanas que conectaban el desierto con Marrakech.
Un poco antes de alcanzar Ouarzazate, un desvío acerca hasta la impresionante casba de Ait Ben Hadou. Casba es un término muy amplio con el que se hace referencia a fortificaciones, que a modo de los castillos medievales europeos, se levantaron aquí para defenderse de ataques e invasiones. Solo que aquí, en lugar de con piedras de cantería, lo hicieron con barro y madera conformando unos espectaculares conjuntos arquitectónicos que, a pesar de una aparente fragilidad, han resistido durante siglos. Esta de Ait Ben Hadou, por su belleza y estado de conservación, está incluida en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. También, por esas mismas razones, ha sido y sigue siendo frecuente escenario para el rodaje de películas, algunas tan famosas como Lawrence de Arabia, El hombre que pudo reinar, Babel o La Última Tentación de Cristo, entre otras.

Día 2: mar de dunas
La segunda jornada encamina el viaje por el valle del Draa, uno de los ríos más largos de Marruecos, con frecuentes paradas para disfrutar también de inmensos palmerales.
Como una hora antes de que el sol se ponga, los guías esperan la llegada de los turistas a las afueras de la localidad de Merzouga. Considerada por muchos como 'la puerta del desierto', en realidad es el punto de partida para las numerosas caravanas de dromedarios que cada tarde se ponen en marcha con el propósito de adentrarse en el campo dunar de Erg Chebbi. Porque sí, a pesar de los que oigas o leas, Erg Chebbi no es el desierto del Sahara, que se localiza algo más hacia el sureste. Es, de alguna forma, su antesala, un enorme arenal de veintiocho kilómetros de longitud –de norte a sur– y unos cinco kilómetros de ancho donde, eso sí, se localizan algunas de las dunas más altas de África. Una especie de desierto en miniatura que ofrece la posibilidad de experiencias tan inolvidables como la de la sus hipnóticos atardeceres entre suaves montañas de arena.
Concluidos estos, los guías rompen el hechizo para conducir las caravanas hasta alguno de los campamentos ubicados prácticamente en los límites del arenal. Ha llegado el momento culminante del viaje, prepararse, para disfrutar de los cielos puros y plagados de estrellas que solo pueden admirarse desde el interior de enclaves tan solitarios como pueda serlo un mar de dunas. Y con la ventaja añadida de poder hacerlo viviendo la experiencia de dormir en campamentos de auténtico lujo, con tiendas plantadas en mitad del arenal, a las que no les falta agua corriente –fría y caliente–, duchas, camas, servicio o estufas que ayudan a mitigar la caída drástica de temperatura que caracteriza las zonas desérticas. Todo ello envuelto por un ambiente de hogueras y cánticos bereberes que parecen transportar a la época de las legendarias caravanas.
Eso sí, es importante no dejarse llevar por el entusiasmo y reservar fuerzas como para no perderse otra de las experiencias que ofrece dormir rodeado de dunas: levantarse con tiempo suficiente como para trepar a alguna de ellas y disfrutar de la mágica vuelta del sol. Verlo elevarse lentamente mientras la inmensidad del paisaje recobra el anaranjado color de sus arenas hasta convertirse en oro puro es un regalo para la memoria que no tiene –desde un punto de vista poético– precio.

MARRUECOS
Zona
ampliada
A
B
A
Marrakech
Aït-Benhaddou
Skoura
Taourirt
Ourzazate
Agdz
Gargantas
del Todra
Errachidia
Erfoud
Tinerhir
Gargantas
del Dades
Rissani
Tazzarine
B
ABC

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del Todra
Errachidia
Marrakech
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del Dades
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Tinerhir
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Aït-Benhaddou
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Taourirt
Ourzazate
Tazzarine
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ABC
Día 3: entre murallas
El regreso hacia Marrakech, en la tercera jornada de esta escapada tiene paradas destacadas en el ksar de El Korbart. En este caso ksar es la palabra que denomina auténticos pueblos enteros encerrados tras murallas de tierra cruda y defendidos por torres de vigilancia. Este de El Korbart –elkhorbat.com– fue construido a mediados del siglo XIX y aloja en la actualidad a unas sesenta familias. Su trazado, con una única puerta principal al exterior, lo forma un entramado de pasadizos peatonales hasta los que apenas llega la luz del día. Un conjunto de tres viviendas originales componen el Museo del Oasis, con veintiuna salas repletas de curiosidades, algunas inimaginables, para desvelar aspectos sorprendentes de la vida tradicional en la zona.
Más adelante, continuando por la N10 hacia Ouazarate, aguardan las estrecheces del desfiladero del río Todra, un pasillo pétreo de apenas treinta metros en algunos puntos y paredes de más de cien metros que se ha convertido en un frecuentado punto de atracción turística para quienes visitan esta zona de Marruecos. A la entrada o salida de la garganta sorprende por su estampa evocadora el palmeral de Tinerhir, con las montañas del Atlas al fondo.

Día 4: 'Ruta de las mil casbas'
La otra garganta famosa, un poco más hacia el este, y que se recorre en la última jornada, es la delrío Dades. Pero el Dades es también el río que, en su discurrir hacia Ouarzazate en paralelo a la N10 articula la conocida como 'Ruta de las mil casbas'. No es una exageración. O, al menos, no lo era. En los valles presaháricos de los ríos Draa, Ziz y Dades hacia 1920 había un millar de alcázares y casbas. Hoy más de la mitad han desaparecido o están en ruinas a punto de desaparecer. Para saber cómo son por dentro y cómo se organizaba la vida en su interior no hay que dejar de hacer un alto en la casba Amridil. Construida en el siglo XVII junto al palmeral de Skoura está considerada una de las más impresionantes y representativas de Marruecos.

Plantado ante ella uno piensa que, aunque no haya estado nunca allí la ha visto mil veces. Y puede ser. Tal vez dibujada en una película de Disney o ilustrando un cuento de Las mil y una noches. Tal vez en Lawrence de Arabia o en alguna de las incontables películas que se han rodado en ella. O, si eres de los que coleccionan monedas o ha visitado Marruecos hace algunos años, te vendrá a la cabeza la ilustración de uno de los antiguos billetes de 50 dírhams, como el que el guía saca orgulloso del bolsillo justo al pasar frente al encuadre representado en él.
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