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Mojácar, la sierra acariciada por el mar

Ante el ímpetu del sol del desierto, solo queda retirarse al frescor de la montaña o buscar el bálsamo del Mediterráneo

Mojácar, la sierra acariciada por el mar

Alejandro Carra

Entre la montaña y el mar hace mucho tiempo que se libra una disputa en tierras de Mojácar. No hay bosques frondosos, ni lagos cristalinos, ni verdes valles por los que pelear. Se trata de una belleza muy distinta, la de una sierra desnudada por ... el sol y acariciada por el mar. Y ya sabemos de la capacidad de seducción del Mediterráneo y su luz. De este ardiente pulso nace un lugar muy especial. Un enclave que ha atraído almas de sensibilidad especial a lo largo de toda su historia. El primero de todos ellos, aquel «grafitero» del neolítico que con su indalo, el «hombre del arco», le dio forma a la buena suerte. Y es que en Mojácar, todo confluye para ser felices: el agua fresca de sus caños, el benigno Mediterráneo y el frescor de la sierra para escapar cuando el calor y el salitre cansan.

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