MERECE CONTARSE
Un trabajo propio para liberarse del maltrato
Patri: «Me pegaba y yo lo justificaba. Le pedía permiso para todo hasta para ducharme, tener un salario me ayudó a sentirme digna»
Víctima de violencia machista reinsertada en el mundo laboral
Antes, Patri creía en los príncipes azules. Hasta creyó haber encontrado uno. Antes. Ahora, Patri, 50 años, cree en sí misma. Pero el viraje no ha sido fácil. Todo lo contrario, doloroso y destructor. Pero aquí esta ella hoy, renacida. Nos cuenta su ... giro con los ojos brillantes y los labios rojos, aunque eso usted lector, no puede verlo. Así lo prefiere ella. Su ex maltratador ya no pertenece a su mundo, pero no hay necesidad.
La de Patri es una historia como la de otras muchas mujeres, pero a la vez es única, como la de cada mujer que sale -viva- del agujero negro del maltrato. A ella la extrajeron del infierno los vecinos de uno de los barrios más exclusivos y lujosos de Madrid. Patri, relata, en realidad, no lo veía claro. «Era guapo, era educado. Yo pensaba que era todo por mi bien.
No fui consciente del maltrato psicológico». ¿Y del físico? «Me decía que era torpe, que me golpeaba porque yo lo provocaba y que lo único que hacía era corregirme. Él no gritaba, me decía: Tienes que ser mejor, tienes que se una mujer de Dios, una dama perfecta». Y la Patri sumisa lo aceptaba: «Sí, yo quería ser digna de él». También durante el embarazo de su hija. Aceptaba las palizas con resignación. «A los vecinos o en el hospital decía que me había caído o me había chocado». No se reconoce. «Estaba despersonalizada. Le tenía que pedir permiso para todo: hasta para ducharme».
Ahora todo es un triunfo: hasta el rojo de sus labios. Con un pintalabios que, destaca, se ha comprado ella. Cuando lo conoció, dejó de trabajar y comenzó a depender económicamente de él. Hace ya 14 años.
Tras la denuncia de los vecinos comenzaron los ingresos en los centros de acogida. Se sentía aislada. «Me están encarcelando». «No sabéis la cantidad de veces que volvía con él. Me salía del centro de acogida porque yo decía que eran el enemigo. Él me convencía de que nos querían separar porque no les gustaba ver la familia perfecta».
«Estaba despersonalizada. Le tenía que pedir permiso para todo: hasta para ducharme».
Patri
víctima de violencia de género
No quiso denunciarlo. En su propio juicio fue testigo, no acusación. «Llegué a declarar que era mi culpa. No había recibido la ayuda psicológica que necesitaba». A él le condenaron. A ocho meses. La Justicia lo puso en búsqueda y captura. No tiene ninguna relación con su hija. Pero esta historia ya no va de él sino de ella. En algún momento de todo el proceso, nuestra protagonista comenzó a fiarse, por fin, más de la policía y de los técnicos que de él.
Y comenzó su segunda vida. En el centro de acogida de Alcobendas, Patri conoce a la Fundación Integra. Objetivo: encontrar un trabajo. «Cuando las mujeres llegan a la Fundación vemos con ellas hacia donde quieren dirigirse, les formación…». Lo explica Angélica Magallón, técnico de la Fundación Integra en Madrid, psicóloga clínica con formación en Violencia de Género. Ahora bien, antes de ver opciones de carrera laboral hay un asunto importante: medir su autoestima. Más que destruida en muchos casos.
Patri con formación universitaria en Derecho -adquirida en su Bolivia natal- no quería tocar un ordenador. «Él era jefe de Recursos Humanos en una empresa y yo le ayudaba mucho con el ordenador. Pero si me equivocaba, él muchas veces me agredía. Físicamente, por lo torpe que era, por cualquier fallo. Y entonces yo no quería tocar los ordenadores».
En la Fundación primero la pusieron en atención al cliente. De cajera. «Al ponerme en contacto con la gente, pues fui cambiando». Hoy lleva más de 12 años trabajando. «No he parado. Mi independencia comienza poco a poco con el trabajo, conociendo gente… por eso estoy tan agradecida a la Fundación. Porque habrá gente a la que le parezca una tontería, pero solo el hecho de decir 'yo trabajo y tengo un salario y me compro un pintalabios y puedo salir a la calle y me siento digna, ¿sabes?' Porque yo estaba anulada en todos los sentidos».
En su propio juicio fue testigo, no acusación
«Llegué a declarar que era mi culpa. No había recibido la ayuda psicológica que necesitaba».
Patri
Víctima de violencia de género
Patri ha pasado por Alcampo, Carrefour y El Corte Inglés. Entre sus puestos, auxiliar administrativa en el Departamento financiero. Fundación Integra lleva 24 años dedicada a la inclusión social de personas con discapacidad, población que proviene de la cárcel, la drogadicción, prostitución, maltrato y trata. Trabajan con más de 80 empresas de todos los sectores con una discreción absoluta. Si se consigue el puesto, nadie de su equipo conoce el pasado del empleado. La Fundación, que consigue trabajo a más de 2.000 personas al año -500 de ellas mujeres- lleva 13 años colaborando con el Programa Incorpora de Fundación La Caixa.
Desde su puesta en marcha en 2006, esta línea de Fundación La Caixa ha facilitado más de 460.000 inserciones laborales de personas en situación de vulnerabilidad, entre ellas mujeres víctimas de violencia de género. Recuerdan que esto es «posible gracias al trabajo en red de las entidades sociales y las empresas socialmente responsables» que, como Integra, «ven en el programa Incorpora de la Fundación La Caixa una oportunidad para impulsar la responsabilidad social corporativa y la integración sociolaboral».
Desde Integra -presente en Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia…-, están pendientes de la formación y de los primeros días, pero también del avance de la carrera. Si la mujer requiere más apoyo, le facilitan un coach. La intención es estar siempre ahí. Patri es el ejemplo. Más de una década con Integra. Decía Woolf que una mujer necesita un cuarto propio para crear. En Fundación Integra sostienen que una mujer maltratada necesita «independencia económica para liberarse». Al 100%. «Sin un empleo, una mujer maltratada, probablemente vuelva atrás», sentencian.
Patri no tiene intención alguna de hacerlo. Desde su experiencia, la humana y la laboral, que se dan la mano en Integra, quiere lanzar un mensaje a mujeres que, como ella, se han cruzado con un maltratador: «Busquen ayuda: no es debilidad, es fuerza. El enemigo no es quien te ayuda, a veces el enemigo es quien no te das cuenta». Ustedes no pueden verlo, pero es un mensaje con labios rojos.