Un estudio constata que someterse a un TAC antes de los 22 años aumenta en un 16% el riesgo de sufrir cáncer hematológico
Con una muestra de un millón de personas, la investigación confirma la asociación entre la exposición a esta radiación de joven y la probabilidad de desarrollar la enfermedad
Los autores subrayan la necesidad de seguir aplicando estrictas medidas de protección radiológica, especialmente en la población pediátrica
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Barcelona
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Iniciar sesiónAlgunos estudios lo habían apuntado con anterioridad pero ahora uno nuevo, basado en la mayor muestra de población hasta ahora analizada, lo confirma con datos contundentes: las personas que se someten a un TAC antes de los 22 años tienen más riesgo de padecer cáncer ... en un futuro. Una investigación internacional con datos de casi un millón de personas confirma una «fuerte y clara» asociación entre la exposición a la radiación de las Tomografías Axiales Computarizadas (TAC) en jóvenes y un mayor riesgo de desarrollar un cáncer de la sangre.
El estudio EPI-CT, liderado por el Instituto de Salud Global (IsGlobal) de Barcelona, centro impulsado por la Fundación La Caixa cuyos resultados han sido publicados en la revista 'Nature Medicine', pone de manifiesto la importancia de seguir aplicando estrictas medidas de protección radiológica, especialmente en la población pediátrica.
«Es el primer estudio multicéntrico a gran escala que confirma esa relación y sus resultados son concluyentes», precisa en declaraciones a ABC la primera autora del trabajo, Magda Bosch, investigadora del IsGlobal cuando se realizó el estudio. La científica sostiene que pese a los resultados de la investigación, los beneficios de la Tomografía Axial Computarizada para la obtención de imágenes en el tratamiento de pacientes (incluyendo el diagnóstico, la planificación del tratamiento y el seguimiento de la enfermedad) son indiscutibles. «El estudio no aconseja no realizar TACs sino optimizar su indicación; es decir, que se estudie a fondo el caso del paciente y, si es posible, se valore el uso de otros procedimientos diagnósticos«, añade Bosch.
El uso generalizado de este procedimiento en las últimas décadas ha suscitado preocupación en la comunidad médica y científica por los posibles riesgos de cáncer asociados a la exposición a radiaciones ionizantes, sobre todo en pacientes jóvenes. «Hemos observado en el estudio que efectivamente existe un riesgo asociado a la exposición radiológica de este procedimiento; es un riesgo pequeño, pero aunque sea pequeño no es despreciable», precisa la primera autora de la investigación.
«La exposición asociada a la tomografía computarizada se considera baja (menos de 100 mGy), pero sigue siendo superior a la de otros procedimientos diagnósticos», añade Elisabeth Cardis, jefa del Grupo de Radiación de ISGlobal y coordinadora del análisis. Estudios previos sugerían un mayor riesgo de cáncer en niñas y niños expuestos a TAC, pero tenían varias limitaciones metodológicas.
Para abordar estas limitaciones, un grupo de clínicos, epidemiólogos y dosimetristas de nueve países europeos (Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Noruega, Países Bajos, Reino Unido y Suecia) condujo EPI-CT, un estudio internacional coordinado por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (AIRC) y financiado en gran medida con fondos europeos.
«Llevar a cabo este gran estudio multinacional fue todo un reto: hubo que extraer datos de los registros radiológicos de 276 hospitales y vincularlos a registros de población de nueve países, todo ello manteniendo la confidencialidad de los datos personales«, explica Cardis.
Se habían sometido a un TAC antes de los 22 años
En el estudio se analizaron datos de casi un millón de personas que se habían sometido a al menos un TAC antes de los 22 años. El equipo investigador calculó, para cada persona, la dosis de radiación absorbida por la médula ósea, que es donde se producen las células sanguíneas, informan desde el IsGlobal. Al vincular esta información a los registros nacionales de cáncer, se pudo identificar a quienes desarrollaron un cáncer de la sangre más tarde. El seguimiento de las personas se prolongó durante una media de 7,8 años, aunque para aquellos que se sometieron a un TAC en los primeros años de la tecnología, fue posible controlar la incidencia de cáncer durante más de 20 años después del primer TAC.
Los resultados del análisis muestran una clara asociación entre las dosis totales de radiación absorbidas por la médula ósea procedentes de las tomografías computarizadas y el riesgo de desarrollar tumores malignos, tanto mieloides como linfoides. Según las conclusiones del estudio, una dosis de 100 mGy -la unidad de medición para la dosis absorbida es el miligray (mGy)- incrementa el riesgo de desarrollar un cáncer de la sangre por un factor de aproximadamente 3. Eso significa que una exploración típica hoy en día (con una dosis media de unos 8 mGy) aumenta en un 16 por ciento el riesgo de desarrollar este tipo de cáncer.
«Si observamos el porcentaje es alarmante, aunque debemos tener en cuenta que es un porcentaje respecto al riesgo basal y que la incidencia en general de este tipo de cáncer es relativamente baja», afirma Bosch. «En términos de riesgo absoluto, esto significa que, por cada 10.000 jóvenes que se someten a un TAC, podemos esperar ver alrededor de 1 o 2 casos de cáncer en los dos a 12 años siguientes al examen», aclara en declaraciones a ABC la investigadora. Los autores señalan que, para mejorar las estimaciones de riesgo en el futuro, es importante asegurarse de que las dosis y los parámetros técnicos se recogen de forma sistemática y adecuada en las clínicas en tiempo real.
En la actualidad, más de un millón de niñas y niños europeos se someten cada año a un TAC. Aunque las dosis de radiación de los TAC han disminuido sustancialmente en los últimos años, los resultados de este estudio subrayan la necesidad de concienciar a la comunidad médica y de seguir aplicando medidas estrictas de protección radiológica, especialmente en la población pediátrica.
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«El procedimiento debe justificarse adecuadamente -teniendo en cuenta las posibles alternativas- y optimizarse para garantizar que las dosis se mantienen lo más bajas posible, al tiempo que se mantiene una buena calidad de imagen para el diagnóstico», explica Cardis. Magda Bosch señala también la importancia de que las familias estén informadas sobre el riesgo que conlleva la exposición y aumenten la comunicación con el personal médico para conocer las diferentes técnicas de diagnóstico que barajan.
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