Steven Pinker: «No podemos tener un gobierno totalitario que obligue a la gente a dejar los combustibles fósiles»

El psicólogo cognitivo y escritor descarta un apocalipsis generado por una IA, aunque sí cree que puede contribuir a un aumento de la desinformación

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Steven Pinker, durante la entrevista con ABC en la sede de la Fundación BBVA

El mundo va a mejor, aunque haya a quien le cueste reconocerlo. Es la defensa enconada que hace Steven Pinker (Montreal, Canadá, 1954), psicólogo cognitivo y lingüista, a quien le han tachado de optimista empedernido. Pero la racionalidad y la ciencia, argumenta, han logrado ... un mundo más pacífico, menos violento. Y es el camino por el que seguirá transitando la humanidad si ambos atributos siguen yendo de la mano. Ni siquiera la llegada de la inteligencia artificial, que parece el último jinete del Apocalipsis, cambiará el rumbo, según el catedrático de Harvard galardonado este año con el premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en la categoría de Humanidades y Ciencias Sociales, junto con el filósofo Peter Singer.

—¿Qué le pregunta usted a ChatGPT?

—Lo utilizo como un motor de búsqueda semántico. El problema con los motores de búsqueda convencionales es que se basan en palabras, no en ideas. Si recuerdo un experimento, pero no el nombre de las personas que lo realizaron, lo describo en palabras al ChatGPT. El problema es que se inventa los datos, así que me resulta bastante decepcionante y tampoco puedo confiar en él.

—Si la IA fueran un niño aprendiendo, ¿en qué edad estaría?

—En ninguna, porque no aprenden como aprendemos los humanos. Es una inteligencia 'marciada', más inteligente que los humanos en algunas formas, más estúpida en otras. Los niños humanos no necesitan 15.000 años de procesamiento de frases para entender español o inglés. Los niños aprenden en el contexto del mundo real mientras que los modelos de lenguaje devoran cantidades masivas de texto sin contexto e identifican patrones estadísticos. El motivo por el que son tan vulnerables a la invención es que no tienen un concepto de un evento real. Lo que es estadísticamente probable que ocurra es muy diferente a lo que ocurre en la memoria de las personas.

—Directivos y desarrolladores están avisando sobre los peligros que conlleva la IA. ¿Está preocupado?

—Estoy de acuerdo en que hay peligros. El principal es inundar el mundo con desinformación, de tal forma que sea más difícil hacer una distinción entre la verdad y la creación. Pero no creo que los escenarios apocalípticos sean posibles y se vayan a materializar. Creo que hay un riesgo de aterrorizar a las personas con escenarios propios de la ciencia ficción. Las personas se preocupan de la IA y yo creo que es algo sangrante: que no se preocupen de estas cuestiones y que se preocupen de lo que es real, como el cambio climático, las guerras nucleares… la gente se está haciendo muy fatalista. Parece que estamos todos abocados al pesimismo. Piensan: «No tendremos niños, porque si no nos mata el cambio climático, nos va a matar la inteligencia artificial». Y yo creo que al final se toman medidas equivocadas contra escenarios apocalípticos. Hay un teórico de la IA que dice que tenemos que bombardear las instituciones de investigación de la IA. Y esto podría conducir a una guerra masiva que sería mucho peor de lo que posiblemente vaya a ocurrir con la IA.

—¿Cómo cree que va a influir la IA en las nuevas generaciones, en cómo aprenden y cómo ven el mundo?

—Es pronto para decirlo. Hay ciertas cosas que no van a cambiar, como la naturaleza humana, el pensamiento humano…

—¿Por qué escasea la racionalidad?

—Bueno, el subtítulo de mi libro es por qué «parece» escasa. La cognición humana siempre ha tenido la capacidad para la racionalidad, además de sesgos y deficiencias. Hemos desarrollado 'atajos' para suplir esas deficiencias en la racionalidad, como las bases de datos, la estadística, la lógica… Es fundamental que estas herramientas sean parte de nuestro kit de herramientas cognitivo, como es leer y escribir. Si no, al final caemos en una forma de escuchar más simplista. Pero nuestro entendimiento del mundo más allá de nuestra propia experiencia no es tan racional, porque no afecta al día a día. En el día a día todos tenemos que ser racionales, de lo contrario no podríamos tener comida en la nevera. Pero no aplicamos esta racionalidad a lo que ocurre más allá. Por ejemplo, ¿cuál es la causa de la pandemia del Covid? ¿Cuál es el origen de la vida? Para preguntas como esas, nuestra tendencia natural es apoyarnos en mitos, en lo que nos hace sentirnos bien sobre nosotros mismos. La racionalidad parece escasa porque la gente interpreta ese mundo más amplio apoyándose en la mitología.

—Tras décadas de avisos sobre los efectos que tendría el cambio climático, ¿cómo encaja esa racionalidad?

—Analiza los pasos razonables que podemos dar para minimizar el daño. No es una batalla moral entre las empresas, las personas y la gente buena, sino un problema que tenemos que resolver y los combustibles fósiles son el principal problema. La solución al cambio climático se tiene que basar en las innovaciones tecnológicas que nos den acceso a energía limpia, abundante y barata. No podemos tener un gobierno totalitario que obligue a las personas a dejar de lado los combustibles fósiles. Si queremos reducir el uso es porque la energía limpia va a ser más barata y necesitamos para ello innovación tecnológica y combinarlo con políticas, por ejemplo, un impuesto al carbón. ¿Es obvio? No, no lo es. Muchas personas creen que la única forma de combatir el cambio climático es que volvamos a la era previa a la Revolución Industrial, algo que no va a ocurrir y no debería ocurrir porque entonces la esperanza de vida era más corta, la vida era más peligrosa…

—Es muy activo en la lucha contra la cancelación. ¿Cree que la libertad de expresión está en peligro?

—Sí, está en peligro. E irónicamente en un lugar que tendría que estar dedicado a la libertad de expresión, como son las universidades. Las universidades existen para transferir conocimiento y si las universidades criminalizan algunas opiniones, no están brindando conocimiento. Si no podemos expresar ideas porque no hay libertad de expresión, al final no vamos a entender bien la realidad. El hecho de que haya personas dentro de las universidades que se vean inhibidas, que no puedan expresar sus opiniones, personas que han sido despedidas o penalizadas por haber expresado sus opiniones, explica la patología que existe en nuestro sistema universitario.

—¿En qué está trabajando ahora?

—Estoy trabajando en un libro sobre conocimiento mutuo. Es decir, el estado en el que todos sabemos que todos sabemos algo: yo sé algo, tú también, yo sé que tú lo sabes, tú sabes que yo lo sé, tú sabes que yo sé que lo sabes…. Y he investigado que esto es muy diferente al hecho de que alguien conozca algo. Nosotros somos sensibles a las diferencias entre el conocimiento mutuo y el conocimiento compartido. Y eso impulsa muchos fenómenos económicos, como las burbujas especulativas, o fenómenos políticos. Impulsa también fenómenos sociales y emocionales como las emociones autoconscientes, como la vergüenza, la culpa… afecta al lenguaje indirecto. Hay una diferencia entre el conocimiento mutuo y el conocimiento compartido y este es un motor de las interacciones humanas.

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