Las religiosas que cuidan a los 'poseídos por los malos espíritus'

La pobreza y la guerra disparan los casos de enfermedades mentales en la RD del Congo

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Una paciente se hace un encefalograma en el hospital iNMACULADA GONZÁLEZ-CARBAJAL

Gabriel González-Andrío

Madrid

«A algunos enfermos mentales nos los traen sus familiares o la gente del pueblo atados (algunos con cadenas), son escenas muy duras las que nos encontramos cada día en nuestros centros médicos», explica Sor Ángela Gutiérrez, que lleva 35 años dedicándose en cuerpo ... y alma a los más vulnerables en la República Democrática del Congo. Concretamente las cuarenta personas (entre empleados y hermanas) que viven allí atienden cada año a más de 30.000 personas con trastornos psíquicos.

Esta ingente labor no ha pasado desapercibida y Ángela ha sido propuesta para el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2024. «Estamos muy ilusionadas porque con este premio podríamos visibilizar este grave problema y podríamos ayudar aún a mucha más gente. Ahora necesitamos ayuda para ampliar el centro de Telema Matete, una zona donde hay muchísimos pobres», afirma.

Las continuas guerras en el Este del país, donde actúan grupos rebeldes como el M-23, y la pobreza de la gente han disparado los casos de enfermedad mental en un país de 102 millones de habitantes aproximadamente. El conflicto bélico ha provocado además el desplazamiento de miles de familias que han huido con lo puesto y han acabado enfermando.

Las Hermanas Hospitalarias llevan en el Congo desde 1989. Tras unos primeros años de formación en clínicas para enfermos mentales y aprendiendo el idioma, ahora tienen dos centros: uno en la zona del aeropuerto donde vive la población más pobre y otro está en Kitambo, en Kinshasa (la capital, que cuenta con unos 17 millones de habitantes). En el primero atienden a unos 200 pacientes al día «y ya se ha quedado pequeño», puntualiza.

En el segundo, que es más amplio y nuevo, tienen especialistas en psiquiatría, medicina general, un taller y una casa para madres que son enfermas mentales y viven en la calle abandonadas con sus bebés. Actualmente atienden a veinte madres y tres niños. Tienen doce camas de ingreso temporal para estabilizar a pacientes.

Este grupo de religiosas fueron llamadas por el Cardenal Manula (ya fallecido) para ocuparse de los más enfermos y olvidados en el corazón de África. La iglesia local les ayudó a buscar los sitios para atender a los pacientes. El primer año iban tres religiosas a Kinkole, cerca del aeropuerto, donde se encontraba el único centro psiquiátrico del Congo. «Un enfermo me decía: hermana, ¿esto es un hospital o una cárcel?». «Íbamos allí dos veces por semana a llevarles comida, algo de ropa, a cortarles las uñas, peinarles y lavarles», recuerda. Tras la guerra, este centro se redujo a un pequeño pabellón con unas diez personas a las que siguen atendiendo dándoles de comer.

Una desgracia para las familias

Depresión, alcoholismo, epilepsia y drogadicción son las patologías más frecuentes. El problema más grave es que este tipo de enfermos son vistos como una desgracia en sus propias familias, «como alguien peligroso». «Para la gente -familiares, amigos, etcétera- este tipo de enfermedad es considerada como algo misterioso y creen que esas personas están poseídas por un mal espíritu. En definitiva, piensan que traen mala suerte a la familia y se les echa de casa», explica la hermana.

Lo del abandono es una triste realidad con la que se han topado las hermanas. «Sí, hemos sabido que en el interior del país a algunos enfermos los atan a los árboles, etc. También hay pastores que buscan orígenes de las enfermedades en los ancestros y acaban destruyendo a las familias», agrega Sor Ángela.

Las Hermanas Hospitalarias En la primera imagen aparecen Sor Ángela con una mujer durante el taller de costura. Abajo, a la izquierda, personas en la sala de espera del hospital y, a la derecha, posa un paciente a la entrada del mismo iNMACULADA GONZÁLEZ-CARBAJAL

En este tiempo han visto de todo. «Aquí había un hospital -ya felizmente desaparecido- hecho por el entonces presidente Mobutu Sese Seko donde tenían a los enfermos psiquiátricos desnudos y encerrados en una especie de pequeñas jaulas. Se les trataba peor que a los presos», explica Gutiérrez.

Aunque no existen las estadísticas oficiales, se estima que más del 70 por ciento de los casos de enfermedades psiquiátricas son mujeres de entre 20 y 50 años de edad, y el 30 por ciento restante hombres. «Esto es consecuencia de la dura vida de la mujer, que se encarga de las tareas del hogar, los niños -muchas veces con varios hijos-, el trabajo en el campo, etc., y acaban cayendo enfermas», comenta Sor Ángela.

Ante la pregunta sobre el índice de suicidios en este tipo de enfermos, explica la hermana que «hay intentos de suicidio (aunque no tantos como en Europa), hay gente que desaparece sin más, e incluso conozco algún caso de personas que se han ahorcado».

Pese a la dureza de este trabajo, un equipo de 60 personas (entre voluntarios y hermanas) desde el año 200 salen una vez al mes por las calles más pobres de la capital para atender y recoger a enfermos mentales que han sido desahuciados. «No nos dan la dirección de sus hogares porque no quieren volver a casa. Es muy duro», concluye Sor Ángela apesadumbrada. «Hablamos con ellos, les llevamos algo de comida, les lavamos, los vestimos, etc. Queremos hacer más por ellos pero nos faltan medios, lo que queremos es que sean respetados y recuperen su dignidad humana», agrega.

Sin habla por el sufrimiento

También atienden en la localidad de Makala a mujeres enfermas mentales que vienen de la guerra de la zona del Este. Muchas de ellas han sufrido violencia sexual por parte de las guerrillas. «Estas mujeres se han quedado hasta sin habla de lo que han visto y sufrido», apunta.

Se estima que en África una de cada seis personas sufre una enfermedad mental y cerca de 30 millones padecen depresión, aunque el miedo al rechazo y el aislamiento, y la falta de profesionales cualificados son los mayores retos a los que se enfrentan la mayoría de los países del continente. Las Hermanas Hospitalarias ya han puesto los cimientos para empezar a cambiar las estadísticas en la República Democrática del Congo.

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