La precariedad y la falta de oportunidades, el 'virus' que afecta a los más jóvenes: «El mundo laboral es muy hostil»

En España la tasa de desempleo es mayor que en el resto de la UE; además, la edad de emancipación ha superado los 30 años

España registra el mayor nivel de desempleo y de paro juvenil de Europa

Una joven pasa por delante de una oficina de empleo. (ARCHIVO) EUROPA PRESS

Lucía por fin cree haber encontrado una mínima estabilidad laboral. Es una joven de 27 años que trabaja en Madrid. «Tengo un contrato indefinido que es de fines de semana», dice en conversación con ABC. Este verano ha sacrificado una vez más su descanso ... para ganar algo más de dinero mientras el resto de mortales se va de vacaciones. «Estoy cubriendo las de mis compañeras. Entonces me hacen una ampliación de jornada y así también me pagan más», añade.

Hasta alcanzar esta especie de 'suerte' en el trabajo, Lucía ha encadenado todo tipo de empleos precarios. Estudió Educación Infantil en un colegio público, aunque nunca ha podido ejercer de ello más allá de unas prácticas. Ha pasado por hostelería, comercio o Correos. En esta última empresa sí tuvo mejores condiciones, de hecho se encuentra a la espera de saber si ha aprobado o no las oposiciones. «Mi primer trabajo fue en un McDonalds», expresa para referirse a la que ha definido como «una de las peores experiencias» de su vida. «Estuve un año allí los fines de semana, trabajando y estudiando a la vez. La verdad es que muy mal, fue horrible, yo quería que me echaran».

«Las vas a pasar putas. No vas a llegar a nada». Javier tiene el recuerdo grabado del mejor amigo de sus padres diciéndole eso cuando era adolescente. Este joven arquitecto expresa que «era tímido y no tenía muchos amigos» y añade que tuvo que escuchar esas palabras cuando solo contaba con 12 o 13 años, al tiempo que relata cómo le «horrorizaba» que otros seres queridos pudieran escucharlas. Ahora tiene 34 y aún suenan en su cabeza. «He sido falso autónomo, becario varios años y ahora estoy con proyectos o en el paro. Hago lo que puedo, pero no pierdo la ilusión», cuenta a este periódico desde la terraza del bar en el que suele sentarse a fantasear con bocetos de planos de casas que sueña con construir.

Javier y Lucía no se conocen, pero tienen algo en común más allá de la precariedad laboral: están buscando, aunque no lo sepan, su lugar seguro. En psicología se conoce así a ese sitio al que cada uno puede acudir mentalmente cuando necesita escapar de sí mismo. Un rincón de plenitud.

«Conocí ese concepto hace un par de años, cuando estaba corrigiendo la novela». Quien habla es Cristina Armunia. Tiene 34 años, es asesora política y acaba de publicar su primer libro, que precisamente lleva ese título, 'Un lugar seguro'. Su historia es similar a la de los dos jóvenes anteriores y en cierto modo está reflejada en la forma en que ha logrado que vea la luz su novela: lo ha hecho a través de una campaña de crowdfunding que puso en marcha en la segunda mitad del año pasado con libros.com. «El título simboliza mucho para mí, porque cuando estoy escribiendo, se me olvidan las frustraciones vitales», relata desde un bar del centro de Madrid una calurosa mañana de agosto.

La novela, que desprende un estilo «realista-ácido», como ella misma lo llama, trata de precariedad y desarraigo, dos temas muy a la orden del día entre los jóvenes. «Bebe del realismo mágico latinoamericano y creo que sin darme cuenta hago una crítica a la sociedad, aunque no es ensayo ni busco que lo sea», completa la escritora.

España, la tasa de desempleo más alta de la U.E.

España es el país con la tasa de desempleo más elevada de la UE: se sitúa en el 11,5%. Está por encima de economías como Grecia, donde el dato es del 10,9% y muy lejos de países como la República Checa, donde está en el 2,5%. En menores de 25 años, España también está a la cola en empleo y tiene una tasa de paro del 26,8%.

«Las oportunidades laborales en mi caso han sido escasas tras finalizar la universidad. Tengo grado y máster y no creo que ese hecho me haya abierto las puertas, más bien me las ha ralentizado», cuenta Lola. Tiene 28 años y ahora mismo no está trabajando. La joven recibe a ABC en el salón de la casa de sus padres, donde vive. Es una habitación pequeña con dos sofás, una televisión y una mesa para comer.

Lola ha encadenado contratos de seis meses –nueve con mucha suerte– durante los últimos años. Antes de eso, intentó buscar su hueco, pero no tuvo éxito. «Un ejemplo: estuve en un portal digital deportivo durante once meses hasta que me saliera algo y para mantenerme ocupada. Las personas encargadas de la página digamos que explotaron mi buena fe para obtener crónicas, reportajes y previas gratis. Nos decían que si trabajábamos, los resultados se verían en un futuro. Recuerdo ver en un sábado cuatro o tres partidos de segunda división y hacer sus respectivas crónicas y sacarlas al día. Y lo peor es que ni te lo agradecen», cuenta nerviosa y con la voz ligeramente entrecortada.

«La realidad es que a las empresas les da igual cuántas horas de prácticas hayas hecho, cuánto te hayas partido la espalda por llegar a todo y que hayas hecho el mismo trabajo que un empleado con contrato indefinido», cuenta Ana. Esta joven de 26 años lamenta que de su promoción de Periodismo «sólo un pequeño círculo lo sigue intentando, pero en su gran mayoría ahora se dedican a la hostelería y están de dependientes en tiendas». «Esos trabajos no tienen nada de malo», aclara, «pero es triste que haya tanta gente dedicando años de esfuerzo a estudiar algo que no lleva a ningún sitio»

Cuando Cristina Armunia empezó a escribir 'Un lugar seguro' corrían los años 2012 a 2014. El panorama era peor que el de ahora, pero en términos generales era bastante similar. «Terminé la carrera, mis padres me pagaron un máster y yo no encontraba trabajo y lo que había eran prácticas no remuneradas o bajo remuneradas y estaba muy frustrada», expresa la escritora novel para definir cuál era el entorno que la inspiró.

Cristina Armunia con su libro en la Corredera Baja de San Pablo, Madrid. A.S.

'Un lugar seguro' mira a la realidad desde cuatro historias diferentes, pero relacionadas. Lo mismo ocurre con los testimonios de los jóvenes de este reportaje, que no se conocen entre ellos, pero podrían sentarse a charlar durante horas porque tienen muchas más cosas en común además de compartir generación y tiempo vital.

«No me siento realizada como persona»

En la novela, se cuenta la historia de Laura, Crispín, Íkar y Daniel. Se divide en cuatro partes, una para cada uno de ellos. Todos jóvenes, uno de ellos un niño. Todos relacionados con Laura. «Es el personaje que cuenta cómo se ha ido de su casa: es una chica joven, que se ha marchado a estudiar a Madrid, que está a punto de terminar la carrera y ve que no va a encontrar trabajo».

Además de la precariedad y el desarraigo, en el libro también se ven las diferentes realidades que confluyen en una gran ciudad, a la par que el mundo rural. Por último, la novela cuenta otro aspecto vital: el no saber qué hacer, por el que casi todas las personas pasan en algún momento, especialmente a edades tempranas. Eso lo muestra Daniel: «Representa ese caos, ese no saber qué hacer con tu vida en esos años en los que ya no eres un niño, pero tampoco eres un adulto, y se supone que tienes que terminar de estudiar, encontrar trabajo, ser independiente», aporta la escritora.

«No me siento realizada como persona. Me siento inútil. Siento que podría hacer más y no me dejan», lamenta Lola, con cierta sensación de culpabilidad por «permitirse» que la falta de trabajo le condicione también su estabilidad personal. «Creo que es una sensación por la que todos pasamos, pero que la mal llamada 'generación de cristal' lo ha vivido, si cabe, con más intensidad», completa la autora de 'Un lugar seguro', que quiere aclarar: «Es verdad que todas las generaciones tienen sus crisis, pero sí que creo que a la nuestra se nos había dicho que si estudiabas, que si lo hacías todo bien, seguramente ibas a tener un buen trabajo y resulta que no».

«Dos de mis mejores amigos se fueron a vivir al extranjero y no han vuelto ni tienen intención», dice Javier, que explica que Carlos, uno de ellos, de 31 años, es enfermero, y David, el otro, de 33, investigador. El primero vive en Reino Unido, el segundo, en Alemania.

«Cuando dejaron de llamarme en Correos, empecé a echar currículums en Infojobs. Trabajé en una tienda de gafas, pero no terminé de cuajar allí bien. Me hicieron un contrato indefinido con dos meses de prueba y al finalizar ese periodo me echaron a la calle», relata Lucía, que añade que independizarse «está muy complicado». «Mi novio y yo llevamos muchos años ahorrando para reformar una casa y ya por fin creo que en septiembre podremos», cuenta, consciente de su 'suerte' en ese aspecto.

Emancipación más tarde de los 30 años

En España, la edad media de emancipación de los jóvenes ha superado los 30 años. Concretamente, se sitúa en los 30,3, según una nueva edición del Observatorio de Emancipación, que elabora el Consejo de la Juventud de España (CJE). De hecho, solo el 15,9% de los jóvenes está independizado, la mitad que la media de la Unión Europea. Además, aquellos que quieran vivir solos deberán destinar al alquiler el 83,7% de su sueldo neto anual.

«Es triste que cerca de los 30 te veas obligado a seguir mantenido por tus padres, que ya deberían estar disfrutando de la vida sin preocupaciones. Triste seguir estudiando y buscando un hueco en una etapa de tu vida en la que creías que ya todo sería independencia y estabilidad», dice Ana.

«Está bastante complicado el tema de la vivienda para los jóvenes. Mis padres, a mi edad –tengo 27 años–, ya tenían una niña, que era yo, y seguramente mi madre ya estaría embarazada de mi hermano, que nos llevamos cinco o seis años», abunda Lucía. «Es triste pensar que mis padres con 20 años tenían la vida resuelta, y que muchas personas de mi generación no crean poder aspirar ni a la mitad de lo que ellos tenían. Me da que hay algo que se está haciendo muy mal», completa Ana.

Con los datos sobre la mesa, la precariedad podría ser como una especie de enfermedad que afecta en su mayoría a los más jóvenes. Aunque se extiende también a edades más avanzadas, como Rafa, que a sus 44 años todavía va enlazando empleos de baja calidad.

La autora de 'Un lugar seguro' quiso reflejar la falta de oportunidades así, como una pandemia que afecta a los jóvenes casi en exclusiva. En el libro también hay quienes tienen que pasar una cuarentena y permanecer encerrados para no contagiar al resto de una enfermedad de la que poco o nada se conoce. Algo parecido sucedió con la llegada de la pandemia del coronavirus en 2020, aunque Armunia no se ha inspirado en ella: en 2012, cuando comenzó a escribir, ya lo reflejó: «El virus estaba todo el rato y podía simbolizar la precariedad».

«A mí también me gustaría tener independencia plena», aporta Malena, de 28 años. Trabaja como autónoma para un medio de comunicación. «Es imposible alquilar y ya no digamos comprar, con un sueldo tan precario y con una profesión en la que se aprovechan tanto de la vocación», zanja a la salida de un evento que ha ido a cubrir cerca del centro de Madrid.

«La cosa está mejor que en 2008, pero sí que el mundo laboral es muy hostil y a veces no te tratan como si fueses una persona», completa Armunia, que confiesa que llegó a «temer que no saliera el libro».

La autora de 'Un lugar seguro' ahora se siente responsable de que la novela guste a todos aquellos que la lean y espera con ilusión que así sea, como Lucía aprobar las oposiciones de Correos, para las que ha «estudiado mucho», o Javier encontrar un trabajo estable en un estudio importante de arquitectura o Lola firmar sus crónicas y que estas sean retribuidas dignamente. En definitiva, todos buscan encontrar su 'lugar seguro' y la cura a ese mal llamado precariedad del que nada y mucho se sabe a la vez.

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