Parejas 'LAT', el nuevo modelo de relación que no comparte casa: «No quiero que nadie me espere a cenar»
En un momento crítico del precio de los alquileres, un 7% de parejas en España deciden no dormir bajo el mismo techo. Los LAT ('Living Apart Together') desean huir de la rutina, aunque los demógrafos advierten de que es una fórmula contraria a la familia y la natalidad
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Iniciar sesiónEn el momento cumbre de una boda, los novios se prometen fidelidad «en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, todos los días de la vida». Esta fórmula que todo el mundo ha escuchado alguna vez quiere decir, al ... menos de forma implícita, que convivirán bajo el mismo techo, ya sea laboral o festivo; con gripe o sin ella «hasta que la muerte les separe».
El compromiso es exigente, para siempre, pero los que no se divorcian suelen compartir alquiler, hipoteca o propiedad, eso, «hasta que la muerte les separa». La gran mayoría de los matrimonios españoles viven en la misma casa, pero, entre aquellas parejas que no pasan por el altar o el juzgado, cada vez es más habitual que cada uno de los miembros disponga de su propio salón, cocina y baño. Los anglosajones lo han denominado modelo de pareja LAT, acrónimo de 'Living Apart Together' y que significa «vivir separados estando juntos» o, dicho de otro modo, optar por una relación sin rutina.
«Somos monógamos, pero mantenemos ciertas jerarquías y la pareja no siempre debería pasar por encima de otras cosas de la vida. Ni por encima de mis amigos ni por encima de mí misma. No me apetece que haya alguien que esté a mi lado todo el rato y muchos días no quiero, ni necesito, que nadie me espere a cenar. Me gusta llegar a mi casa y estar sola, no interactuar. No ser novia ni amiga, sino poder ser yo», argumenta Berta, que se dedica al mundo editorial. «A ninguno de los dos nos ha apetecido compartir ese grado de intimidad y tampoco lo veo como una casilla final. No creo que seamos menos pareja por no compartir una rutina», añade esta LAT. Pero, antes de continuar con las razones, algunos datos. En el estudio 'La gestión de la intimidad', elaborado por el sociólogo Luis Ayuso y que parte de la última encuesta del INE sobre Fecundidad y la Encuesta Sociogeneral Española (ambas del año 2018) se dice que el 61% de la población española tiene pareja. De entre estos, los que no conviven suponen un 12,9% del total, aunque la pregunta clave es: ¿por qué no lo hacen?
Algo más del 25,4% se están conociendo y se «consideran muy jóvenes para vivir juntos». Este grupo, con una edad media de 21,8 años, respondería al clásico noviazgo juvenil. La siguiente categoría más numerosa (un 25%) es la de aquellos que no conviven «por motivos económicos», que tienen una edad media de 28 años y son los que no se han emancipado de casa de sus padres, aunque lo desean.
Luego aparecen los que no conviven por causas laborales, que alcanzan el 13% y que, aunque siempre han existido, siguen creciendo. «Es la vieja figura del marinero, que siempre volvía a casa sobre las mismas fechas y, por eso, los hijos solían nacer el mismo mes», indica a ABC el sociólogo Luis Ayuso. Que uno trabaje para una multinacional en Barcelona y el otro sea profesor en Ciudad Real. La típica relación a distancia.
Universitarios y de 40 años
Los auténticos LAT, los que no quieren vivir juntos «por mantener su independencia» suponen en torno a un 7% de la población y son los que presentan unos rasgos más diferenciadores. Su edad media está en 42,8 años, casi la mitad tienen estudios universitarios y mantienen relaciones consolidadas, con unos seis años de duración de media, viniendo muchos de segundas y terceras uniones. «Los LAT prototípicos viven cerca y no cada uno en una ciudad», señala Ayuso. De hecho, este diario conoce el caso de una pareja que vive en diferentes apartamentos dentro del mismo edificio y que firmaron cada una de sus hipotecas el mismo día. Son LAT pura sangre. «Claro que vivir a diez minutos andando facilita mucho las cosas», reconoce Berta. A Juan, el otro LAT con el que ha hablado ABC, le separan de su novio veinte minutos en bici. «Pero si nos echamos de menos o necesitamos apoyo urgente, existen los teléfonos».
«Parece que es obligatorio tener pareja para poder sobrevivir»»
Juan
LAT
Juan, que ha cumplido los 41 años y se dedica al teatro, considera que hay algo en la convivencia obligada que hace que la relación se vicie porque se empieza a dar por sentada a la pareja, asumiendo que es como cualquier otro elemento de la casa. «Hay días que la rutina nos destroza a nosotros mismos, ¿cómo no va a destrozar al otro? En la convivencia pueden surgir detalles maravillosos y una noche te encuentras la cena en el horno al volver de trabajar. No lo critico, pero a mí, lo reconozco, no me funciona. Prefiero dormir solo, descansar mejor, tener mi horario y seleccionar los momentos para vernos. Escoger los huecos, buscar que sean especiales y de calidad, no quiere decir que vivamos en la cita eterna», dice este profesional que puede pasarse largas temporadas escribiendo en su piso.
Pero el planteamiento de este LAT va más allá de lo emocional y hay en su elección un componente de resistencia, casi político: «Creo que nos han engañado, debería ser razonablemente normal poder vivir solo por elección. Parece que es obligatorio tener pareja para poder sobrevivir». El modelo LAT llama especialmente la atención por estar ganando popularidad en un momento crítico del precio de los alquileres. Pagar a medias la mensualidad es rentable, aunque es delicado o más bien poco romántico, que el contrato de alquiler sea el pegamento que une a la pareja. Más aún, existe el extremo de los divorciados que se ven obligados a compartir techo con sus ex por razones económicas, un síntoma más de cómo las ciudades han contaminado la intimidad.
«Si viviéramos en Buckingham Palace la cosa sería distinta»
El éxodo rural, al igual que el individualismo de las sociedades, es uno de los factores que explican que haya novios que no deseen dormir juntos cada día. «La vida urbanita es más asfixiante y la superficie de los pisos está menguando. En el entorno rural, con casas más amplias, la vida en común era más natural», reflexiona Ayuso. «Efectivamente, si viviéramos en Buckingham Palace la cosa sería distinta. Él podría vivir en un ala, yo en el otro; y vernos cada tres días a cenar», cuenta Juan, cómico. Además, Berta apunta otra idea en torno a los espacios: «¿Y si mañana rompes con tu pareja? Tendríamos que crear un nido desde cero y uno de los dos se quedaría con un hogar contaminado. Me gusta mantener un lugar que es sólo mío, como mi bañera de agua caliente».
Los detractores del modelo LAT
Pero el modelo LAT no convence a todo el mundo. Hay quien, como el demógrafo Alejandro Macarrón, lo percibe como un ataque a la institución de la familia y como una frivolidad propia de la vida moderna. «Es un tema residual, aunque llamativo, que me recuerda un poco al poliamor. Creo que hay personas a las que el ideal de matrimonio unido para toda la vida les molesta. Si los LAT se generalizan creo que no sería positivo para la sociedad: habría más soledad y por supuesto, una caída de la natalidad importante», advierte Macarrón a este diario.
Cuando se pregunta a un LAT por su deseo de tener hijos, las razones van perdiendo peso y la postura es más abierta. «No es algo que aún nos hayamos planteado, pero en el caso de querer formar una familia supongo que sí, lo más fácil es que nos fuéramos a vivir juntos», concede Berta. Si se analiza el fenómeno LAT desde un punto de vista tradicional-católico aparece, a simple vista, la paradoja de que estas nuevas parejas hacen el camino inverso a los matrimonios que, por motivos de fe, esperaban a casarse para empezar una vida en común.
«Creo que no es un amor maduro, sino líquido, descafeinado y temporal»
La sociedad contemporánea, de forma más o menos generalizada, veía con cierto escepticismo esta elección argumentando que sin haber probado la convivencia con el otro, era arriesgado dar el «sí, quiero». En cualquier caso, no es una fórmula que encaje con la concepción cristiana del matrimonio: «Considero que no es una forma madura de entender una relación. Nunca se puede juzgar ni valorar el amor de una pareja, pero de entrada me parece más líquido, más descafeinado. Creo en un amor maduro en el que se comparte la vida, con sus mejores y peores momentos. Te conoces, te perdonas y sales de la crisis. En mi opinión, los LAT ponen frenos, hay cierto componente de temporalidad», opina Carmen Sánchez Maíllo, del Instituto de Estudios de la Familia CEU.
La pasión vs. el proyecto común
Pero respecto al carácter temporal de estas uniones existen disparidad de opiniones. «Considero que los LAT no están abocados a la ruptura sino todo lo contrario, tienen más probabilidades de mantener la pasión a lo largo del tiempo y también de evitar la presión y conflictos derivados de la convivencia», refiere la psicóloga en asuntos de pareja Cecilia Martín. En este modelo, dice, se alarga la etapa del 'amor fou', aunque «podrían surgir discrepancias sobre el tiempo compartido y dificultarse la idea de compromiso, de proyecto común».
Los LAT, no hay duda, nos hablan del presente. «Hay demógrafos que piensan que vivimos en sociedades napoleónicas en las que el estado civil lo dice todo: soltero, casado o divorciado. Pero la mitad de los jóvenes españoles nunca se casarán», apunta Luis Ayuso. Venimos, recuerda, del modelo de clanes tradicional donde los matrimonios «agrandaban el cortijo», es decir, una de las dos familias 'asumía' a la nueva pareja.
El siglo XIX es el de la pareja comunitaria y romántica, «la media naranja, el hoy por ti, mañana por mí», que es lo que se conoce como modelo de la 'neolocalidad', el núcleo que se acaba de crear se establece en un nuevo hogar y se separa del clan familiar. En 2024, parece no estar tan claro aquello de que «el que se casa, casa quiere».
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