Francisco entierra a Benedicto y cierra un periodo inédito en la Iglesia
El Papa preside un funeral en el que el calor lo pusieron los miles de peregrinos congregados en plaza de San Pedro
Corresponsal en el Vaticano
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Iniciar sesiónRoma debe tener alma de poeta, porque en las ocasiones especiales consigue sorprender a quienes pensaban conocerla. Este jueves, el día amaneció con la basílica de San Pedro cubierta de una niebla espesísima. Ahí seguía minutos antes de las 9 de la mañana, cuando ... se abrieron los cortinajes rojos de la cancela principal de la fachada de San Pedro para dejar pasar los restos mortales de Benedicto XVI. No era día de luto en el Vaticano ni las banderas lucían a media asta. Mientras la ceremonia empezaba en San Pedro miles de turistas recorrían los Museos Vaticanos.
Llevaron el féretro de madera de ciprés doce sediarios vaticanos. Caminaban al son de una campana, con paso sereno y mirada baja. Los seguían de cerca los principales colaboradores del Papa emérito. En la plaza, les guiaba el maestro de ceremonias del Papa Francisco, Diego Ravelli, uno de los diseñadores de esta liturgia, muy parecida al funeral de un pontífice reinante.
Como primer gesto, igual que en el funeral de Juan Pablo II, el secretario de Benedicto, Georg Gänswein colocó sobre el ataúd de Benedicto XVI un libro de los evangelios, que simbolizaba el ideal que marcó su vida.
El féretro llevaba labrado el escudo del Papa emérito, con la cabeza de moro de la diócesis de Munich y Frisinga; la concha del peregrino; y el Oso de San Corbiniano, otro símbolo bávaro que evoca la gracia de Dios.
A la ceremonia asistieron 20 delegaciones oficiales, aunque la Santa Sede solo había invitado formalmente a Italia y a Alemania. La Reina Sofía estaba sentada junto a los reyes de Bélgica Felipe y Matilde, y el presidente lituano Gitanas Nauseda. El Papa la saludó antes de la misa, y según el ministro Félix Bolaños, que la acompañaba, «estuvo muy cariñoso con ella».
Despedida fría
Francisco llegó a la plaza de San Pedro en silla de ruedas a las 9:30. Presidió la ceremonia con vestiduras litúrgicas rojas, color del luto papal. Junto a él celebraron 130 cardenales, 400 obispos y 3.700 sacerdotes. En su homilía, escarbó en el alma de Joseph Ratzinger hasta dar con la fuerza propulsora que inspiró las difíciles decisiones de su vida. El resultado fue un profundo retrato de tono místico. El calor lo pusieron los miles de fieles que acudieron a despedir al Papa emérito.
«Benedicto, fiel amigo del Señor, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre la voz de Dios», lo despidió. El Papa ve su vida como una «entrega agradecida a Dios y a su pueblo», «entrega orante», «entrega sostenida por el Espíritu Santo».
Solo lo nombró una vez
Igual que hizo en la beatificación y canonización de sus predecesores Juan Pablo II, Juan Pablo I, Juan XXIII o Pablo VI, el Papa Francisco evitó mencionar momentos destacados de la vida de Benedicto XVI, y mencionó su nombre solo una vez. Algunos esperaban un texto más cálido, pero ese no es su estilo. Sin embargo, trazó el marco para comprender la vida de Joseph Ratzinger y sobre todo su tarea como pastor de la Iglesia.
Pensando en Benedicto, el Papa dijo que el pastor se caracteriza por «la búsqueda apasionada de modos para comunicar la hermosura y la alegría el Evangelio», saliendo al encuentro de las personas con una «recia paz que no agrede ni avasalla».
«También nosotros, aferrados a las últimas palabras del Señor y al testimonio que marcó su vida, queremos, como Iglesia, seguir sus huellas y confiar a nuestro hermano en las manos del Padre», añadió el Papa. «Estamos aquí con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle, una vez más, ese amor que no se pierde; queremos hacerlo con la misma unción, sabiduría, delicadeza y entrega que él supo esparcir a lo largo de los años», concluyó.
El funeral concluyó con el ritual de la ‘Última recomendación y despedida’, durante el que el féretro fue incensado y bendecido. A continuación, por última vez, los doce sediarios alzaron a hombros el ataúd del Papa. Mientras lo llevaban hacia la basílica, se alzaron en la plaza banderas de Baviera y también los últimos aplausos a la vida de Benedicto XVI. Se escucharon tímidos gritos de ‘Santo Subito’ y las palabras del himno de Baviera, ‘Gott mit dir, du Land der Bayern’ (’Que Dios te acompañe, tierra de los bávaros’).
El último encuentro
Eran las once de la mañana. Antes de que el féretro atravesara de nuevo el portón de la basílica rumbo a la Cripta de los Papas en las grutas vaticanas, Francisco se acercó, lo bendijo de nuevo y apoyó una mano sobre él con contundencia, rezando unos instantes. Fue el último encuentro entre los dos Papas, la imagen que quizá marca el final de este periodo de la historia de la Santa Sede.
Caprichosa, la niebla que había estado envolviendo la cúpula vaticana durante toda la misa, decidió que era el momento de retirarse. Poética y mística en pleno funeral papal, sugería que en la tradición bíblica la nube evoca la presencia de Dios.
Por primera vez en la historia, el Vaticano distribuyó imágenes del sepelio de un pontífice. Mostró el momento en el que el ataúd de ciprés fue sellado. También, cuando fue introducido en una cobertura de zinc para protegerlo de la humedad, que fue soldada a fuego y sellada con sigilos de la prefectura de la Casa Pontifica, del Maestro de ceremonias litúrgicas, y de los canónigos de San Pedro. Lo cubrieron con un tercer ataúd de madera de roble, con las fechas de la vida de Benedicto XVI, de su nacimiento y muerte y de su pontificado.
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Los amigos y colaboradores que asistieron al breve rito en la cripta de los papas se pusieron de pie cuando fue introducido en la tumba. Luego rezaron un responso, se acercaron para mirar por última vez el féretro y se marcharon de allí en silencio. Desde mediodía, Benedicto XVI ya podía descansar en paz, a pocos pasos de la tumba de san Pedro, el primer apóstol.
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