El Papa clama por Ucrania: «¿Cuántos muertos debemos esperar antes de que las rivalidades cedan el paso al diálogo?»
Celebra una misa multitudinaria en Nursultán, la capital de Kazajistán, ante católicos descendientes de cristianos deportados
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Iniciar sesiónVarios miles de los 125 mil católicos que hay en Kazajistán participaron en la misa multitudinaria que presidió Francisco este miércoles en la espectacular explanada de la Expo 2017 de Nursultán. La mayoría son descendientes de los polacos, ucranianos y alemanes deportados por Stalin ... en estas tierras, que durante décadas acudían a misa a escondidas. Otros son católicos convertidos en los últimos años. Pero también asistieron grupos de peregrinos procedentes de Rusia, y no católicos e incluso musulmanes, que en la comunión se acercaban a los sacerdotes pidiendo una bendición. Francisco recorrió dos veces los pasillos de la pequeña explanada para verlos de cerca.
En su homilía, el Papa reconoció que «en la historia de esta tierra no han faltado 'mordeduras de serpiente' dolorosas de la violencia y la persecución atea, un camino a veces tortuoso durante el cual la libertad del pueblo fue amenazada, y su dignidad herida». «Nos hace bien custodiar el recuerdo de todo lo que se ha sufrido; no hay que eliminar de la memoria ciertas oscuridades, pues de otro modo se puede creer que son agua pasada y que el camino del bien está encauzado para siempre», dijo mirando a las personas que participan en la misa.
Explicó que se trata de una tarea que corresponde a cada persona pues «la paz nunca se consigue de una vez por todas, se conquista cada día. Y lo mismo ocurre con la convivencia entre etnias y tradiciones religiosas, el desarrollo integral y la justicia social». Pero el modo cristiano de construirla es «el amor, no el odio; la compasión, no la indiferencia; el perdón, no la venganza». «El camino cristiano no es el de la imposición y la coacción, el del poder o de la relevancia, ni mucho menos el camino que empuña la cruz de Cristo contra los demás. Es amor humilde, gratuito y universal, sin condiciones y sin 'peros'».
Durante la ceremonia se rezaron oraciones en kazajo y en ruso, los dos idiomas oficiales del país. Antes de marcharse, en tono familiar, casi como un legado de este viaje, el Papa les pidió que sean «mensajeros de la paz y la unidad». «Pienso en tantos lugares martirizados por la guerra, sobre todo en la querida Ucrania. No nos acostumbremos a la guerra, no nos resignemos a lo inevitable. Socorramos a los que sufren e insistamos para que se intente realmente alcanzar la paz», rogó.
«¿Qué debe suceder aún, qué cantidad de muertos debemos esperar antes de que las rivalidades cedan el paso al diálogo por el bien de la gente, de los pueblos y de la humanidad? La única salida es la paz y el único camino para llegar a ella es el diálogo», clamó de nuevo Francisco. «Sigamos rezando para que el mundo aprenda a construir la paz, también reduciendo la carrera armamentística y convirtiendo los enormes gastos de guerra en ayudas concretas a la población», añadió.
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El Papa también rezó por la situación en el Cáucaso, en referencia a las hostilidades en la frontera entre Azerbaiyán y Armenia, que provocaron unos 50 muertos en cada bando. «He sabido con preocupación que en estas horas se han activado nuevos focos de tensión en esa zona. Continuemos a rezar para que allí prevalezca el confronto pacífico y la concordia».
Sin rastro de cristianos desde el siglo XIV
La más antigua mención a los cristianos de esta zona que se conoce es una misiva de principios del siglo XIV del entonces Papa al Kan de Chagatai. En ella, el obispo de Roma le daba las gracias por la benevolencia con la que trataba a los cristianos que vivió en su reino. Sin embargo, años más tarde, en 1340 empezaron las persecuciones, y se perdió la constancia de la presencia de cristianos (ortodoxos) de la región hasta que fue invadida por el Imperio ruso entre el siglo XVIII y XIX.
Sí hay constancia de católicos que llegaron en el siglo XX, como soldados del ejército ruso, deportados, prisioneros de guerra o colonos durante la «campaña de las tierras vírgenes» para implantar cultivos en el país. Tras la disolución de la URSS, la situación de la Iglesia en el país se normalizó.
«Cuando vino Juan Pablo II salíamos de tiempos en los que estaba mal visto ser católico a causa del comunismo; ahora está mal visto ser católico porque la gente sigue la religión del capitalismo», explicaba Regina, nacida en una familia católica. Anna, sin embargo, se bautizó hace dos años, después de cinco planteándoselo. «Fue un flechazo espiritual. Me sentía bien cuando rezaba en la iglesia», asegura esta karateka, entrenadora del equipo nacional del país. «Mi madre me entiende, pero mi padre dice que me he equivocado», reconoce. A diferencia de sus antepasados, ella sí que ha podido decidir libremente.
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