Nueva York huele a marihuana y esto no ha hecho más que empezar
Pese a que aumentan las voces que piden límites a la regulación, la Gran Manzana permitirá la entrada en el negocio de grandes corporaciones
La epidemia del fentanilo crece sin freno en Estados Unidos y ataca ahora a los más jóvenes
Un hombre fuma marihuana por las calles de Nueva York
Tu nombre, Nueva York, me sabe a yerba. No de la que «nace en el valle a golpes de sol y agua», que cantaba Joan Manuel Serrat. Sino la marihuana que crece en invernaderos como campos de fútbol bajo tubos fluorescentes, en llanuras mexicanas, ... en macetas de Brooklyn. Lo dicen los turistas y lo reconocen los lugareños: Nueva York huele a porro.
Desde 2021, la posesión, el consumo, la compra y el transporte de hasta 85 gramos de marihuana -o de 25 gramos en el caso de cannabis concentrado- es legal en el estado de Nueva York. También está permitido el cultivo de hasta seis plantas de marihuana para pacientes a quienes se les ha recetado el cannabis como medicamento (pronto se extenderá a cualquier persona).
La legalización del cannabis es una tendencia creciente en todo el mundo. En EE.UU. va a toda velocidad. Desde que Colorado y Washington aprobaron por referéndum su uso recreativo, se han sumado más de veinte estados de la primera potencia mundial.
La ciudad de Nueva York es un caso especial. Con nueve millones de habitantes, es la más grande del país. Tiene, además, una densidad urbana poco habitual en EE.UU., un país donde las ciudades se desparraman en suburbios. Los neoyorquinos viven amontonados unos encima de otros, pared con pared, a codazos por las aceras. Y la regulación sobre cannabis, al contrario que en muchos otros estados, permite fumar marihuana en esencia en los mismos lugares donde se puede fumar tabaco. Es decir, hay marihuana en todas partes. Porque incluso donde no se puede fumar -parques, plazas, transporte público, la mayoría de lugares cerrados- la gente se fuma la prohibición. Desde la legalización, el número de llamadas al teléfono de emergencia por quejas por humos indeseados ha crecido un 86% y las protestas por fumar marihuana en los parques, un 44%. Las denuncias por gente que fuma en el metro -de donde no se puede escapar del humo penetrante del canuto- han crecido en lo que va de año un 90% respecto al mismo periodo del año pasado.
No es que la marihuana sea algo novedoso -¿hay algún lugar en el que lo sea?- en Nueva York, una ciudad que fue meca contracultural, excesiva, que lo ha probado todo y donde el consumo de marihuana es algo convencional desde hace décadas. Pero la ubicuidad actual es desconocida.
«Fumo desde los doce años»
«Yo fumo cannabis desde los doce años», reconoce Massimo, italiano de Palermo, que prefiere esconder su identidad real. El consumo de este diseñador gráfico en las dos épocas que ha vivido en Nueva York ilustra el cambio que ha vivido la ciudad con la marihuana. «En mi primera estancia, a finales de los noventa, fumé todo el tiempo con miedo. Enterrado en la nieve de la azotea de mi casa por no bajar a la calle, en la escalera de incendios de un bloque del Bronx, obsesionado porque tenía visado y era una amenaza que me pillara la policía», explica.
Como muchos, iba a buscar marihuana a zonas de cierta marginalidad -no en la actualidad- como Tompkins Square Park. «Era una época peligrosa, con mucho 'crack' en la calle y mucha violencia. La marihuana era poca cosa, era más de hippies», prosigue.
En los últimos años, los cambios han sido acelerados: legalización de la marihuana medicinal, relajamiento en la persecución de la posesión, despenalización y, por fin, legalización. «Ha sido un alivio», reconoce Massimo, que volvió a Nueva York hace seis años. «Ahora compro delante de casa, en un estanco. Te venden el Winston y la maría».
Esa venta es ilegal. La legalización de la marihuana en Nueva York impuso un mercado legal de venta bajo licencia. En toda la ciudad se han aprobado una decena de tiendas. Pero se vende por todos lados de manera irregular. En las bodegas y delis de los barrios, en las 'smoke shops' -tiendas donde venden pipas, papel de fumar, cigarrillos electrónicos y tabaco-, en furgonetas ambulantes y hasta en chiringuitos improvisados que se montan los vecinos en las aceras. Y por internet, claro, y a través de cómodo servicio a domicilio.
«Es un perjuicio a la comunidad, al mercado legal», protesta Sasha Nutgent sobre la venta ilegal. Ella es la directora de la tienda de cannabis Housing Works, la primera en recibir una licencia legal de marihuana recreativa. Abrió a finales de diciembre del año pasado y recibe a ABC en una oficina modesta en el sótano de la tienda.
El alcalde de Nueva York, Eric Adams, denunció que hay 1.500 tiendas ilegales de marihuana en la ciudad. Otras estimaciones las sitúan en 4.000. «No sabemos el número real», reconoce Nutgent. «Las autoridades ahora tratan de hacer algo, pero es poco más que un tirón de orejas. Les ponen una multa, las cierran, pero no tardan en reabrir».
800 personas al día
La competencia ilegal no ha impedido que su tienda sea un éxito. La cola llega hasta la calle, en el número 750 de Broadway, a la altura del Village y del campus de la Universidad de Nueva York. Nutgent dice que entran en la tienda entre 700 y 800 personas al día, cerca de mil los viernes y sábados. Se gastan de media cien dólares en cogollos de marihuana, aceite para vapeadores y cannabis comestible, como gominolas o chocolates. «Tenemos unos ingresos de unos dos millones de dólares al mes», dice Nutgent, que asegura que no probó un porro hasta comienzos de este año («ahora tomo comestibles para la ansiedad a para ayuda con el sueño»).
Sasha Nutgent, directora de la tienda cannabis Housing Works
El problema para Housing Works, cuyos beneficios van dedicados al completo a ayuda social, y para el resto de tiendas con licencia es que el mercado legal está a punto de dar un vuelco: en diciembre, la regulación permitirá la entrada de grandes corporaciones de la marihuana, negocios con presencia en varios estados y músculo financiero.
Ese desembarco facilitará todavía más el consumo de marihuana, cuando cada vez más neoyorquinos piden que se pongan límites. El desmadre es aparente para cualquiera que viva en Nueva York. Hay gente que enciende porros en los vagones de metro. El incienso de la 'maría' aparece en cada esquina. La gente 'bien' saca los vapeadores en restaurantes de lujo, en los grandes almacenes de lujo Saks, en el teatro, en los partidos de la NBA. Las protestas de tenistas en el Abierto de EE.UU. sacudieron la prensa mundial («La pista 17 huele como el salón de Snoop Doggy Dog», dijo Alexander Zverev, en referencia al rapero, gran fumador). Ha habido directores de colegios que protestan porque entra el aroma por las ventanas. «Es tan fácil comprar una bolsita de marihuana como una pizza», dijo Michael Bloomberg, el multimillonario exalcalde de la ciudad.
El negocio de la marihuana en Nueva York
Hasta 85 gramos
Los gramos de marihuana que se pueden comprar y poseer de forma legal en Nueva York son 85 gramos. Para el cannabis concentrado, sin embargo, la cantidad permitida es de 25 gramos.
Solo nueve tiendas autorizadas
Las tiendas con licencia para la venta de marihuana recreativa en Nueva York en la actualidad son solo nueve. Una docena más venden marihuana con receta médica. Sin embargo, los establecimientos ilegales donde se vende marihuana, según el alcalde de Nueva York, Eric Adams, son 1.500. Otras estimaciones sitúan el número en 4.000.
De 50.000 a 179 arrestos
Los arrestos por posesión de cannabis que hubo en el año 2011 en la ciudad de Nueva York fueron 50.000. El año pasado, ya con la legalización aprobada, se redujeron hasta 179.
Aumento de las quejas por fumar
El aumento de las llamadas al servicio de emergencias por quejas por fumar desde que se legalizó la marihuana en 2021 ha sido del 8%. Por fumar en parques, han crecido un 44%. Además, ha habido 8.216 violaciones de la prohibición de fumar registradas en el metro de Nueva York en los primeros nueve meses del año.
«Siempre he estado a favor de la legalización», opina Gonzalo, un español que vive con su familia en Brooklyn. Él consume marihuana de vez en cuando y lamenta el impacto penitenciario que ha tenido durante generaciones el tráfico de esta sustancia. «Lo que está pasando ahora creo que forma parte de la cultura excesiva que tienen los americanos», dice. «Y los que me preocupan son los chavales de 14 o 15 años, que están fumando como bestias en lugar de ir a clase». Él tiene hijos más pequeños, pero hay profesores que le han contado que «muchos chicos están fumados en clase», algo que afecta en especial a las minorías raciales.
Elizabeth consume cannabis a diario, pero advierte puntos problemáticos de la legalización. «Se normaliza estar fumado, y ves todo el tiempo a gente fumando marihuana al volante, es peligroso». También es preocupante para ella que se pueda consumir todo el tiempo de manera camuflada, con comestibles o líquidos. «Y los productos son más fuertes que antes y más instalados en la cultura», dice. «No sé dónde nos va a llevar todo esto». Pero, al mismo tiempo, «me parece mejor que la gente esté fumada que vaya colocada con otras cosas», dice sobre el fentanilo que arrasa comunidades en todo el país o sustancias integradas en la sociedad, como el alcohol o ansiolíticos como el diazepam o el clonazepam.
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Lo que se sabe es que el consumo de marihuana en EE.UU. está en máximos históricos -según Gallup, los estadounidenses ya fuman más porros que cigarrillos- y que la tendencia es que siga en aumento. También se ha disparado el número de intoxicaciones accidentales de niños que ingieren versiones comestibles de sus padres. En Nueva York, aunque no se lo coman, su aroma es ineludible. Nico, un niño de cuatro años, a su madre, camino de la guardería en Clinton Hill, un barrio bueno de Brooklyn: «Mami, ¡Nueva York siempre huele a florecitas!».