Luis Argüello, ante la tragedia de la DANA: «Ni el Estado ni el mercado pueden salvarnos»
El presidente de los obispos señala al don del «alma común y fraterna surgida» estos días, como fórmula para «regenerarse y abandonar toda pretensión mesiánica»
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Luiz Argüello, tercero por la izquierda, rodeado de los cardenales Rouco, Cobo, Omella, Blázquez y Osoro, momentos antes de comenzar la Asamblea Plenaria
«Ni el Estado ni el mercado pueden salvarnos, aunque en el último tramo del tiempo moderno se hayan presentado como salvadores que pueden cumplir lo que prometen». Son palabras de Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal, en su análisis «de las causas, las ... consecuencias y las respuestas» a la catástrofe provocada por la DANAen Valencia, que ha desarrollado en su discurso de apertura de la Asamblea Plenaria de los obispos, que ha comenzado este lunes en Madrid.
Argüello ya había comenzado su alocución elevando una oración, «en nombre de todos», por «el eterno descanso de los fallecidos a causa de las feroces inundaciones vividas en Valencia, Albacete y otros lugares de nuestra tierra, un abrazo a los damnificados con el compromiso de seguir con nuestra ayuda material y espiritual; también un reconocimiento agradecido a quienes protagonizan una 'ola de solidaridad'».
Sin embargo, en su análisis de la situación ha destacado que «el asombro dolorido no ha desaparecido de nuestros ojos» para añadir que «la tragedia es inmensa y el desgarro en personas, familias y todo el tejido económico y social no es fácil de recoser, en la pérdida de los fallecidos es humanamente imposible». «Con las lágrimas aún en el corazón, ¿a dónde mirar?, ¿dónde encontrar una tabla de salvación?, ¿quién tiene la culpa?, ¿quién hace justicia a los muertos?», se ha preguntado.
En ese contexto ha destacado que ni Estado ni mercado pueden ser la respuesta de salvación. «Reducidos a consumidores y votantes, mercado y Estado nos proponen una salvación, ¡el progreso!, que no basta», ha desarrollado su idea. «Pero, la tragedia ha vuelto a despertar un alma común y fraterna, un deseo de compartir y ayudar, un don que no es comercio y un compromiso que no es voto» ha explicado. «El Estado y el mercado necesitan del don para regenerarse y abandonar toda pretensión mesiánica», ha desarrollado en esta parte de su discurso.
«En estos días también hemos visto la rapiña y el populismo de la antipolítica, ha denunciado también Argüello. «Por eso, la pregunta sigue en pie: ¿quién nos librará de la culpa originaria de la brotan la codicia y la dominación?, ¿quién nos dará esperanza ante la muerte? Muchos están descubriendo en estos días que en la entrega de la vida se descubre el secreto de su significado», ha añadido.
Un discurso de carácter social
Además a la referencia explícita a los fallecidos por la DANA, el primer discurso de Argüello como presidente de la Conferencia Episcopal ha tenido un carácter eminentemente social y se ha centrado en cuatro aspectos: «Crecimiento demográfico en su doble dimensión, vegetativo y migratorio, trabajo, vivienda y la situación de la convivencia política».
Sobre la primera cuestión, el presidente de los obispos ha destacado que «en España mueren más personas de las nacen»; y ha destacado en ello «un timbre preocupante, la relación entre embarazos, nacimientos y abortos, que desgraciadamente, ha crecido en favor de estos últimos». «El número de hijos abortados representa casi el 40 % del déficit demográfico español», ha recordado.
En ese sentido ha señalado que «España es el farolillo rojo en políticas familiares de protección de la familia y promoción de la natalidad». Un fenómeno que tiene como consecuencia que «cada vez hay más personas aisladas, muchas en soledad no deseada y menos familias estables. Las familias son cada vez más pequeñas y muchas ya no tienen hijos. España se encuentra en una auténtica quiebra demográfica», ha enfatizado. Una situación que lleva a que «todo el sistema social, económico y,consecuentemente político, se enfrente a un panorama de crisis global a medio plazo. El 'invierno demográfico' no es algo privativo de España, aunque nuestro país destaca como alumno aventajado de ese Occidente posmoderno».
A la situación demográfica, Argüello también ha vinculado el problema de la vivienda. Así, ha denunciado el hecho de cada vez haya más personas que vivan solas, frente a viviendas «supraocupadas en alquileres por habitación o por acoger a personas de varias familias por la problemática actual» y las dificultades para acceder a la vivienda, por el elevado precio de los alquileres y las hipotecas. «Los hogares han crecido en casi dos millones en los últimos 10 años, pero se han ido vaciando, en cada hogar viven 2,49 personas de media»; ha señalado.
Sobre los inmigrantes también ha señalado que su «presencia es controvertida y paradójica»: «L la demografía de nuestra sociedad los necesita, pero generan rechazo; el mercado laboral los reclama, pero tiran de las condiciones laborales hacia abajo; viven en nuestros pueblos y barrios y participan en los servicios del estado del bienestar, gracias a sus hijos se mantienen escuelas que sin ellos cerrarían, pero la sanidad y los servicios sociales experimentan límites; a veces, se generan guetos y se pone de manifiesto la dificultad real del multiculturalismo».
Sobre la cuestión ha destacado el apoyo de las organizaciones eclesiales a la iniciativa legislativa popular que pide regularizar a unos quinientos mil inmigrantes que ya llevan trs años viviendo en España. «No hay otra alternativa: o se las expulsa —y el Estado sabe que no puede hacerlo—, o se las acoge en la legalidad», ha señalado la disyuntiva.
Por último, sobre la situación de convivencia política ha denunciado cómo, según los analistas, hay un «déficit» creciente de vida democrática, caracterizado por la falta de encuentro y de diálogo, que quedan anulados por la dialéctica populista y polarizada, en un clima cultural de posverdad».
Una situación que provoca un «círculo vicioso» en el que «los partidos autodenominados progresistas, críticos del sistema económico dominante, promueven y defienden antropologías radicalmente insolidarias en el campo de la vida, los afectos y el «empoderamiento» de identidades parciales y desvinculadas, lo que les hace abandonar de facto una propuesta de verdadera innovación económica y social; mientras los partidos que se resisten a ser denominados conservadores y que, aun con la boca pequeña algunos, dicen defender vida, familia y subjetividad de la sociedad, promueven y defienden un sistema económico y una manera de ejercer la política que promueve la misma práctica antropológica que sus adversarios políticos promueven sin complejo», ha denunciado.
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