León XIV se compromete a trabajar por «una Iglesia unida» que sea el «fermento de un mundo reconciliado»
En su homilía de inicio de pontificado condena «el miedo a lo diferente», la explotación de los recursos de la Tierra y margina a los más pobres
Los Reyes felicitan a León XIV por el inicio de su Pontificado y le invitan a visitar «pronto» España
En la homilía programática con la que ha iniciado oficialmente su pontificado, León XIV se ha presentado «como un hermano», que va a trabajar por la unidad y la caridad en la Iglesia, para construir «un mundo reconciliado». Ha llamado además a los católicos a «no encerrarse en nuestro pequeño grupo ni sentirnos superiores al mundo» y a «valorar la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo».
«En nuestro tiempo, vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres. Y nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad», ha clamado.
El pontificado del Papa León ha comenzado oficialmente con una ceremonia de gran solemnidad, que el nuevo Pontífice ha seguido con serenidad, tímidas sonrisas y espiritualidad, por ejemplo cuando, con visible emoción se ha puesto el anillo del pescador y lo ha mirado con cariño. Aunque es obispo de Roma desde el momento exacto en que el pasado 8 de mayo por la tarde aceptó la elección durante el cónclave en la Capilla Sixtina, la norma vaticana tiene previsto tener un momento de oración para el inicio del ministerio.
Su personalidad se ha notado ya durante el recorrido en papamóvil, que ha hecho durante 25 minutos de pie, saludando a ambos lados y sin dar muestras de cansancio. Sonreía divertido ante los «¡viva el Papa!» que le lanzaban, y acariciaba a los bebés que le mostraban a su paso. Pero a la vez, parecía que intentaba pasar desapercibido sin conseguirlo. Hace menos de un mes, otro Papa, Francisco, hacía ese mismo recorrido, pero no era un saludo sino una despedida.
Minutos más tarde, al filo de las diez de la mañana, el corazón de la basílica de San Pedro, el lugar donde los primeros cristianos dieron sepultura al apóstol Pedro, ha acogido los primeros instantes de la ceremonia. Acompañado por cuatro patriarcas orientales, León ha rezado unos instantes en las grutas vaticanas junto a la hornacina que hay unos metros por encima de la tumba del pescador de Galilea. Allí estaban apoyados el anillo del pescador y el palio, símbolos del Papado, que le entregarían después durante la misa.
La basílica estaba completamente vacía, y el Papa la ha recorrido con los cuatro patriarcas y los cardenales que han seguido en Roma para esta misa. Ha entrado en la plaza mientras se entonaban las «Laudes Regie», una oración de tradición imperial que se remonta a los tiempos de Carlomagno. «Cuando el emperador o un cónsul regresaban a Roma tras haber triunfado en una batalla, el pueblo lo acogía con este canto en su honor», explica a ABC el liturgista Giuseppe Midili. «Se entonan en esta ceremonia porque le recuerdan que la potestad del obispo de Roma viene de Dios, que ejercita ese ministerio porque ha recibido esa responsabilidad de Dios, y que está llamado a donarse completamente porque ha recibido la misión de cuidar a la Iglesia».
Arropado por líderes mundiales
En primera fila asistían atentos a la ceremonia líderes mundiales y representantes de grandes instituciones, en total, 156 delegaciones oficiales. Estaban los Reyes de España y de Bélgica, los grandes Duques de Luxemburgo, el Príncipe de Mónaco, el co-príncipe de Andorra y el Duque de Edimburgo. Doña Letizia, como la Reina Matilde, la Gran Duquesa María Teresa y la Princesa de Liechtenstein Sofía, han participado vestidas de blanco.
También estaban en primera fila el vicepresidente de EE.UU., patria del Papa, J. D. Vance, la presidenta peruana Dina Boluarte y el presidente italiano Sergio Mattarella acompañado de Giorgia Meloni.
Durante la misa se ha leído el evangelio en latín, siguiendo la tradición romana, y también en griego, para recordar la unidad con las Iglesias católicas de rito oriental. Luego el Papa ha recibido los signos de su ministerio, el anillo del pescador, que utilizará en las ceremonias más importantes y que será destruido cuando concluya el Pontificado, y el palio, una cinta de lana que representa su misión como pastor de la Iglesia. León XIV no ha podido esconder la conmoción cuando ha recibido el anillo.
Rito de la obediencia
También ha tenido lugar el rito de «la obediencia», que más allá del nombre, consiste en un reconocimiento público del ministerio que el Papa. Antes lo hacían cardenales, pero León XIV ha querido que no sólo participen purpurados. Por eso, también lo ha hecho el obispo peruano Luis Alberto Barrera, de Callao, el superior general de los jesuitas Arturo Sosa, y la presidenta de la Unión General de Superioras, Oonah O'Shea, un sacerdote, un diácono, un matrimonio y dos jóvenes. El saludo es un abrazo con el que la Iglesia católica reconoce en León XIV el sucesor de Pedro y expresa que confía en él y en su ministerio de guía.
Inmediatamente después el nuevo Pontífice ha comenzado la homilía, y como gesto con quien ha inspiradosu espiritualidad, ha citado el inicio de la «Confesiones» de san Agustín: «Nos has hecho para ti, [Señor,] y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».
Luego ha recordado el fallecimiento del al Papa Francisco, y ha explicado que la idea del cónclave era buscar un «nuevo sucesor de Pedro» que fuera «un pastor capaz de custodiar el rico patrimonio de la fe cristiana y, al mismo tiempo, de mirar más allá, para saber afrontar los interrogantes, las inquietudes y los desafíos de hoy».
«Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de vuestra fe y de vuestra alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia», ha subrayado suscitando muchos aplausos entre los peregrinos.
El Papa considera que las dos dimensiones de la misión que Jesús confió al apóstol Pedro son custodiar el «amor y la unidad» entre los cristianos. «El ministerio de Pedro está marcado precisamente por este amor oblativo», amor que se entrega, «porque la Iglesia de Roma preside en la caridad y su verdadera autoridad es la caridad de Cristo», ha dicho. Según León, «no se trata nunca de atrapar a los demás con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder, sino que se trata siempre y solamente de amar como lo hizo Jesús». Tampoco consiste en «ceder a la tentación de ser un líder solitario o un jefe que está por encima de los demás, haciéndose dueño de las personas que le han sido confiadas».
«Quisiera que nuestro primer gran deseo fuera que la Iglesia esté unida, sea signo de unidad y comunión, y que se convierta en fermento para un mundo reconciliado». «En nuestro tiempo, vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres. Y nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad».
Se ha dirigido a los líderes del mundo con un tono que recordaba al que usaba Juan Pablo II, que mezclaba fe y movilización civil. Así, les ha propuesto que «¡miren a Cristo!, ¡acérquense a Él!, ¡acojan su Palabra que ilumina y consuela! Escuchen su propuesta de amor para formar su única familia: en el único Cristo somos uno».
También ha propuesto a las demás Iglesias cristianas «recorrer juntos esta vía», acompañados de «quienes transitan otros caminos religiosos», junto a «aquellos que cultivan la inquietud de la búsqueda de Dios, con todas las mujeres y los hombres de buena voluntad, para construir un mundo nuevo donde reine la paz».
Iglesia misionera
Recordando sus años en las misiones en Perú ha dicho que «este es el espíritu misionero que debe animarnos, sin encerrarnos en nuestro pequeño grupo ni sentirnos superiores al mundo; estamos llamados a ofrecer el amor de Dios a todos, para que se realice esa unidad que no anula las diferencias, sino que valora la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo».
No se trata de buenas intenciones sino de realismo cristiano. Citando a su predecesor León XIII, ha recordado que «si esta caridad prevaleciera en el mundo, acabaría por extinguirse bien pronto toda lucha en la sociedad civil». Por eso, ha propuesto «construir una Iglesia fundada en el amor de Dios», que sea «signo de unidad, una Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo, que anuncia la Palabra, que se deja cuestionar por la historia, y que se convierte en fermento de concordia para la humanidad». «Juntos, como un solo pueblo, todos como hermanos, caminemos hacia Dios y amémonos los unos a los otros», ha concluido.
Durante la ceremonia, el nuevo Papa ha cantado algunas de las oraciones, también el Regina Coeli con el que ha concluido la misa. Se ha despedido de la plaza tras la bendición con un recuerdo «a nuestros hermanos y hermanas que sufren en Gaza, niños, familias, ancianos supervivientes que pasan hambre», a los habitantes de Myanmar «donde las hostilidades se han cobrado jóvenes vidas inocentes», y a los de «la atormentada Ucrania, que por fin espera negociaciones para una paz justa y duradera».
En la plaza ha saludado personalmente a todos los cardenales que han asistido a la ceremonia y, ya dentro de la basílica, tiene previsto detenerse personalmente con las autoridades civiles y políticas que han participado.
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