El Francisco que conocí
Cuando entré en una relación más cercana con el Papa lo que me impresionó fue su humanidad extraordinaria, su libertad, su profundidad espiritual y su manera de sentir el mundo
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Iniciar sesión«He leído este libro y me parece que Vd. está siguiendo como programa de pontificado lo que salió de aquel pre-cónclave». «Así es», me respondió. Me refiero al espléndido libro de Gerard O'Connell, 'The election of Pope Francis', donde, además de dar ... cuenta del cónclave que eligió a Francisco, recoge muy bien los diálogos y discusiones del pre-cónclave. Mucho de lo que venía haciendo no me casaba con lo que conocía de Bergoglio. Comprendí entonces que no era tanto Bergoglio sino, sobre todo, Francisco, quien llevaba adelante un programa marcado por los cardenales que lo eligieron.
De tal programa hacía parte limpiar y ordenar la economía de la Santa Sede. Tarea que inició tomando medidas desde el comienzo de su pontificado. El Cardenal Pell había iniciado con no pocos problemas. Tenía un buen diagnóstico y comenzó el tratamiento, pero tuvo que interrumpir. Dos años después me nombró prefecto. En nuestra primera conversación antes de nombrarme me dejó claro que su preocupación era la corrupción. No quería corrupción en Vaticano. Esta quita credibilidad a la Iglesia. En la segunda audiencia ya en el cargo, comprendió que si quería que la Secretaría para la economía funcionara y cumpliera su papel tenía que acompañarla más de cerca, pues no le faltaban algunos enemigos dentro de la curia, y decidió protegerla recibiendo al prefecto con frecuencia semanal. Me trató siempre con enorme confianza, me apoyó en la misión que me había encomendado y solía publicar que me tenía confianza, para darme autoridad. Nunca necesité ser obispo ni cardenal, su confianza, su cercanía y apoyo sustituía todo y me daba la autoridad que necesitaba para realizar la misión que me encomendó.
Siempre tuve la impresión, y me parecía muy bien, de que la economía no era tema central de su agenda. A él le preocupaban los grandes problemas de la Iglesia y de la humanidad. Lo económico no debía molestar ni distraer. E infelizmente fueron años en que estaba en la prensa frecuentemente por el juicio del palacio de Londres.
Cuando entré en una relación más cercana con el Papa lo que me impresionó fue su humanidad extraordinaria, su libertad, su profundidad espiritual y su manera de sentir el mundo y la humanidad.
Su amable humanidad
Tenía una enorme capacidad de acogida y de escucha, trataba a las personas con afecto especial. Cuando estaba contigo no había otra cosa. Escuchaba, se mostraba como era, sin fingimientos, con una gran confianza. Lo que se veía era lo que había, no era perfecto ni perfeccionista, sus flancos débiles no los ocultaba. Siempre te trataba como un hermano, con mucha familiaridad, incluso en los comentarios que hacía.
En la primera conversación, ya siendo prefecto, me preguntó si tenía sentido del humor, y a mi respuesta afirmativa, me contestó: «aquí te va a hacer falta». Cuando llegaba a la audiencia en tiempos de conflictos y problemas, que sabía que le iba a presentar, me preguntaba antes con humor: «Qué, ¿te diviertes?». En una de las primeras audiencias en Santa Marta, que coincidió con mi cumpleaños, antes de despedirme —siempre salía hasta el ascensor para decir adiós— fue a un cuarto cercano y vino cargado con una caja de vino argentino para regalarme.
Un hombre libre y decidido
Escuchaba, se informaba, oraba y decidía buscando el bien posible. Si se equivocaba no tenía dificultad en reconocerlo. También tenía su punto de terco, tantas veces necesario para sacar adelante, en contra del consejo de los colaboradores más cercanos, las cosas en las que creía. Si les hubiera hecho caso no habría hecho el primer viaje a Lampedusa ni el de Irak, que fueron tan emblemáticos de este pontificado.
Creyente de profunda espiritualidad
La sintaxis de su vida y la razón de sus elecciones fue Cristo. El Evangelio de Jesucristo era su guía. Cuando uno se pregunta por qué hizo esto o aquello, en las cosas importantes, la referencia que encuentro siempre es el Evangelio. Ha tenido bastantes enemigos y críticas. Desde dentro de la Iglesia, sobre todo; pero eran las mismas que tuvo Jesús de los hombres religiosos del Evangelio, que se creían justos.
Era una persona modelada interiormente por la espiritualidad ignaciana. Como si hubiera asumido el consejo del P. Nadal, gran colaborador de san Ignacio, que debemos hablar y actuar 'spiritu, corde e practice': Francisco buscaba la inspiración del Espíritu en lo que hacía; tenía un trato cálido, con corazón, afectuoso, que movía corazones; y tenía también una orientación práctica, le gustaba lo concreto, que las grandes ideas y los grandes principios se hicieran operativos. Para él la realidad era más importante que la idea.
Enfrentaba las dificultades y las críticas con una enorme libertad, sin dejarse amilanar ni perder el ánimo. Tenía una gran fuerza interior. Era hombre espiritual. Compañero de Jesús. Recuerdo la alocución que tuvo a los escolares jesuitas del Gesù en una audiencia, cuando les habló de las banderas y maneras de humildad de S. Ignacio, se soltó de los papeles y quizá allá, en los consejos que daba a los jóvenes jesuitas, de sobrellevar las dificultades de la vida unidos a Jesús, compartiendo 'su vestidura y librea', muy probablemente estaba desahogando algunas de las críticas y de las zancadillas que sufría en aquel momento en su misión. En Dilexit nos, también nos ha dejado un bonito texto que recoge su amor a Jesucristo y el modo de unirse a Él.
La conciencia de la humanidad
En una conversación entre intelectuales un periodista preguntó: ¿Quién está pensando hoy los grandes problemas de la humanidad? Salieron algunos nombres de filósofos o sociólogos prominentes que publican algunos diagnósticos sobre nuestra sociedad. Pero pensando un poco después caí en la cuenta de que hoy es Francisco la persona en el mundo que está señalando los temas que hemos de atender y los caminos que, con realismo y esperanza, hemos de seguir. Ofrece buen diagnóstico y tratamiento para nuestras enfermedades. No sólo para los cristianos, que lo hace especialmente en Evangelii gaudium o invitando a toda la Iglesia a caminar juntos, sino para toda la humanidad. En Laudato si', Fratelli tutti, toca los temas fundamentales que tenemos empantanados y muestra caminos para mejorar la vida de la humanidad en la tierra.
En el Vaticano he conocido a mucha gente muy buena y algunos, pocos, menos buenos. Siempre me ha parecido que Francisco era lo mejor del Vaticano. Una conciencia en busca de lo mejor para la iglesia y la humanidad. Así lo viví en los tres intensos años que pasé sirviéndole a él y a la Iglesia en la Santa Sede.
Prefecto emérito de la Secretaría para la Economía de la Santa Sede
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