El joven catolicismo africano
«Las estadísticas valen para lo que valen, pero pasar de menos de dos millones de católicos en 1900 a 236 millones en este momento indica una vitalidad real de la experiencia de la fe en el continente africano»
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Iniciar sesiónSon impactantes las imágenes y las cifras de la misa con la que se ha celebrado el 60 aniversario la canonización de los mártires ugandeses por parte de Pablo VI. Se habla de cuatro millones de personas llegadas desde todos los rincones de Uganda, ... y desde Kenia, Ruanda, Tanzania, Sudán del Sur y la República Democrática del Congo, pero también de naciones más lejanas como Camerún y Sudáfrica. Las estadísticas valen para lo que valen, pero pasar de menos de dos millones de católicos en 1900 a 236 millones en este momento indica una vitalidad real de la experiencia de la fe en el continente africano.
La celebración litúrgica se extendió durante tres horas en el entorno de la basílica dedicada a los mártires en Namugongo, a las afueras de Kampala, y fue un espectáculo de intensidad, fervor, canto y orden, algo que ya me había impresionado durante la visita del Papa Francisco a Kinshasa en 2023. También llama la atención la juventud, y la unidad entre personas llegadas de países muy diversos, cuyas banderas ondearon juntas sin rivalidad alguna. Un sacerdote llegado de Zimbawe explicaba durante la celebración que la fe ya no es simplemente un regalo que les llegó de fuera, sino que muchos africanos la han hecho suya con todas las consecuencias. Nadie puede dudar de que estamos ante un catolicismo profundamente africano y, al mismo tiempo, en cordial comunión con la Iglesia universal.
Por supuesto, la situación varía mucho de unos países a otros. Uganda es, en cierto modo, el corazón de la presencia católica en África, aunque ya existían comunidades antiguas en Egipto y Etiopía. En la República Democrática del Congo encontramos una Iglesia muy fuerte, capaz de vertebrar una nación que está siempre en riesgo de estallar en mil pedazos. En Nigeria existe también un tejido católico denso y maduro, con muchas vocaciones y la experiencia del martirio a flor de piel. Es muy distinta la situación en los países del Sahel (Mali, Burkina Faso, Níger…) donde la minoría católica sufre los zarpazos del yihadismo. África no es en absoluto monolítica, y las realidades eclesiales son muy diversas. La esperanza que suscita toda la vitalidad descrita no esconde aspectos sombríos: el tribalismo pervive en algunas zonas; queda camino para disponer de un laicado capaz de generar cultura desde la fe; es llamativa la cantidad de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, pero a veces falta consistencia.
África es hoy un motivo de esperanza clara para la Iglesia, y su vitalidad contrasta con el cansancio de la fe europeo. Ahora bien, todos nos necesitamos en el cuerpo eclesial, más de lo que creemos. Los propios africanos nos advierten de no mitificar su realidad, de no crear espejismos. Por otra parte, no deberíamos descartar al catolicismo europeo como si fuese una planta definitivamente seca. La historia es larga y misteriosa, no conocemos todos sus episodios y para los cristianos consiste siempre en volver a empezar. Mejor afrontar la aventura intercambiando los dones que unos y otros recibimos del Señor en cada momento.
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