Familias, la proa de la barca
«Esa unidad sólo es posible en Él, en Cristo, y lo viene repitiendo León desde su primer saludo»
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Iniciar sesiónLeón XIV tenía el pasado domingo una importante cita en la plaza de San Pedro, la celebración del Jubileo de las familias. No era uno más de los muchos jubileos «sectoriales» de este año, porque, como él mismo dijo, «del seno de las familias ... nace el futuro de los pueblos». Además, la propuesta de familia que hace la Iglesia es hoy objeto de controversia, cuando no de clara hostilidad, en nuestra sociedad plural y también en el interior de la comunidad eclesial.
La homilía comenzó con la oración de Jesús al Padre para que todos seamos «una sola cosa». La unidad es la máxima aspiración de la humanidad y, al tiempo, un imposible contra el que se estrellan todos los esfuerzos. Esa unidad sólo es posible en Él, en Cristo, y lo viene repitiendo León desde su primer saludo. Precisamente, el matrimonio cristiano es la misteriosa realización de ese ideal: ser «uno»; distintos, pero uno, en cualquier circunstancia y edad de la vida. La gran proclamación que realizó el Papa, y que será escandalosa para muchos, fue, precisamente, que «el matrimonio no es un ideal, sino el modelo del verdadero amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel y fecundo». Así lo escribió San Pablo VI en la encíclica Humanae Vitae, en plena borrasca del «Mayo del 68». Y es noticia, no una anécdota, que el Papa León haya tenido la audacia de citar esa encíclica en los primeros pasos de su pontificado.
Destacó como un signo elocuente que la Iglesia haya proclamado beatos y santos a algunos esposos, no por separado, sino juntos, en las últimas décadas. Y recordó los casos de Luis y Celia Martin, los padres de santa Teresa del Niño Jesús; Luis y María Beltrame Quattrocchi, cuya vida familiar transcurrió en Roma, el siglo pasado; y la familia Ulma, padres e hijos unidos en el amor y en el martirio, durante la ocupación nazi de Polonia. Al proponernos como testigos ejemplares a matrimonios santos, dijo, la Iglesia está mostrando que «el mundo de hoy necesita la alianza conyugal para conocer y acoger el amor de Dios, y para superar, con su fuerza que une y reconcilia, las fuerzas que destruyen las relaciones y las sociedades».
Una línea interesante será cómo prosigue y profundiza León XIV las conclusiones del Sínodo sobre la Familia, que fue una de las grandes apuestas de Francisco. En todo caso, de este Jubileo surge para mí una imagen: la familia no debe ser un refugio ni una trinchera, debería ser, más bien, la proa de la barca de la Iglesia en este tiempo revuelto.
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