Lo que lo cardenales vieron en León
«La forma y velocidad con que han alcanzado el acuerdo disuelven el esquema de una Iglesia enfangada y dividida en grupos rígidos e irreconciliables»
Una bella continuidad llena de sorpresas (09/05/2025)
Apacienta a mi pueblo (08/05/2025)

Confieso que, en los días previos al Cónclave, cargados de expectación y rodeados de una especie de electricidad alimentada por no pocas sugerencias maliciosas, me fue conquistando la certeza de que, lejos del escenario plomizo que muchos vaticinaban, la Iglesia disponía de un ramillete de ... nombres de peso suficientemente amplio como para ofrecer tranquilidad. No era un mero pálpito sino el fruto de un conocimiento creciente de la realidad. La forma y la velocidad con que los cardenales han alcanzado un amplísimo acuerdo (alguno ha hablado de más de un centenar de votos para el cardenal Prevost en la cuarta votación) disuelven también el esquema de una Iglesia enfangada y dividida en grupos rígidos e irreconciliables.
Me ha parecido especialmente significativo el modo en que han relatado su experiencia dos cardenales cuyos nombres habían aparecido abundantemente en las quinielas de los medios, el Secretario de Estado, Pietro Parolin, y el Patriarca Latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa. Parolin ha escrito un breve testimonio para Il Giornale de Vicenza (radicado en su región natal) en el que refleja la alegría por el hecho de que «en tan breve tiempo la Iglesia universal haya reencontrado a su Pastor, el Sucesor de Pedro, tras la muerte del Papa Francisco», algo que también acentúa Pizzaballa en una entrevista en la que se refiere con ironía a la narrativa previa de tantos medios y señala que desde el inicio de las congregaciones de cardenales se experimentó un ambiente de comunión: «sustancialmente el Papa fue elegido en un día… se hablaba de divisiones pero se ha visto la unidad del Colegio cardenalicio».
Fuera como fuese, porque hay dar una credibilidad limitada a las reconstrucciones que ya se están realizando, parece evidente que la decisión del cardenal Parolin de hacerse a un lado facilitó el rapidísimo y amplísimo consenso en torno a Prevost, de quien ha subrayado la serenidad que trasparentaba su rostro «en momentos tan intensos y dramáticos, porque cambian totalmente la vida de un hombre». Además, ha contado que tuvo la posibilidad de colaborar directamente con él por «una cuestión espinosa que se refería a la Iglesia en Perú, cuando era obispo de la diócesis de Chiclayo… y he podido experimentar su conocimiento de las situaciones y de las personas, su moderación en la argumentación, su equilibrio en la propuesta de soluciones, su respeto, atención y amor hacia todos».
El Patriarca Pizzaballa subraya también que León XIV «es una persona que inmediatamente inspira mucha confianza, un hombre amable que sabe escuchar y al mismo tiempo es muy claro en sus discursos y gestos, una persona clara y libre». Según ha explicado, los cardenales entendieron que encarna dos dimensiones esenciales para la Iglesia de hoy: la misionera, forjada en territorios pobres y periféricos del mundo; y la de gobierno, madurada en su experiencia al frente de la Orden agustiniana y en los años pasados en la Curia. Y ha destacado de sus primeras intervenciones la centralidad de Cristo y la necesidad de comunicarlo como salvador del mundo en el contexto atribulado y confuso de nuestro mundo de hoy.
Para concluir, me fijo en las últimas palabras del cardenal Parolin: «creo que el Papa León XIV, además, obviamente, de en la Gracia del Señor, encontrará en su gran experiencia como religioso y como pastor, así como en la enseñanza del gran padre Agustín, los recursos para desarrollar el ministerio que el Señor le ha confiado… Nosotros estaremos a su lado con nuestro afecto, nuestra obediencia y nuestra oración»
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete