José Ignacio Ramírez, el mejor médico de Familia de España: «Hay que mirar más a los ojos de los pacientes»
Este doctor menorquín de 65 años es coordinador del centro de salud de Santa Ponça en Mallorca y acaba de ser premiado por la Real Academia Nacional de Medicina
Solo 5 de los 300 mejores del MIR eligen Medicina de Familia
El doctor Ramírez Manent posa en uno de los pasillos de la Facultad de Medicina donde también da clases
José Ignacio Ramírez Manent (Mahón, 1959) convierte lo extraordinario en normal. Incluso cuando recibe un premio. El pasado 3 de diciembre, cuando le llegó el correo electrónico comunicándole que había sido galardonado por la Real Academia Nacional de Medicina, quedó tan sorprendido que enseguida ... llamó para pedir explicaciones. Con toda la modestia del mundo, preguntó por qué él si no se había postulado. La respuesta no cabe en su currículum, pero se contabiliza en 42 años dedicado en cuerpo y alma a mejorar la Medicina y la atención al enfermo. Con esa vocación suya por escuchar los problemas de sus amigos llegó a bachillerato pensando que siendo médico podría seguir ayudando a mucha otra gente. Y lo ha conseguido. Puede afirmar, y no lo dice él, que es el mejor médico de familia de España.
Por unanimidad, el tribunal de la Real Academia Nacional de Medicina le acaba de otorgar el premio 2024 de Medicina General y de Familia. Un galardón que reconoce la triple vertiente de Ramírez. Por su labor como médico en su consulta en el centro de salud de Santa Ponça (Mallorca). Por su prolífico trabajo como investigador con más de 120 artículos a sus espaldas en revistas internacionales y diez capítulos en diferentes libros de Medicina. Y por su labor como docente. Ramírez es un tres en uno.
«Me siento feliz, es un reconocimiento máximo», agradece con modestia en conversación telefónica con ABC a punto de recibir este martes en Madrid este importante premio, que dedica a todos los residentes –«no sólo los míos», recalca- «para que no se olviden nunca de que por muy buenos técnicos que sean tienen que mantener el factor humano».
Predica con el ejemplo. Ramírez es de esos médicos que «mira a los ojos del paciente» aunque sólo haya diez minutos por cada uno en las apretadas listas. «La humanización es algo que se está perdiendo y no tenemos que olvidar que tenemos enfrente a una persona», advierte el flamante premiado, que propone algo tan transgresor en el siglo XXI como dejar de lado el ordenador –«apuntar lo esencial en el historial clínico»- y centrarse en la persona que se tiene enfrente para «escucharla».
Licenciado en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona en 1983, regresó a su Menorca natal para hacer el MIR antes de trasladarse definitivamente a Mallorca, donde ha desarrollado su carrera profesional. Se doctoró en Medicina y Cirugía por la Universidad de Las Palmas (2008) y actualmente da clases en la Facultad de Medicina de la Universidad de las Islas Baleares y también en la Universidad Pontificia de Comillas (Cesag) en los grados de Enfermería y de Educación Física y Deporte, donde también es profesor de Anatomía. Colabora con otras universidades, como la de Castilla-La Mancha y la Autónoma de Madrid.
El mejor médico de familia de España defiende con orgullo su especialidad, cada vez más desdeñada por las nuevas generaciones. «Porque un médico de familia tiene que saber de pulmón, de corazón, de cirugía, de salud mental… Saber todo lo complejo que es el ser humano», resalta comparándose sin pretensiones con un «director de orquesta» frente a los 'violinistas' cardiólogos o los 'trompetistas' traumatólogos.
Pionero en atención primaria
La historia de este 'músico' menorquín es una carrera de fondo humanizando y mejorando la Medicina en Baleares. Se puso al frente del primer y único laboratorio de investigación de Atención Primaria de Baleares. Capitaneó un proyecto, junto con el doctor Josep Corcoll, para que todos los centros de salud de las Islas tuvieran un ecógrafo, y lo consiguieron. E implantó el programa de cirugía menor en los centros de salud hace ya más de dos décadas.
No es exagerado decir también que gracias a Ramírez y su equipo se empezó a hacer rehabilitación cardíaca en la Isla cuando el antiguo hospital Son Dureta -hoy Son Espases- le empezó a derivar pacientes para hacer ejercicio con poco más que una bicicleta y unas pesas, lo cual mejoró la salud de estos enfermos. Pronto su pionero programa Eficar se extendió a los principales hospitales de Mallorca.
Aparte de su labor docente y desarrollar paralelamente una brillante investigación, -es investigador senior en el IdisBa en epidemiología y educación para la salud-, el doctor Ramírez pasa su día a día en el CS de Santa Ponça, un centro de salud grande con cinco unidades básicas que atiende a la mitad de la población de Calvià en uno de los municipios más poblados y turísticos de Mallorca. «Aquí atendemos a muchos tipos de población, mallorquina, temporeros y extranjeros residentes todo el año», además de los turistas que llenan las plazas hoteleras de la zona.
Llegó a este centro de salud de Mallorca hace unos 29 años después de liderar el proceso de transformación de varios ambulatorios en centros de salud de la isla, inclusive éste. «Desde entonces, las consultas han cambiado enormemente», reconoce. Primero el historial era en papel, después se pusieron los ordenadores y se combinaban ambos, «y ahora todo se hace vía informática, lo que lleva a que a veces se esté más pendiente del ordenador que del paciente», critica.
Sigue haciendo guardias
La jornada laboral en el centro de salud de Santa Ponça empieza a las ocho de la mañana, pero Ramírez siempre llega media hora antes; los jueves trabaja de tarde. «Normalmente, entre las 8.30 y 9.30 tenemos una sesión clínica porque tenemos médicos residentes y nos ponemos al día en conocimientos o discutimos algún caso clínico. Después suelo bajar a la consulta desde las 9.40 hasta la una y media o dos de la tarde. Si hay que hacer algún domicilio, voy. Si no, me dedico a la gestión en el centro».
Y aún le queda 'cuerda' para hacer guardias. Aunque por su edad podría estar exento de hacerlas, está convencido de que puede aportar sus conocimientos y aprender de los casos que llegan en horario de urgencias. «Creo que las guardias forman parte de mi profesión y que estando allí puedo aportar conocimiento científico y el trato humano», argumenta.
Además, lleva más de 30 años siendo tutor de residentes. A los médicos MIR que tutoriza siempre les inculca que no pierdan esa humanidad. «Les digo que olviden el ordenador, que lo que tienen delante es una persona y eso es lo importante. La informática es un recurso, pero no es tan importante como para dejar de mirar a la persona, intentar comprenderla».
Por eso hay que entender a la madre que va a urgencias con su bebé con unas décimas de fiebre. O reírse con la boca pequeña de aquel paciente que abre la boca tras pedirle que se ponga «boca arriba» en la camilla. Cuarenta y dos años de profesión dan para muchas anécdotas…
Despierta vocaciones
Fuera de la consulta y dentro del aula, Ramírez insufla la misma pasión. «A mis alumnos les digo que no estoy aquí para suspenderlos sino para aprobarlos, así que les ruego que si no me entienden, que me interrumpan y pregunten. Es posible que no lo entiendan porque seguramente no lo he explicado bien», dice con humildad.
No es así, sino todo lo contrario. El mejor médico de familia de España 2024 es de esos docentes que inspiran vocaciones hasta el punto de que uno de sus alumnos cursaba otra carrera y empezó a estudiar Medicina porque le encantaban sus clases: «Y ya está en el segundo año», apostilla entre risas. Y el doctor Ramírez todavía se pregunta por qué es el mejor médico de familia de España.
«Ante todo soy una persona que intenta realizar su trabajo de la forma más humana posible y un trabajo que desde el inicio me encantó intentando ser cercano con toda la gente», responde sin pompas. Y vuelve a hacer que lo extraordinario parezca lo normal.