Echar a los monjes del Valle de los Caídos

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Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, ha desvelado, en una entrevista reciente, lo que es ahora uno de los puntos de fricción más relevantes en las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno, el futuro inmediato de los Benedictinos del Valle de los Caídos, ahora llamado Cuelgamuros.

«Queremos que se vayan», «No cabe que se queden». El Gobierno quiere que los monjes salgan de allí cuanto antes, echarles desde el monte de Cuelgamuros hasta el río de Madrid. Si no fuera macabro diría que mejor vivos que muertos eclesialmente -sentido figurado-. La forma de presionarles, ante lo que dicen es la nula o poca colaboración del Abad y su comunidad, es activar los tentáculos en Roma y en Madrid, presionar por otros flancos. Ya se sabe que no faltan en la Iglesia los que están dispuestos a colaborar siempre a buen precio.

Resulta curioso que durante no poco tiempo se dijo que la propuesta era que los Benedictinos fueran sustituidos por otra realidad eclesial. Se hablaba de los chicos de Sant Egido. Ahora parece que ni eso. Los cuatro decretos que se preparan implicarían incluso la desacralización de la Basílica Pontifica para convertirla en un Centro de interpretación histórica, lo que supone un problema añadido. Resulta curioso que el Gobierno haya olvidado tan pronto el 'Informe de la Comisión de Expertos para el futuro del Valle de los Caídos', de 29 de noviembre de 2011, encargado por un Ejecutivo socialista, regido por el principio de «explicar y no destruir». Lo contrario de lo que se quiere hacer ahora.