La generación 'mute' que tiene fobia a llamar por teléfono

En el mundo anglosajón se les llama generación 'mute', muda, por su preferencia por la mensajería instantánea en lugar de la llamada telefónica tradicional. Pero también por una querencia a tener el móvil en silencio, en 'mute'. Al preguntar al grupo de amigas del metro, lo confiesan: prefieren el 'modo vibración' porque «ni llamamos ni nos llaman».

Según la Fundación Telefónica, el 96,8 por ciento de los jóvenes españoles de 14 a 24 años utiliza WhatsApp como canal preferente para comunicarse con familiares y amigos a través de mensajes escritos, pero también de voz. Esta tendencia no es exclusiva de España: una encuesta realizada por la empresa tecnológica estadounidense OpenMarket detectó que el 75 por ciento de los jóvenes consultados –de una muestra de 500 personas de entre 18 y 34 años– renunciarían a la función de llamada en su dispositivo, siempre y cuando pudiesen seguir mandando mensajes de texto.

Pero las llamadas de teléfono comienzan a extinguirse en todos los grupos de edad: según la Fundación Telefónica, el uso diario de mensajería instantánea casi duplica al de llamadas por fijo y móvil. Solo un 24 por ciento de la población sigue utilizando su dispositivo móvil para telefonear.

Los nacidos entre finales de los noventa y principios del milenio paceden lo que la sociología llama 'telenofobia' o un cierto pánico a descolgar el teléfono. La escritura, afirma Sergio García Soriano, psicólogo sanitario y experto en adicciones tecnológicas, les proporciona tiempo para pensar la respuesta y, por tanto, un mayor control de la situación: «Los 'mutes' padecen miedo a la comunicación en directo. Temen equivocarse, les preocupa su imagen y tienen un gran afán de perfeccionismo. En las redes sociales no muestran su intimidad sino su 'extimidad', esa intimidad que se hace pública, exterior. Lo que comparten es pura pose disfrazada de cotidianeidad pues, a la hora de verdad, no son capaces de mostrar fotografías reales, de su vida ordinaria. Esa 'ideología de Instagram' se ha trasladado a los mensajes de texto: quieren mandar el wasap perfecto, como si tal cosa existiese».

Para este psicólogo, que suele tratar con adolescentes que tienen el teléfono móvil por quinta extremidad, «la llamada representa lo íntimo», una ruleta rusa social que les hace sentirse «inseguros y vulnerables» ante la deriva de una conversación, aunque esta sea coloquial y conozcan la identidad del emisor al otro lado de la pantalla.

«Ahora solo llamo cuando tengo una urgencia. Me da pereza y un poco de vergüenza»

Irene, universitaria de 23 años

«En mi casa ya ni siquiera hay teléfono fijo. Recuerdo llamar a mis amigas cuando estaba en primaria, pero ahora solo lo hago cuando es una urgencia. Me da pereza y un poco de vergüenza», dice Irene, que este año ha cumplido 23 años y consulta en uno de los muchos grupos de WhatsApp de los que es miembro cuándo irán llegando sus amigos a la plaza del Dos de Mayo, el lugar donde han quedado esta tarde.

«La conectividad no es sinónimo de buena comunicación. Los grupos de Whatsapp aportan a los jóvenes identidad, pero es una fuente inagotable de malos entendidos. La información muchas veces no queda enmarcada en el contexto necesario y se pierde entre 'memes'», apunta García Soriano.

Sin embargo, Iñaki Ortega, profesor en la Universidad Internacional de La Rioja y autor de libros como 'Generación Z. Todo lo que necesitas saber sobre los jóvenes que han dejado viejos a los milenials', es más optimista. «No es que las llamadas telefónicas se hayan extinguido, sino que han migrado a las redes sociales. A los 'mute' se les reconoce fácilmente porque en una reunión por videoconferencia prefieren no poner la cámara. Les importa su privacidad y su forma de entablar relaciones ha ganado en practicidad. Los jóvenes 'mudos', que no dejan de formar parte de la Generación Z (aunque nos empiece a aburrir el término) saben que el tiempo es uno de sus bienes más preciados y lo cuidan más que la generación precedente. Han muerto –y deberíamos dar gracias– aquellas conversaciones telefónicas de 45 minutos de duración que te robaban la tarde». Ortega remata: «Es momento de que todas las generaciones abracemos lo 'mute'».

¿La fobia a la llamada supone para estas cohortes un hándicap a la hora de acceder al mercado laboral? Para Sara Álvarez, directora de Atracción de Talento en Adecco, más bien todo lo contrario. «Esta generación tiene una característica muy positiva: no son intrusivos ni invasivos. Si no saben cuál va a ser la disponibilidad de su interlocutor, prefieren ser cautos. Respetan el tiempo y la privacidad del otro, pero también son celosos de la suya. Evitan hablar por teléfono porque prefieren que sus conversaciones queden blindadas, que no les escuchen».

Álvarez, que suele presenciar cómo responden estas generaciones ante una oferta laboral, afirma que, por lo general, elaboran respuestas más preparadas y reflexivas: «Es un error pensar que la comunicación vía mensajería instantánea se reduce a un 'ok'».

Y añade que «los procesos de selección de las empresas se han ido adaptando a la era digital. Se sienten cómodos con las videoentrevistas pero sí que es verdad que hay un patrón de comportamiento que se repite: si se encuentran una llamada perdida, contestan con un audio o escriben un mensaje de texto».

Una encuesta realizada en 2018 por la empresa estadounidense BankMyCell determinó que de los 1.200 jóvenes entrevistados, la mayoría percibía la llamada telefónica como un acto de prepotencia por parte del que llama.

El psicólogo Sergio García Soriano apunta un dato curioso: «Los 'mutes' inventan excusas para no atender la llamada de teléfono. Suelen argumentar que su dispositivo estaba en silencio, que estaban ocupados... De alguna manera, justificarse supone reconocer que ellos mismos no están conformes con su comportamiento. Tienen miedo de que se pueda generar un conflicto con el otro, por eso inventan una mentira. Pero también hay una parte de frustración por no haber sido capaces de descolgar el teléfono».

«Si de verdad quiero enterarme de cómo está mi mejor amigo le llamo por teléfono. Otra cosa es que me coja»

Sergio, joven veinteañero

Prepotencia, inseguridad, perfeccionismo o respeto absoluto por el tiempo o la privacidad del otro... La generación Z está lejos de las relaciones epistolares, pero también ha dejado atrás el 'Messenger' y el telefonazo. Incluso la poquísimo intrusiva 'llamada perdida'. «Si de verdad quiero enterarme de cómo está mi mejor amigo le llamo por teléfono», cuenta Sergio, erigido en excepción generacional. «Otra cosa es que me coja».