Fallece el cardenal George Pell, el boxeador al que fichó Francisco para combatir la corrupción en el Vaticano

Fue absuelto por la Corte Suprema Australiana tras pasar 404 días en prisión acusado de abusos

El cardenal australiano George Pell durante el funeral de Benedicto XVI EFE

Javier Martínez-Brocal

Corresponsal en el Vaticano

Durante la noche de este martes, a las 20,50, falleció en Roma el cardenal australiano George Pell, de 81 años. Estaba en la clínica 'Salvator Mundi', donde acababa de ser sometido a una operación. Residía en un apartamento propiedad del Vaticano en la ... plaza Città Leonina, a pocos pasos de la plaza de San Pedro. La semana pasada asistió con total normalidad al funeral de Benedicto XVI, pero un ataque al corazón acabó con su vida.

Aunque era considerado del ala conservadora del colegio de cardenales, el Papa Francisco le solicitó semanas después del cónclave que entrara en el Consejo de cardenales con el que iba reformar la Curia Vaticana. Un año más tarde, en 2014, le fichó en el Vaticano para liderar la recién creada Secretaría para la Economía.

El pontífice le dio la orden de hacer limpieza total en las delicadas finanzas vaticanas. Como el cardenal George Pell había sido boxeador y jugador de fútbol australiano en sus años de estudiante, no tenía miedo a jugar al ataque ni a chocar contra los adversarios. Pero en el Vaticano, esa estrategia no funcionó.

A pesar de que tenía plenos poderes del Papa para hacer y deshacer, la burocracia vaticana fue mucho más fuerte. «Subestimé la persistencia y falsedad de mis oponentes, que habían actuado así durante años. Son muy eficaces defendiendo sus manejos», reconoció años más tarde el purpurado.

El australiano pudo trabajar allí solo tres años y empezó a levantar la voz cuando veía cosas raras. Una vez se atrevió a seguir el rastro poco claro de 50 millones de euros. Dos días después, apareció un coche quemado en la puerta de la casa de su mano derecha, en Via dei Corridori. Lo interpretó como una advertencia, pero siguió adelante.

En junio de 2017 decidió abandonar el Vaticano y trasladarse a Australia para afrontar personalmente la denuncia de quien le acusaba de haber abusado de menores. Comenzó un calvario de tres años que incluyó en diciembre de 2018 una condena de 6 años de cárcel, confirmada en agosto de 2019.

Pasó 404 días en la prisión de Melbourne. En 2020, un colegio de siete jueces de la Corte Suprema de Australia anuló por unanimidad la condena. «Existe la significativa posibilidad de que una persona inocente haya sido condenada con unas pruebas que no establecían la culpabilidad con el grado de prueba requerido», declaró el tribunal.

El cardenal defendió siempre su inocencia, pero rechazó defenderse durante el juicio por considerar las acusaciones completamente infundadas. Fue fotografiado con las manos esposadas, y trasladado también con cadenas en los tobillos. En la Melbourne Assessment Prison ocupó la celda número 11, de siete u ocho metros de largo por dos de ancho, y vistió con el chándal verde de los prisioneros. Tenía prohibido celebrar misa. También el Vaticano le prohibió celebrar misa en público y cualquier contacto con menores.

Cuando salió de la cárcel, aseguró que no sentía resentimiento hacia la persona que le había acusado, y pidió que su absolución no añadiera más dolor a esta historia dramática.

Regresó a Roma, y publicó en dos volúmenes los diarios de su vida en la cárcel. En ellos describió la humanidad de los prisioneros, los llantos de desesperación que escuchaba por la noche, la fría corrección de los empleados, y la ayuda espiritual que le prestó una religiosa que hacía las veces de «capellana». «Gracias por su testimonio», le comunicó el Papa cuando volvieron a verse.

Este jueves, previsiblemente, se celebrará su funeral en la basílica de San Pedro, con el Papa Francisco, y más adelante sus restos serán trasladados a Sídney (Australia), para ser enterrados en la catedral de la ciudad donde fue arzobispo.

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