De espaldas y en latín: el rito tradicional sobrevive en España pese a las restricciones del Papa
Las última norma de Francisco reserva al Vaticano la aprobación de celebraciones según el misal tridentino
Los fieles buscan la «profunda sacralidad y el sentido de la adoración» en los 31 templos en que se celebra la misa de Pío V

Aun quedan diez minutos para que comience la ceremonia, pero una treintena de fieles ya se reparte por los bancos de la capilla. Unos, la mayoría de rodillas, se recogen en oración con la cabeza gacha. Otros, los menos, susurran al compañero alguna ... consigna sin romper el silencio. Varios se levantan para recoger uno de los 'misalitos' que les permitirá seguir cada paso del rito. Hay quien se acerca hasta el confesionario cuando queda libre. Una mujer, de una cierta edad, trata de apaciguar a una niña pequeña, su nieta, para que con sus gritos no perturbe el silencio reinante.
Podríamos pensar que nos encontramos en cualquier parroquia si no fuera por algunos detalles. Las mujeres, algunas, cubren su cabeza con un velo; el altar, cuidadosamente revestido con el color del tiempo litúrgico está adosado al retablo, y delante, un visible reclinatorio marca el confín entre el presbiterio y la nave central.
Estamos en la iglesia de Nuestra Señora de la Paz, el único templo de Madrid en el que se celebra la misa de acuerdo al rito tridentino. Es Miércoles de Ceniza. La víspera, el Vaticano ha hecho público un rescripto del dicasterio del Culto Divino que restringe, aún más, las celebraciones de esta misa según su forma tradicional.
Comienza la celebración con la procesión de entrada y unas cincuenta personas se ponen de pie, muchas más que en algunas misas dominicales. Sorprende el espectro de edades, muy variado. Desde los niños, acompañados por sus padres, a ancianos, que no son mayoría. Porque hay muchos jóvenes, como esos dos que parecen haberse escapado del instituto y se acercan a que les impongan la ceniza con una mochila a la espalda. Y hombres, de mediana edad. Muchos hombres. Bueno, a decir verdad, más o menos la mitad. Es un porcentaje que sorprende, en contraste con la preponderancia de mujeres de elevada edad de la mayoría de parroquias.
De la misa, amén del sacerdote orientado hacia el altar –'ad orientem', hacia el este– y el uso del latín, llaman la atención los silencios. El rito tridentino no es una «misa dialogada», como la del misal de Pablo VI. En muchos momentos, el sacerdote reza «en secreto» mientras «invita a los fieles a adentrarse en el misterio de la fe por medio del recogimiento interior», reza un tríptico que se ofrece a la entrada y que explica «la misa en latín para novatos».
La homilía –corta y sencilla, como le gusta al Papa Francisco– es, junto con la lectura del Evangelio que la ha precedido, el primer momento en que de nuevo se escucha el castellano. El joven sacerdote, que ronda la treintena, aprovecha esos ocho minutos para comentar las lecturas del día y explicar a los presentes el sentido de la Cuaresma.
La misa continúa, con la sorpresa, para los «novatos» de la distinta ubicación de algunos de los ritos, hasta la comunión, de rodillas y en la boca para todos. Nos faltan momentos que recuerdan los cuadros costumbristas, como cuando el acólito sostiene en alto el faldón de la casulla del sacerdote durante la consagración. Tras una hora de celebración -unos minutos más larga que una misa 'normal'- concluye la celebración. La mayor parte de los fieles abandonan en silencio el templo, mientras algunos esperan su turno para la confesión y otros se acercan a la sacristía con intención de hablar con el celebrante.
Vuelta de tuerca del Papa
En la práctica, salvo el rito y algunos gestos de los fieles, nada que no sea habitual en la mayoría de las veinte mil parroquias españolas. Por lo visto en la celebración, cuesta entender la última «vuelta de tuerca» del Papa a la celebración de la misa tradicional. El rescripto de este martes es la cuarta ocasión en que Francisco restringe el uso de este rito en apenas año y medio.
Durante los primeros ocho años de su pontificado mantuvo el 'statu quo' que había fijado Benedicto XVI en 2007 con el motu proprio 'Summorum Pontificum'. «Una paz litúrgica», en palabras de Pablo Pomar, coordinador de la misa tradicional en Jerez, que permitía a los sacerdotes celebrar con ambos misales y que pedía a obispos que allí donde hubiera un grupo estable de fieles cercanos a la tradición, acogieran «de buen grado su petición de celebrar la Santa Misa según el rito del Misal Romano editado en 1962».
Sin embargo, para Juan Manuel Sierra, profesor de Liturgia en la Universidad Eclesiástica San Dámaso (UESD), el fallecido Pontífice, «con buena intención y queriendo arreglar un problema, acabó generando otro donde no lo había». Según afirma el profesor, con esta decisión Francisco busca reducir la «confusión y los abusos» que se han cometido «en algunas parroquias» y evitar que la «liturgia se convierta en un campo de batalla». «No se trata de demonizar la misa anterior. No es una mala y otra buena, sino una buena y otra mejor», defiende.
A nadie se le escapa que la presión de Francisco sobre la misa tradicional se ha redoblado desde que, en mayo de 2021, el cardenal Arthur Roche fuera nombrado prefecto del actual dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Roche había sido antes secretario -número dos- del 'ministerio' vaticano desde 2012, pero ni con el cardenal Antonio Cañizares al frente (de 2008 a 2014) ni con Robert Sarah (2014-2021) se planteó ningún cambio.
En julio de 2021, Francisco hizo público 'Traditionis custodes', en el que afirmaba que «los libros litúrgicos promulgados por los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, son la única expresión de la 'lex orandi 'del Rito Romano» y restringía el uso del misal tradicional solo a los grupos ya existentes, a la par que instaba a los obispos a no autorizar la creación de nuevos grupos. Esa decisión que Benedicto XVI recibió con «dolor y tristeza de corazón» según su secretario.
A aquella norma se suma el último rescripto «que no aporta ninguna nueva modificación, sino que hace alguna precisión, como reservar al dicasterio para el Culto Divino las dispensas a la normativa establecidas. Ya no las pueden dispensar los obispos», explica Sierra.
«Sorpresa y tristeza»
Sin embargo, desde los grupos de fieles que siguen la tradición, como Una Voce Sevilla, estas medidas son vistas con «sorpresa y con algo de tristeza». «No entendemos por qué se quiere restringir la celebración de un rito del que tantos santos y mártires se han alimentado a lo largo de la historia, en lugar de ser considerado igual que el resto de los más de veinte ritos que existen dentro de la Iglesia católica», explican a ABC.
Una impresión que comparte, desde Jerez, Pablo Pomar, quien reconoce que las medidas de Francisco crean «inquietud» entre los fieles. «Al fin y al cabo el Papa es el Santo Padre y ver que no termina de entender a algunos de sus hijos causa una desazón dolorosa».
En ambos casos, desmienten que las decisiones puedan generar una quiebra con Roma desde estos grupos. «En general, el tradicionalista tiene un sentido de la jerarquía muy arraigado, lo que desea es estar en comunión con su obispo y con el Papa», afirma Pomar.
Los creyentes que acuden buscan «fundamentalmente la profunda sacralidad del rito, su sentido de adoración, su reverencia, el detalle de todo lo que se expresa en cada una de las oraciones y de las rúbricas y, también, el silencio», destacan desde Una Voce Sevilla.
Hay fieles de ambos sexos, de todas las edades y extractos sociales, familias con niños y jóvenes, en los que no cabe interpretar nostalgia, ni vínculo generacional con la misa tradicional. «Las personas que van a la Misa tradicional están comprometidas con otras realidades de la Iglesia diocesana, como hermandades, caridad, grupos provida…», defienden los fieles sevillanos.
Comunicado de Una Voce Internacional ante el rescripto que confirma las restricciones a la Misa Tradicional
— UNA VOCE SEVILLA - Misa Tradicional (@UnaVoceSevilla) February 24, 2023
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En España hay misa tradicional en 31 lugares. La mayoría son cada semana, los domingos y los días de precepto. Otras, una o dos veces al mes. Solo en Córdoba, Jerez, Madrid y Toledo se celebran a diario. La realidad tradicionalista está mucho más implantada en países de Centroeuropa y en Estados Unidos, donde sí ha habido conflictos con algunos obispos.
«Todos los grupos creemos lo mismo que cualquier católico, profesamos el mismo credo, aunque luego vienen los problemas de personalidad que pueden generar problemas, como pasa en las hermandades o en conventos», explica Pomar. «Pero a nadie se le ocurre suprimir las cofradías en Andalucía porque hay un conflicto. Eso es matar moscas a cañonazos», sentencia.
MÁS INFORMACIÓN
Este domingo, primero de Cuaresma, volverán a la celebración de la misa tridentina. Según afirman, buscarán la «belleza del rito», la «fuerte carga de identidad» y la «identificación con la misa que han celebrado los católicos durante siglos». Aunque, después del último documento, son conscientes de que su forma de celebrar está más observada y cuestionada que nunca y con la duda de si el rito perdurará algunos siglos más o terminará por extinguirse.
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