El Dalái Lama defiende su legitimidad exclusiva para elegir sucesor ante la presión de China
El régimen trata de controlar la supuesta reencarnación de la máxima figura del budismo tibetano para acabar con toda legitimidad ajena al Partido Comunista
Dalai Lama disipa las preocupaciones sobre su salud mientras planea su sucesión: «Según mi sueño, puedo vivir 110 años»
Corresponsal en Pekín
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Iniciar sesiónLa pretensión del Partido Comunista de controlar el budismo tibetano disfraza el autoritarismo de teología. Por eso la máxima autoridad del credo, el Dalái Lama, ha comparecido esta tarde al borde de sus noventa años para asegurar que la figura no acabará con su fallecimiento ... , y que solo la institución que él lidera posee la legitimidad exclusiva para elegir a su sucesor.
«Afirmo que el Dalái Lama continuará», ha incidido en una intervención en vídeo ante un centenar de monjes, congregados en la ciudad india de Dharamshala, sede del Gobierno en el exilio de Tíbet, para celebrar su inminente cumpleaños. Estas palabras despejan las dudas sobre el posible fin de un linaje espiritual que se remonta más de seis siglos ante la intromisión de las autoridades chinas, tal y como había sugerido en apariciones anteriores.
Cada nuevo Dalái Lama es seleccionado de niño, al ser considerado una reencarnación del anterior. Esta cuestión, por tanto, se ha vuelto más acuciante con cada año. Samdhong Rinpoche, un representante de la Fundación Gaden Phodrang, creada por el actual líder espiritual para conservar las tradiciones de la institución, ha asegurado a los medios allí presentes que el Dalái Lama cuenta con buena salud y no ha ofrecido instrucciones específicas relativas a la sucesión.
La reencarnación del nuevo Dalai Lama no será en el Tíbet
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El niño elegido podría ser tanto varón como mujer y de cualquier nacionalidad, ha detallado, según declaraciones recogidas por la agencia Reuters. «Ellos [la Fundación Gaden Phodrang] deben llevar a cabo los procedimientos de búsqueda y reconocimiento de acuerdo con la tradición pasada», ha apuntado el Dalái Lama. «Nadie más tiene autoridad alguna para interferir en este asunto».
Cuestión de soberanía
Dichas palabras apuntan a China. Para el régimen esta cuestión está ligada de manera indisoluble a su soberanía sobre Tíbet y por ello trata de asegurarse de que, como todo proceso en suelo chino, este permanece bajo control del Partido Comunista. Ya sucedió con el último Panchen Lama.
En 1995 Gedhun Choekyi Nyima contaba con seis años cuando fue escogido como la reencarnación de la segunda autoridad del budismo tibetano. El recién nombrado Panchen Lama fue secuestrado poco después junto a toda su familia por el Ejército, convirtiéndose así en el preso político más joven del mundo, y permanece desde entonces en paradero desconocido.
El Gobierno, mientras tanto, reconoció entonces a otro niño llamado Gyancain Norbu. Este, ya un treintañero, fue recibido a principios de mes por Xi Jinping, ante quien juró «apoyar firmemente el liderazgo del Partido Comunista de China y defender con determinación la unidad de la patria».
Ante este precedente histórico, el actual Dalái Lama, a quien el régimen considera un separatista, ha adelantado en el pasado que su heredero nacerá fuera de suelo chino y que el Dalái Lama alternativo que previsiblemente China nombrará no debería contar con reconocimiento.
Reencarnación ilegal
De este modo, quizá él mismo suponga el último nacido en China. Lo hizo el 6 de julio de 1935, bajo el nombre de Lhamo Dhondup y en el seno de una familia campesina asentada en la actual provincia de Qinghai. Contaba con dos años cuando fue reconocido como la supuesta encarnación del líder del budismo tibetano y consagrado como el 14ª Dalái Lama.
En 1950, todavía un quinceañero, las tropas de la recién instaurada República Popular China asaltaron el Tíbet y un año después impusieron un acuerdo que legitimaba la incorporación del territorio. En 1959 se produjo un levantamiento tibetano contra el dominio chino que fue brutalmente sofocado, con miles de manifestantes asesinados. El Dalái Lama huyo a pie hacia India, liderando una comitiva de 10.000 personas, e instaló en Dharamsala, en las faldas del Himalaya, la sede del Gobierno en el exilio.
Mantuvo su rol político hasta su renuncia en 2011, pero sigue siendo la máxima autoridad espiritual del budismo tibetano y una de las personalidades más influyentes a nivel mundial, como demuestra el Premio Nobel de la Paz en 1989.
La propaganda china, mientras tanto, ha criticado sus declaraciones recurriendo al proceder que rige toda reencarnación. «Recientemente la camarilla del Dalái Lama y las fuerzas internacionales anti-China han conspirado para insistir en que la reencarnación de los Lamas vivientes del budismo tibetano constituye un asunto religioso interno, que debe ser decidido por los propios reencarnados», criticaba una tribuna difundida por la agencia oficial de noticias Xinhua y atribuida a Li Decheng, subdirector general e investigador del Centro de Estudios Tibetanos de China.
«Sin embargo, los hechos históricos demuestran que [...] jamás ha seguido ese supuesto precedente», argumentaba. Y lo que es más importante: «La reencarnación de los Lamas vivientes debe regirse por el principio de gestión conforme a la ley».
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