La reencarnación del nuevo Dalai Lama no será en el Tíbet
En su nuevo libro, el decimocuarto líder espiritual asegura que su sucesor será alguien «del mundo libre»; Pekín insiste en que serán ellos quien lo elijan
Dalai Lama disipa las preocupaciones sobre su salud mientras planea su sucesión: «Según mi sueño, puedo vivir 110 años»
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Iniciar sesiónEl nuevo Dalai Lama será alguien que haya nacido fuera de China. Eso dice el líder espiritual en su último libro 'Voice for the voiceless' [Voz para los que no tienen voz], que ha sido recogido por Reuters. La llegada de esta publicación ... muestra la primera vez en que especifica que su sucesor será alguien «del mundo libre». Con esto, crecen las posibilidades de una disputa con Pekín por el control de la región del Himalaya de la que huyó hace más de seis décadas.
Los tibetanos a lo largo del mundo quieren que la institución que lidera el Dalai Lama, actualmente Tenzin Gyatso, de 89 años, continúe tras su muerte.
En ocasiones anteriores, el líder espiritual había dicho que su línea podría morir con él. También que solo podría reencarnarse fuera del Tíbet, posiblemente en la India, donde vive tras su exilio. Sin embargo, Pekín insiste en que serán ellos quienes elijan al sucesor.
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Según escribe en el libro, que sale a la venta este martes en Reino Unido y EE.UU., «dado que la reencarnación consiste en continuar el trabajo de sus predecesores, el nuevo Dalai Lama nacerá en el mundo libre, de manera que la misión tradicional del Dalai Lama –que consiste en ser la voz universal de la compasión, en ser el líder espiritual del Budismo Tibetano y un símbolo del Tíbet encarnando las aspiraciones de los tibetanos– continúe». Es más, el líder espiritual ha afirmado que si quien le siga es nombrado por China no será respetado.
El decimocuarto Dalai Lama huyó en 1959 a la India con miles de tibetanos. Entonces tenía 23 años y acababa de darse un levantamiento fallido contra el gobierno comunista de Mao Zedong. China le tilda de «separatista». En 1989, ganó el Premio Nobel de la Paz por mantener viva la causa tibetana.
El actual Gobierno de China, en boca del Ministerio de Exteriores, y preguntados por el libro, han afirmado que el Dalai Lama es «un exiliado político centrado en llevar a cabo actividades separatistas en contra de China». «En el asunto tibetano, la postura de China es clara y consistente. Lo que dice el Dalai Lama no puede cambiar el objetivo del desarrollo y prosperidad del Tíbet».
El mes pasado, Pekín dijo sentirse esperanzado en que el Dalai Lama «retornase al camino correcto». También que estaban abiertos a discutir acerca de su futuro si cumplía condiciones tales como reconocer que el Tíbet y Taiwán son partes inalienables de China, cuyo único gobierno legal es el de la República Popular China. Esta propuesta fue rechazada desde la India.
Dará a conocer detalles de su sucesión en julio
Entre los rostros reconocidos que apoyan al Dalai Lama y la causa tibetana figuran el actor Richard Gere o la ex portavoz de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi. Sus seguidores, últimamente, han andado preocupados por la muerte del líder. Sin embargo, en otras ocasiones este le comentó a Reuters en diciembre que probablemente vivirá hasta los 110 años.
En 'Voice for the voiceless', el Dalai Lama afirma que desde hace más de una década ha estado recibiendo varias peticiones de tibetanos pidiéndole «que asegure que el linaje continuará».
La tradición tibetana sostiene que el alma de un monje budista de alto rango se reencarna en el cuerpo de un niño al morir. El actual Dalai Lama fue identificado como la reencarnación de su predecesor cuando tenía dos años.
El Dalai Lama, que ha dicho que dará a conocer detalles sobre su sucesión alrededor de su 90 cumpleaños, en julio, escribe que su tierra natal sigue «en las garras del represivo gobierno comunista chino» y que la campaña por la libertad del pueblo tibetano continuará «sin importar qué», incluso después de su muerte.
Así, ha expresado su fé en el gobierno y el parlamento tibetanos en el exilio, con base en la ciudad india de Dharamshala, en el Himalaya, para llevar a cabo el trabajo político por la causa tibetana.
«No se puede negar indefinidamente el derecho del pueblo tibetano a ser custodios de su propia patria, ni su aspiración de libertad puede ser aplastada para siempre mediante la opresión», escribe. «Una lección clara que sabemos de la historia es la siguiente: si se mantiene a la gente permanentemente infeliz, no se puede tener una sociedad estable».
Dada su avanzada edad, escribe, sus esperanzas de regresar al Tíbet parecen «cada vez más improbables».
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