Desde 'boyas de carbono' a mineralización de rocas: la tecnología para absorber CO2 entra en la COP28
Empresas emergentes acuden a la Cumbre del Clima para ofrecer una nueva forma de reducción de emisiones. Hay un intenso debate sobre si son necesarias o una trampa que no ataje el problema de base
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A 300 kilómetros al sur de Islandia, este verano los operarios de Running Tide colocaron una 'boya de carbono' en el océano: desechos reciclados de madera recubiertos de roca caliza triturada, capaz de absorber el CO2 del océano. Después dejaron que ese millar de ... toneladas métricas de residuos se hundieran en el Atlántico Norte. Según sus cálculos, esto ha servido para eliminar cientos de toneladas de carbono que estaban acidificando el océano y calentando el planeta. «El océano es la reserva de carbono más grande del planeta. Es donde termina la mayor parte del carbono. Incluso si desapareciéramos mañana, la mayor parte de lo que ya hemos emitido terminará en el océano en escalas de tiempo geológico», cuenta Bradley Rochlin, director de Asociaciones Estratégicas, en la Cumbre del Clima de Dubái. Su empresa solo está acelerando el proceso.
Las tecnologías para capturar y eliminar el CO2 están en el centro de las conversaciones de la Cumbre del Clima de Dubái, la COP28. Se dividen en dos tipos. Por una parte están los proyectos de captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés) que atrapan los gases antes de que las emisiones lleguen a la atmósfera, al secuestrarlas directamente de la actividad industrial. Por otra, está la eliminación del CO2 disperso en la atmósfera (CDR, por sus siglas en inglés). De ello se encargan desde los clásicos proyectos de reforestación hasta nuevas ideas como las boyas de roca caliza triturada.
Pero son una opción polémica. La mayoría de las grandes empresas cuentan con estas tecnologías, que aún están en un estado incipiente, para cumplir sus promesas de neutralidad climática. Mientras, los críticos temen que la industria se esté agarrando a la promesa de unos beneficios todavía embrionarios para mantener el statu quo. Es decir, seguir generando emisiones de efecto invernadero sin hacer una transición real hacia sistemas de producción y energía más limpios. El papel que tengan en el futuro estas tecnologías está sobre la mesa. Se han introducido en la Cumbre del Clima de Dubái, donde se debate una posible declaración en contra de los combustibles fósiles «sin mitigar», es decir, sin ir acompañados de estas 'tecnologías'.
«Lo consideramos una falsa solución», dice Javier Andaluz, miembro de la delegación de Ecologistas en Acción en Dubái, sobre los proyectos de CCS. «Los proyectos más técnicos vienen estudiándose desde los años 90 y la realidad es que ninguna de las técnicas ha demostrado en estos momentos una gran capacidad de escalabilidad, de pasar de lo teórico a lo práctico», cuenta. Recuerda el caso de la central térmica de carbón británica, que intentó introducir un proceso de captura y almacenamiento de carbono y terminaron abandonándolo: era demasiado caro y requería demasiada energía. Al final, es un proceso por el que el CO2 se extrae, se comprime, se transporta y se aísla, normalmente inyectándolo bajo tierra o bajo el mar.

Pero las cifras objetivo de recorte de gases de efecto invernadero están ahí: necesitaríamos reducir un 43% de las emisiones para 2030 para mantener el planeta en 1,5 grados de calentamiento global, umbral a partir del cual se multiplican las olas de calor, las lluvias torrenciales o el aumento del nivel del mar. La reducción de emisiones, además, debería ser prácticamente completa para 2050. Por eso, el interés en estas tecnologías está creciendo. Según la Agencia Internacional de Energía, hay alrededor de 40 proyectos de captura de carbono a gran escala en funcionamiento en todo el mundo, que retienen aproximadamente 45 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono cada año. Pero es una cifra baja. Apenas representa el 0,1% de todo lo que se emite. Hace apenas un mes, China y Estados Unidos se comprometieron a impulsar cada uno al menos cinco nuevos proyectos cooperativos a gran escala para 2030, incluida la procedente de fuentes industriales y energéticas.
Después están los proyectos que extraen el CO2 de la atmósfera. La idea es rebajar la concentración. Y aquí hay una explosión de start-ups que buscan soluciones para hacerlo de forma rápida, porque para que estos gases de efecto invernadero dejen de calentar el planeta no será suficiente con los proyectos de reforestación. Para los grupos ecologistas, entrañan los mismos riesgos. Y, además, pueden encubrir el ecopostureo de las empresas: compensan sus emisiones, en vez de reducirlas.
En la Cumbre del Clima de Dubái se han presentado de todo tipo de proyectos. Es el caso de Living Carbon, una empresa que modifica genéticamente árboles para que absorban más CO2; Andes, que acelera la captura de carbono con microorganismos que incluye en el suelo durante la siembra del maíz o el trigo y que desde sus raíces transforman el CO2 en minerales. También ha estado presente Heirloom, que ya está operando en California la primera instalación que absorbe el aire, separa el carbono con piedra caliza y la introduce en hormigón para fijarlo y que no vuelva a la atmósfera.
En la 'ciudad start-up' de Dubái, en la COP28, en un espacio reservado a las soluciones de futuro, el equipo de la emergente 44.01 intenta explicar cómo logran que la peridotita, una roca que puede tardar décadas en formar caliza o mármol al sintetizar el CO2, lo haga en doce meses, explica Alaa Al Amri, que señala dos muestras que tiene al lado. «Es muy difícil de encontrar», asegura, pero al convertir el CO2 en roca «garantiza que nunca pueda volver a escapar a la atmósfera y reduce la necesidad de seguimiento y seguros a largo plazo». Acaban de empezar a inyectar el CO2 y agua de mar en la roca, en un yacimiento de Emiratos Árabes.
Rochlin, cuya empresa Running Tide ha firmado acuerdos con Microsoft y Shopify, reconoce que todavía están estudiando las cifras reales, las consecuencias y el funcionamiento de sus sistemas para eliminar el CO2 del océano, pero creen que serán «enormemente escalables». No solo trabajan con procesos químicos y boyas de roca caliza, sino que también han buscado soluciones biológicas, a través un proyecto con algas: estas crecen alimentándose del CO2 y después van al fondo del mar.
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Rochlin reconoce, sin embargo, siempre habrá casos en los que se intente utilizar las nuevas tecnologías para no reducir emisiones. Pero también asegura que hay consenso científico en que hacen falta la eliminación de gigatoneladas de carbono en las próximas dos décadas. «Sabemos que necesitamos estas soluciones a una escala masiva y sabemos que necesitamos descarbonización».
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