El Vaticano investiga si dos enemigas del cardenal Becciu presionaron al testigo clave para forzar el proceso

De profesión publicista, relaciones públicas o consultora, lo cierto es que Chaoqui es extremamente hábil en usar los procesos en el Vaticano para hacerse publicidad. Este viernes convocó a la prensa en uno de los accesos al Estado Ciudad del Vaticano, para crear expectativas sobre lo que iba a declarar ante el tribunal que está procesando al ex cardenal Angelo Becciu y a otros nueve acusados, por malversación de los fondos reservados de la Secretaría de Estado de la Santa Sede.

«Hoy habrá grandes revelaciones», prometió a pocos metros de la puerta de entrada del Vaticano, acompañada por un guardaespaldas. «Se descubrirá lo que hice por el Papa, para que abriera los ojos y descubriera la verdad», dijo.

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«Contaré, primero, cómo el cardenal me ha alejado del Santo Padre. Y luego, cómo el Santo Padre me ha vuelto a llamar y he luchado junto a él para que haya transparencia», aseguró esta mañana.

Aunque no estaba ni siquiera indirectamente envuelta en lo ocurrido, Francesca Chaouqui ya había prestado declaración por propia iniciativa durante la instrucción de la causa. Pero en diciembre, el testigo clave, monseñor Alberto Perlasca, la garganta profunda que ayudó a los fiscales a reconstruir la complicada trama, confesó que elaboró su memorial con la ayuda de Geneviève Ciferri, una exespía amiga de familia, y un anónimo magistrado que acababa de descubrir que era la Chaouqui.

Para producirlo, por ejemplo, el «supuesto anciano magistrado» le convenció de invitar a cenar al cardenal Becciu en un restaurante de Roma, y le preparó la lista de preguntas que debía hacerle para reunir pruebas contra él. El fiscal está estudiando posibles delitos de «fraude, engaño y amenazas».

El episodio fue la sorpresa de fin de año en el proceso contra el cardenal Becciu, y podría incluso acabar con el juicio, por vicio en las pruebas clave. Para aclararlo, este viernes, el tribunal ha escuchado el careo entre Chaouqui y Ciferri.

«Jamás he pretendido hacerme pasar por un anciano magistrado, fue Geneviève Ciferri quien no quería que monseñor Perlasca supiera que era yo quien intentaba que sacara fuera la verdad», añadió. Aseguró que en el momento de los hechos, 2020, no estaba en marcha el proceso, y que por lo tanto no se le puede acusar de haber interferido en él.

Y terminó con otra pequeña bomba. Geneviève Ciferri la habría contactado a través de una amiga común «porque ella pensaba que monseñor Perlasca había sufrido un intento de asesinato dentro de la Casa Santa Marta». En la puerta del tribunal, enseñó una caja con «tres mil documentos, pruebas». El tiempo dirá qué opina de todo esto el tribunal.

Ante el tribunal, Immacolata Chaouqui, sobre la que no pesa ninguna acusación, ha asegurado que a lo largo de la investigación y la fase instructora del proceso contra el ex cardenal Angelo Becciu, ella se ha encargado de mantener informado al Papa «paso a paso». «Mi objetivo era ayudar al Santo Padre a comprender el timo al que se le sometía desde hace años», ha asegurado ante el tribunal.

No hay pruebas de que sea cierto este enlace privilegiado. Por su parte, el cardenal Angelo Becciu ha presentado una carta del Papa de agosto de este año. «Le aseguro que había casi olvidado la aventura de esta señora», respondió Francisco al cardenal el 19 de agosto, tras la publicación de unas fotos de un saludo de Chaouqui al Pontífice tras una audiencia general. «Me solicitaron venir para un saludo y pensé que si le hacía bien, que adelante», escribió el Papa.

Becciu escribió al Papa una carta explicando la gravedad del gesto. «Cuando, en 2017, yo le presenté la solicitud de indulto para Immacolata Chaouqui, a pocos meses de que se extinguiera su condena, Usted me contestó, en un tono severo que nunca le había visto, en estos términos: «Mi respuesta es negativa y no debe volver a mencionarme este nombre». Dijo además que seguía vigente «para siempre» la prohibición de entrar en el Vaticano. En estos términos, como sustituto de la Secretaría de Estado, contesté en su nombre a la señora. Ella reaccionó duramente acusándome de haber sido yo quien se había opuesto al indulto y amenazando con una cruel venganza contra mí», decía la carta del ex cardenal. «Llevo dos años pagando esta venganza y está ante los ojos de todo el mundo», concluía la misiva.