DÍA DEL DOMUND
La monja secuestrada por Al Qaida cuyo rescate se dilapidó en tiendas de lujo
La religiosa Gloria Cecilia Narváez estuvo retenida en Mali cuatro años y medio por la organización yihadista. Su resistencia ha sido premiada en el Día del Domund
Su liberación fue un escándalo. El Vaticano pagó más de medio millón de euros a una intermediaria que utilizó esos fondos en zapatos y bolsos de lujo
España es el país del mundo con mayor número de misioneros
Madrid
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Iniciar sesión«Mi vida, para ellos, no tenía ningún valor por ser mujer y por ser católica». Las palabras calmadas y serenas de Gloria Cecilia Narváez no esconden ni un ápice de rencor a pesar de la dureza con que describe los cuatro años y ... medio en que permaneció secuestrada, en una zona del desierto del Sáhara entre Mali y Burkina Faso, por un grupo vinculado a Al Qaida.
Narváez, que tiene 61 años, es una monja misionera colombiana, de la congregación de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, y está en Madrid para recoger un premio misionero que le ha concedido Obras Misionales Pontificias con motivo de la jornada del Domund que se celebra este domingo.
ABC ha hablado con ella para conocer de primera mano la crónica de su secuestro. Un relato marcado por los golpes e insultos, la falta de comida, cinco intentos de huida y la constante amenaza de muerte. Pero también, por la rocambolesca historia de espías y de hoteles y marcas de lujo que se estaba desarrollando, a su costa y sin que ella supiera nada, entre los despachos del Vaticano y las calles de Roma.
El cardenal destituido Becciu dice que el Papa autorizó una operación secreta para liberar a una monja secuestrada
El anterior Secretario de Estado trata de explicar el desvío de fondos hacia Marogna, conocida como «la dama del cardenal», que supuestamente medió en el rescate
El infierno de Gloria Cecilia comienza una noche de febrero de 2017 cuando, junto con tres hermanas de su comunidad, estaba al frente de un orfanato en Karangasso, al sur de Mali. «Estábamos haciendo turnos para cuidar a 13 niños que tenían una epidemia contagiosa, cuando entraron cuatro hombres fuertemente armados y dijeron que se iban a llevar a una de las hermanas más jóvenes», cuenta la religiosa. «Les dije que a ellas no les hicieran daño, que me llevaran a mí, que era la responsable», explica. Y ahí comenzó su periplo itinerante por el desierto, arrastrada por unos secuestradores que huían del ejército y de otros grupos rivales.
Al principio no estaba sola. «Éramos cuatro mujeres secuestradas, dos laicas de organizaciones humanitarias, una francesa y otra canadiense, y una religiosa protestante suiza», recuerda Gloria Cecilia. «Cuando estaba con ellas nos podíamos apoyar. Unas dormían mientras otra vigilaba para que no pasara nada», añade. «Me sentía acompañada».
La canadiense fue liberada y la presión del ejército de Mali sobre el grupo se incrementó. «Había drones y helicópteros que nos sobrevolaban. Estaban cerca, alguna noche nos dispararon». Fueron momentos en que incluso tuvo que alentar a sus captores: « Yo veía que el jefe temblaba de miedo y le decía, no tiemble, Dios es grande, él nos protege».
«Se llevaron a la religiosa suiza y ya no regresó. Preguntamos qué había pasado. Nos mostró su metralleta y nos dijo que la había matado»
Gloria Cecilia Narváez
Religiosa secuestrada por Al Qaeda
Comenzaron una huida que los llevó a cruzar la frontera con Burkina Faso. «Allí, en el desierto, abandonaron la camioneta, se llevaron a la religiosa suiza y nos dejaron a la francesa y a mi. Ella estaba muy débil y porque hacía tres o cuatro días que no había comido». Las dejaron solas pero no pudieron huir. «Ella me dijo que buscara a alguien que nos ayudase, pero no había nadie, solo el desierto. Además, no podía dejarla sola porque estaba muy débil y no podía caminar. Trataba de que pudiera restablecerse, le hacía un poco de té, le animaba, le recordaba que Dios es misericordioso y que íbamos a salir un día de ahí».
Después de tres días solas, volvieron a por ellas. Poco después, un día desapareció la religiosa protestante. «Se la llevaron y ya no regresó. Preguntamos qué le había pasado a uno de ellos y nos mostró su metralleta y nos dijo que la había matado. Fue muy doloroso, me impactó mucho porque éramos compañeras de sufrimiento. Para ellos quitarle la vida a una persona no significaba nada».
Sola con sus captores
Cuando la cooperante francesa también fue liberada, comenzó el momento más difícil para Gloria Cecilia. «Me pareció durísimo. Por la noche se acercaban a mí y pensaba ¿qué van a hacer? Le pedía al jefe que me respetaran, que era católica y consagrada», nos narra. «Me ofrecían restos de comida y se lo agradecía, pero en los últimos meses apenas me daban un trozo de pan y yo lo partía y lo comía a lo largo del día con un poco de agua. Sentía que me estaba secando, los brazos y las piernas los tenía totalmente deshidratados por la falta de agua y el intenso calor».
La religiosa no guarda ningún rencor a sus captores. «Oraba mucho por ellos. Vi a niños de 8 años, a jóvenes de 13 o 15 años que se manejaban perfectamente con armas modernas. ¿Por qué una persona puede hacer tanto daño a otra? Esos niños no tienen más alternativa que morir, matar o que los maten. Yo pedía a Dios que les permitiera tener ese momento de conversión y dejaran de hacer tanto mal». Porque la relación «fue dura, recibí muchos insultos hirientes, muchos azotes, me escupían, me ataban con cadenas para que no escapara, me dejaban todo el día al sol». Llegaron, incluso, a colgarle una bomba en el cuello para evitar que huyera.
Sin embargo, «nunca perdía la esperanza, porque cada vez que amanecía un nuevo día, yo veía ese sol tan rojo del desierto y decía: ¡Gracias Señor, estoy viva! Tú manifiestas cada día este milagro y tengo la esperanza de que voy a alcanzar la libertad». Gloria Cecilia convierte ese amanecer en el desierto, «ese sol tan fuerte de África que se elevaba», en un momento casi místico, en una «comunión espiritual» en la que reconocía «la presencia de Jesús».
La oración fue clave en aquellos momentos. Siempre conservó un rosario, «una medallita de la fundadora» y la cruz de tau [propia de los franciscanos], que sigue llevando y que acaricia como en busca de protección, cada vez que rememora los momentos difíciles. Aprendió a orar en silencio, porque descubrió que «cuando rezaba el rosario, ellos se violentaban». Y recordó las palabras del santo de Asís: «Si te azotan, bendícelos». Y así aprendió a «bendecirlos aunque me maldijeran, a amarlos aunque me odiaran, a respetarlos aunque no me respetaran».
Gloria Cecilia nunca supo muy bien la razón por la que la había secuestrado. «Ellos me decían '¡conviértete! Te tenemos aquí por tu religión, si te conviertes te liberamos'», explica la religiosa que descarta que su captura estuviera motivada por la búsqueda de un rescate. «Dinero nunca pidieron, ellos son musulmanes y no lo aceptan de otras religiones», responde la religiosa cuando le preguntamos por la parte más escabrosa de su historia, que se estaba desarrollando, ajena a ella, en algún despacho a miles de kilómetros de aquel desierto.
Supuesta operación vaticana de rescate
Y es que, unos meses después de ser liberada, el nombre de Gloria Cecilia Narváez volvió a ser noticia. El destituido 'sustituto' de la Secretaría de Estado [el número tres en el Vaticano], el cardenal Angelo Becciu, reveló en el juicio que se sigue contra él, que parte de los fondos que se le acusa haber malversado habían ido dirigidos a pagar el rescate de la religiosa. Una operación que, según Becciu, contaba con la autorización del Papa Francisco y a la que había destinado 575.000 euros de los fondos de reserva de la Secretaría de Estado.
La historia era incluso mucho más enrevesada, propia de una trama de espías salpicada de lujo y derroche. Según declaró Becciu, con el objetivo de «no exponer al Vaticano a una publicidad innecesaria y, de hecho, perjudicial», el Papa le invitó «a asumir la responsabilidad personal de la iniciativa, añadiendo que el asunto debía ser confidencial entre él y yo».
Para ello Becciu hizo varias transferencias, entre el 20 de diciembre de 2018 y el 11 de julio de 2019, por un total de más de medio millón de euros a las cuentas de la sociedad Logsic Humanitarne Dejavosti D.O.O., propiedad de Cecilia Marogna, una especie de espía «freelance» con la que había contactado meses antes y a la que los periódicos italianos acabarían bautizando como la «dama del cardinale».
Bolsos de Prada y Louis Vuitton
Supuestamente, Marogna, a su vez, debía transferir esos fondos a una sociedad británica, «The Inkerman Group», que entre sus servicios ofrece la mediación en secuestros. Pero en la práctica, casi la totalidad de esos fondos fueron destinados a financiar unas vacaciones en los Alpes, bolsos, zapatos, un sofá de piel y otros 120 pagos en tiendas de lujo como Prada, Montblanc o Louis Vuitton y prestigiosos hoteles y restaurantes en Italia. Un uso indebido que fue detectado por la policía eslovena, que alertó a la nunciatura y acabó con la destitución de Becciu y la detención de Marogna.
Gloria Cecilia Narváez dice no conocer nada sobre el asunto. Lo cierto es que, en la argumentación de Becciu, no cuadran ni las fechas. Los pagos por el supuesto rescate se hicieron hasta julio de 2019, pero la religiosa no sería liberada hasta dos años después, en octubre de 2021. Ella misma cuenta que en su libertad influyó «un jefe», un superior de sus secuestradores que acudió varias veces al campamento y al que le insistió para que le «ayudara a salir». Tras varias peticiones, el «jefe» llegó una noche y le dijo que subiera a la camioneta. Tras un nuevo periplo por el desierto, la entregó a los militares malienses y estos la llevaron en avión hasta el presidente del país.
La operación fue presentada entonces por las autoridades de Mali como fruto de «los esfuerzos combinados de varios servicios de inteligencia», pero sin ninguna referencia a la operación vaticana. La religiosa viajó unos días después a Roma, donde saludó al Papa Francisco al final de la misa que daba comienzo el Sínodo. Cuando recuperó fuerzas, volvió a su Colombia natal. Allí, nos dice, «he estado lejos de muchas cosas, colaborando en lugares de misión en la Amazonía y no me enterado», nos cuenta cuando le preguntamos su opinión sobre el uso que acabó teniendo el dinero destinado a su presunto rescate.
Tras pasar unos días en España, este sábado ha recogido el premio misionero del Domund, junto al padre Pier Luigi Maccalli que también estuvo secuestrado en África. Gloria Cecilia volverá a Colombia en espera de que finalice el capítulo general de su orden, que tiene que decidir los nuevos destinos de misión. Mientras, en el Vaticano, el juicio a Becciu y Marogna sigue abierto. La presunta espía todavía tiene que declarar y quizás sus palabras ayuden a entender que ocurrió con aquel medio millón de euros. O, lo más probable, contribuyan a enredar todavía más esta parte de la historia.
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Mientras, ajena a la polémica vaticana montada a su costa, Gloria Cecilia sigue dispuesta a continuar la labor misionera que nació en ella, desde pequeña, por el testimonio de sus padres. Y, sin miedo, afirma categórica: «Me gustaría volver, porque África me humanizó y me evangelizó».
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