Resucitar o reencarnarse: los rituales funerarios para despedir a los muertos
Los ‘Homo sapiens’ llevamos practicando rituales funerarios desde el nacimiento de nuestra especie. Según cada religión, se realizan inhumaciones, cremaciones u otros procedimientos con los cuerpos, pues el objetivo es facilitar el tránsito al más allá
Silvia Nieto , Julián de Velasco y Carlos Simón Godoy
Si definir supone poner límites, el de la vida es la muerte, y el ser humano, gracias a la consciencia, es capaz de reflexionar sobre su propio final. Saber de nuestra futura desaparición nos es tan propio como la pintura o las matemáticas. «Los neandertales, ... que son una especie emparentada al ‘Homo sapiens’, con los que convivieron en el tiempo y llegaron a cruzarse, llevaban a cabo enterramientos a los que iban asociados objetos que parecían ofrendas, lo que podría indicar un posible comportamiento funerario», explica Asier Gómez , investigador Ramón y Cajal de la Universidad del País Vasco. «Los ‘Homo sapiens’ del Paleolítico superior practicaban un comportamiento funerario claro y realizaban enterramientos muy sofisticados y con ajuares», añade Nohemi Sala , paleontóloga e investigadora del proyecto europeo Deathrevol, que intenta discernir en qué punto de la evolución los homínidos empezaron a ritualizar las despedidas a sus difuntos. «Puede decirse que, en general, casi todas las culturas, en todos los tiempos y al margen de las creencias religiosas, han experimentado cierta aprensión, respeto o miedo por los muertos», resume Juan Luis de León Azcárate , profesor titular de la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto. «La humanidad siempre ha sentido preocupación por la muerte y culturalmente la ha entendido como algo transicional que no supone el fin, o un estado liminal, fronterizo, en términos propios de la antropología», afirma el experto.
Un largo proceso
¿Por qué enterrar a los muertos
es una costumbre cristiana arraigada?
Es una forma de afirmar la fe en la resurrección de la carne
La fe católica afirma que, en el Día del Juicio Final, cuando venga Nuestro Señor Jesucristo en la gloria, juzgará a vivos y muertos, juzgará a toda la humanidad, a todos los hombres de todos los tiempos.
En el Día del Juicio Final, vendrá Cristo y unirá nuestra alma a nuestro cuerpo aunque por el paso del tiempo este se haya reducido a tierra.
Algunos resucitarán para el Cielo; otros, para la eterna condenación, pero tanto unos como otros, irán al Cielo o al Infierno, con sus respectivos cuerpos y almas. Gozará el cuerpo de la gloria del alma, si está en el cielo; sufrirá el cuerpo el dolor del fuego, si está en el Infierno.
Cómo será el cuerpo resucitado
Según las características del cuerpo resucitado de Jesús, podemos darnos una idea de cómo será:
Similar al cuerpo terrenal, pero perfecto
Joven (Santo Tomás dice que en el Cielo los bienaventurados tendrán la edad de Cristo, 33 años)
No sujeto a la enfermedad ni al dolor, ni a la muerte
Resplandeciente de gloria
Fuente: INFOVATICANA
¿Por qué enterrar a los muertos
es una costumbre cristiana arraigada?
Es una forma de afirmar la fe en la “resurrección de la carne”
La fe católica afirma que, en el Día del Juicio Final, cuando venga Nuestro Señor Jesucristo en la gloria, “juzgará a vivos y muertos”, juzgará a toda la humanidad, a todos los hombres de todos los tiempos.
En el Día del Juicio Final, vendrá Cristo y unirá nuestra alma a nuestro cuerpo aunque por el paso del tiempo este se haya reducido a tierra.
Algunos resucitarán para el Cielo; otros, para la eterna condenación, pero tanto unos como otros, irán al Cielo o al Infierno, con sus respectivos cuerpos y almas. Gozará el cuerpo de la gloria del alma, si está en el cielo; sufrirá el cuerpo el dolor del fuego, si está en el Infierno.
Cómo será el cuerpo resucitado
Según las características del cuerpo resucitado de Jesús, podemos darnos una idea de cómo será:
Similar al cuerpo terrenal, pero perfecto
Joven (Santo Tomás dice que en el Cielo los bienaventurados tendrán la edad de Cristo, 33 años)
No sujeto a la enfermedad ni al dolor, ni a la muerte
Resplandeciente de gloria
Fuente: INFOVATICANA
Las creencias religiosas y su evolución han determinado los rituales funerarios. «En Mesopotamia, la Grecia homérica o incluso en el Israel bíblico, no había una noción clara de vida después de la muerte», explica De León. «Las religiones mesopotámicas creían en un inframundo tenebroso donde iba un elemento espectral de la persona, el ‘etemmu’, carente de consciencia y libertad. El de los antiguos hebreos era el Sheol y consideraban que su divinidad era un Dios de los vivos y no de los muertos. Para los griegos de época homérica, entre los siglos VIII y VI a.C., el concepto de alma se asimilaba al ‘eidolon’, una imagen sombría del difunto que viajaba al Hades tras el deceso», añade.
Desde estas concepciones originarias y a menudo desesperanzadoras, dos momentos abrieron el camino hacia un discurso más amable sobre el más allá. El primero, en la Antigua Grecia, «gracias a la introducción de los cultos mistéricos, que prometían un más allá venturoso con divinidades como Deméter y Dionisos, y a la nueva concepción de alma, divulgada por Platón, como una entidad inmortal de origen divino», según De León. El segundo, en el siglo II a.C., cuando los judíos se rebelaron contra el intento de helenización forzosa de Antíoco IV Epífanes: «En este contexto de persecución, y unido a la creencia de que Dios es justo y no abandona a sus fieles, asumieron la creencia de la resurrección de la persona», señala.
Esa conjunción resultó clave para las tres grandes religiones monoteístas. «En sus primeros siglos, la Iglesia introdujo la preferencia de la inhumación en lugar de la cremación, que era lo habitual en el Imperio Romano», explica Ramón Navarro , secretario técnico de la Comisión Episcopal para la Liturgia. Por exigencias de la fe, las catacumbas se abrieron para recibir a los cristianos que habían abandonado este mundo: «Cuando se habla de la resurrección, no se piensa solo en la del alma, sino también de la persona, que tiene una dimensión corporal y volverá con un ‘cuerpo glorioso’, a semejanza de Cristo resucitado», puntualiza. Hubo más cambios: «Poco a poco, se introdujeron otros elementos, como cuando se sustituyó el banquete funerario por la eucaristía en el siglo VI d.C.».
Aunque la Iglesia acepta la incineración -«siempre y cuando no se entienda como un cuestionamiento a la fe en la resurrección», matiza Navarro-, el judaísmo ultraortodoxo y el islam no ven con buenos ojos esa práctica, cada vez más extendida. «Salvo algunas excepciones, el islam la prohíbe, pues se cree que hay que preservar el cuerpo para el día que resucite», señala De León. «Los musulmanes entierran el cadáver con rapidez, orientado a La Meca y envuelto en una sábana, directamente en la tierra. Creen que allí se recibe un juicio parcial a cargo de dos ángeles, que preguntan si se ha sido fiel a Alá. Si es negativo, el muerto experimentará sufrimiento en su tumba hasta que llegue el juicio final». Los judíos también entierran a sus familiares y amigos con la mayor celeridad posible, respetando luego un duelo con varias etapas: «Hay un período de siete días en el que los parientes más próximos se encierran en casa para llorar y lamentarse; luego, pueden salir a la calle y hacer vida normal, pero evitando durante treinta días las fiestas y celebraciones; pasado un año, se suprimen todas las limitaciones, y la familia pone un memorial o una pequeña lápida», describe el teólogo. En lugar de flores, los visitantes depositan piedras en las tumbas de sus seres queridos.
Superar el dolor
¿Por qué los judíos dejan piedras en las tumbas?
La tradición judía de dejar piedras sobre las tumbas es muy antigua aunque sus orígenes no están claros. Es una costumbre o tradición, más que un precepto, y con el tiempo se han ofrecido muchas interpretaciones para esta práctica.
Advertencia a los Kohanim (Sacerdotes judíos)
Durante la época del Templo de Jerusalem, los Kohanim se volvían ritualmente "impuros" si se acercaban a menos de cuatro pies de un cadáver. Para evitarlo, los judíos empezaron a marcar tumbas con pilas de rocas para indicar a los kohanim que pasaban que no debían acercarse.
Para mantener el alma en este mundo
En el Talmud se dice que cuando una persona muere, su alma continúa habitando por un tiempo en la tumba. Poner piedras en ella mantiene el alma en este mundo, lo que algunas personas encuentran reconfortante. Otra interpretación sugiere que evitan que los demonios y gólems puedan entrar en las tumbas o que el lugar sea abandonado o profanado.
Las piedras son eternas, las flores no
Las flores se marchitan y mueren. Sin embargo, una piedra puede simbolizar la permanencia de la memoria y el legado. Algunas personas eligen cuidadosamente la piedra que pondrán en la tumba de su ser querido. Puede ser una piedra de un lugar que fue significativo para el difunto, o escogida en un evento durante el cual el fallecido fue especialmente extrañado, o simplemente una roca interesante o atractiva.
Fuente: MYJEWISHLEARNING
¿Por qué los judíos
dejan piedras en las tumbas?
La tradición judía de dejar piedras sobre las tumbas es muy antigua aunque sus orígenes no están claros. Es una costumbre o tradición, más que un precepto, y con el tiempo se han ofrecido muchas interpretaciones para esta práctica.
Advertencia a los Kohanim (Sacerdotes judíos)
Durante la época del Templo de Jerusalem, los Kohanim se volvían ritualmente "impuros" si se acercaban a menos de cuatro pies de un cadáver. Para evitarlo, los judíos empezaron a marcar tumbas con pilas de rocas para indicar a los kohanim que pasaban que no debían acercarse.
Para mantener
el alma en este mundo
En el Talmud se dice que cuando una persona muere, su alma continúa habitando por un tiempo en la tumba. Poner piedras en ella mantiene el alma en este mundo, lo que algunas personas encuentran reconfortante. Otra interpretación sugiere que evitan que los demonios y gólems puedan entrar en las tumbas o que el lugar sea abandonado o profanado.
Las piedras son eternas,
las flores no
Las flores se marchitan y mueren. Sin embargo, una piedra puede simbolizar la permanencia de la memoria y el legado. Algunas personas eligen cuidadosamente la piedra que pondrán en la tumba de su ser querido. Puede ser una piedra de un lugar que fue significativo para el difunto, o escogida en un evento durante el cual el fallecido fue especialmente extrañado, o simplemente una roca interesante o atractiva.
Fuente: MYJEWISHLEARNING
En algunos lugares, los rituales funerarios tradicionales conviven con los recibidos por una evangelización más reciente. «En África, existe mucha diversidad entre países e incluso en el interior de cada uno de ellos», cuenta el sacerdote jesuita camerunés Alain Pitti Djida . «Se puede hablar de que hay dos momentos: primero, el entierro, y luego, el funeral, que tiene como objetivo terminar el duelo y quitar el dolor por la pérdida, por lo que se festeja la vida del difunto», concreta. Y explica el caso de los guiziga , el pueblo al que pertenece, donde los funerales, que se celebran un año después del entierro del difunto, duran de uno a siete días, en función de su rango social: «Si es una persona corriente, se celebra un día; si es un jefe de clan, son cuatro; y para el rey del pueblo, son siete. Se realizan vigilias y se sacrifican vacas para ofrecer carne a la gente. Otros amigos o familiares también llevan comida, por lo que tiene un aspecto solidario», describe. «Un elemento importante es la reconciliación, sacar a la luz las heridas para cerrarlas y acabar con los rencores en las familias; por ejemplo, también se pregunta si alguien tiene deudas con el difunto».
Igual que en las demás religiones, la premura por cumplir todos los pasos del ritual responde a la fe en una vida más allá del final aparente: «Se dice que en África los muertos no están muertos , que tenemos un cuerpo visible y otro invisible y que solo muere el primero, porque el otro tiene una vida eterna, pero no como en el cristianismo», explica Pitti. «También se cree que el fallecido puede seguir en contacto con sus familiares, que pueden sentir su presencia o verlos en sueños», añade el sacerdote.
En la naturaleza
En el hinduismo se cree que el cuerpo puede impedir que el alma avance hacia el próximo viaje, por eso el cuerpo debe de ser cremado a fin de liberar el alma (que reside en la cabeza).
Si el cráneo no estalla den la incineración, deberá ser el hijo mayor o el maestro de ceremonias quien lo rompa para liberar al alma.
Seis clases de personas
a las que no se puede incinerar
Los leprosos
Para no contagiar la enfermedad
Los sadhus
Quienes se consideran santos
Los mordidos por una cobra
Debido a que este animal es una representación de Shiva y por ello su veneno es purificador
Los que les faltan las piernas y los brazos
Tratadas como personas indefensas y por ello sin maldad
Las mujeres embarazadas
Porque el feto que llevan es un alma pura
Los niños hasta los 10 años
Sus almas también se consideran puras
La cremación se da por finalizada a las tres horas de su comienzo. Se recogen los restos que no se han consumido (habitualmente el corazón en el hombre y la cadera en la mujer) y los arrojan a las aguas del Ganges.
En el hinduismo se cree que el cuerpo puede impedir que el alma avance hacia el próximo viaje, por eso el cuerpo debe de ser cremado a fin de liberar el alma (que reside en la cabeza).
Si el cráneo no estalla den la incineración, deberá ser el hijo mayor o el maestro de ceremonias quien lo rompapara liberar al alma.
Seis clases de personas
a las que no se puede incinerar
Los leprosos
Para no contagiar la enfermedad
Los sadhus
Quienes se consideran santos
Los mordidos por una cobra
Debido a que este animal es una representación de Shiva y por ello su veneno es purificador
Los que les faltan las piernas y los brazos
Tratadas como personas indefensas y por ello sin maldad
Las mujeres embarazadas
Porque el feto que llevan es un alma pura
Los niños hasta los 10 años
Sus almas también se consideran puras
La cremación se da por finalizada a las tres horas de su comienzo. Se recogen los restos que no se han consumido (habitualmente el corazón en el hombre y la cadera en la mujer) y los arrojan a las aguas del Ganges.
Ese tránsito hacia otra realidad puede tener matices diferentes según las creencias de cada religión. Sin ir más lejos, el hinduismo y el budismo , dos de las más importantes del mundo, conciben el más allá de una manera muy distinta al cristianismo, el islam o el judaísmo.
Aunque a menudo confundido con un politeísmo, el hinduismo es en realidad una religión panteísta «donde la noción de Dios no es como la occidental, sino más abstracta» y el juicio a nuestras acciones «depende del karma, que es como una ley de causa y efecto, inherente al universo, que repercute en las futuras reencarnaciones», según De León. «Como creen que el cuerpo humano debe volver a la naturaleza, se incinera, se rompen los huesos y fracturan el cráneo, y después se esparcen las cenizas en un río», puntualiza Enrique Gallud , que vivió varios años en la India y es autor de libros sobre esta fe. «Cuando alguien muere, se realiza una ceremonia de purificación, se lava el cuerpo, se atan los pies juntos con un cordel, se implora a los dioses, se envuelve el cuerpo en un sudario y lo llevan en hombros al crematorio», describe. «Al existir mucho respeto por los antepasados, es costumbre tener una foto del fallecido en casa, a la que se le ponen flores y guirnaldas. Sienten que la muerte no es tan terrible», concluye.
La religión zoroástrica considera al cadáver humano como un elemento impuro, por lo no se puede ni enterrar, ni incinerar, ni arrojar al agua ya que contaminaría alguno de los elementos fundamentales: a la tierra al ser enterrado, al fuego y aire al ser incinerado y al agua al ser arrojado a los ríos.
Por ésta razón los cuerpos son llevados a las Torres del Silencio, edificios circulares y elevados donde su carne es devorada por los buitres.
Cuando los huesos están ya blanqueados por el paso del tiempo, son arrojados al osario (un hueco en la parte central de la torre):
La religión zoroástrica considera al cadáver humano como un elemento impuro, por lo no se puede ni enterrar, ni incinerar, ni arrojar al agua ya que contaminaría alguno de los elementos fundamentales:
a la tierra al ser enterrado, al fuego y aire al ser incinerado y al agua al ser arrojado a los ríos.
Por ésta razón los cuerpos son llevados a las Torres del Silencio, edificios circulares y elevados donde su carne es devorada por los buitres.
Cuando los huesos están ya blanqueados por el paso del tiempo, son arrojados al osario (un hueco en la parte central de la torre).
La religión que nació del hinduismo, el budismo, no establece unas pautas tan estrictas sobre cómo deben ser los funerales, pero también presenta elementos llamativos sobre su visión de la vida ultraterrena. Prueba de ello es el ‘ Libro tibetano de los muertos ’, propio de la tradición mahayana tibetana, «una especie de guía que se susurra al moribundo para ayudarle a saber qué puede encontrar después de la muerte: la reencarnación o el Nirvana», cuenta De León. «Si pasados 49 días no se dirige a la luz, acabará renaciendo, y se cuenta que antes verá a sus futuros padres manteniendo relaciones sexuales».
Amor por la vida
Festividad de las Ñatitas en Bolivia
Es un rito tradicional de los Andes de Bolivia que se celebra cada 8 de noviembre en agradecimiento a los difuntos por los favores y cuidados que las personas han recibido de estos.
Consiste en venerar uno o varios cráneos humanos.
El rito data de la época precolombina, cuando se veneraba a los difuntos y se los sacaba en andas para que se reencontraran con sus almas y sus familias.
Cómo se celebra
Los cráneos son festejados con música, golosinas, alcohol, coca y cigarillos. También con grandes fiestas denominadas prestes y misas.
El origen de las cabezas está en sepulcros olvidados en el mismo camposanto o son restos de familiares que pasan de generación en generación. Los devotos las guardan dentro de urnas.
La tradición dice que las ñatitas protegen a las familias que las conservan: ayudan a que sus negocios prosperen, cuidan las casas de posibles ladrones, velan por la salud de sus propietarios, ayudan a encontrar pareja o protegen de los malos espíritus.
Festividad de las Ñatitas
en Bolivia
Es un rito tradicional de los Andes de Bolivia que se celebra cada 8 de noviembre en agradecimiento a los difuntos por los favores y cuidados que las personas reciben de estos.
Consiste en venerar uno o varios cráneos humanos.
El rito data de la época precolombina, cuando se veneraba a los difuntos y se los sacaba en andas para que se reencontraran con sus almas y sus familias.
Cómo se celebra
Los cráneos son festejados con música, golosinas, alcohol, coca y cigarillos.
También con grandes fiestas denominadas prestes y misas. El origen de las cabezas, está en sepulcros olvidados en el mismo camposanto, o son restos de familiares que pasan de generación en generación.
Los devotos las guardan dentro de urnas.
La tradición dice que las ñatitas protegen a las familias que las conservan: ayudan a que sus negocios prosperen, cuidan las casas de posibles ladrones, velan por la salud de sus propietarios, ayudan a encontrar pareja o protegen de los malos espíritus.
Con fe o no, la muerte también ha contribuido a la belleza del mundo. Los monumentos funerarios más célebres son las pirámides de Guiza , levantadas para acoger el último descanso de Keops, Kefrén y Micerinos, tres faraones de la IV dinastía; no menos conocido es el Taj Majal , el palacio blanco que conmemora a la amada fallecida de un emperador mogol; a las afueras del yacimiento griego de Micenas, la llamada tumba de Agamenón , un conjunto abovedado del siglo XIII a.C., sorprende a los visitantes por su dimensión imponente; en el desierto de Yazd , las torres del silencio, donde los seguidores del zoroastrismo depositaban los cadáveres para que los devoraran los buitres, asombran como espirales de arena. Otros son más recientes. En los alrededores de Yasnáia Poliana, la casona donde Tolstói se refugió del ruido, se encuentra su tumba, un sencillo túmulo cubierto de pasto o por el manto dorado del otoño; bajo un pequeño obelisco, Champollion , el hombre que sacó de la fosa del olvido los jeroglíficos egipcios, duerme su sueño eterno en el bonito cementerio parisino de Père-Lachaise; no muy lejos, los restos de Napoleón descansan en el Palacio de los Inválidos en un sarcófago del tamaño de su ego.
El Alboroque murciano
El diccionario de la Real Academia Española define la palabra alboroque como regalo o convite que se hace para recompensar un servicio o por cualquier motivo de alegría. Esta palabra, castellana y portuguesa, proviene del árabe al baraca, que significa la dádiva.
En Murcia tiene un sentido especial, el de convite que se celebra en memoria de una persona después de su entierro, en la taberna más cercana, con la intención de que el difunto suba más alto. Por la huerta se dice: cuanto más alboroque, más alto sube. Las familias adineradas incluso dejaban en el testamento una parte de sus bienes económicos para la celebración de un banquete y la fiesta tras su muerte.
Antes del primer trago al chato de vino, se dejaban caer al suelo unas gotas y se exclamaba: «¡Esta lagrimica por el difunto!»
Fuente: Elaboración propia
El Alboroque
murciano
El diccionario de la Real Academia Española define la palabra alboroque como regalo o convite que se hace para recompensar un servicio o por cualquier motivo de alegría. Esta palabra, castellana y portuguesa, proviene del árabe al baraca, que significa la dádiva.
En Murcia tiene un sentido especial, el de convite que se celebra en memoria de una persona después de su entierro, en la taberna más cercana, con la intención de que el difunto suba más alto. Por la huerta se dice: cuanto más alboroque, más alto sube. Las familias adineradas incluso dejaban en el testamento una parte de sus bienes económicos para la celebración de un banquete y la fiesta tras su muerte
Antes del primer trago al chato de vino, se dejaban caer al suelo unas gotas y se exclamaba: «¡Esta lagrimica por el difunto!»
Fuente: Elaboración propia
Afrontar con serenidad nuestra finitud parece la mejor opción. «Es nuestra conciencia de la muerte la que nos hace ver la vida como un bien absoluto, y el acontecimiento de la vida como una aventura única», escribe François Cheng en uno de sus libros. Para despedir a los muertos, las posibilidades son tan infinitas como universal es el sentimiento de trascendencia del ser humano, inmerso en un largo viaje del que nadie conoce el final.
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