Opinan los enfermos
«La ley de eutanasia demuestra que prefieren no gastarse el dinero en cosas que son calidad de vida para los enfermos»
Los pacientes con enfermedades graves o terminales piden más recursos en salud en lugar de «una ley que elimina a los enfermos»
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Iniciar sesiónSu vida se desplomó como un castillo de naipes cuando con apenas 45 años a Inma Escriche le diagnosticaron un cáncer de pulmón en estadio cuatro con metástasis ósea. «En esos momentos era incurable, intratable e inoperable. No había ninguna alternativa ni solución para ... mí», recuerda esta madre de tres niños. Con cuatro meses de vida a la vista Inma se sentó a esperar a que la ciencia le propusiera algo que la pudiera ayudar. «Me encontraba en una situación complicada y comprometida porque tenía una tromboembolia pulmonar y un pulmón encharcado. No me podían intervenir para biopsiar y saber exactamente el subtipo de cáncer que era. Fueron meses de verdadera angustia y espera».
En enero de 2017 consiguió entrar en un ensayo clínico para probar una medicación nueva. «A corto plazo estoy respondiendo bien», comenta. «La primera semana de la quimio tengo 48 o 78 horas de cama, de no poder moverme, luego me empiezo a levantar con mucho dolor. De hecho tomo morfina cada doce horas», comenta. Con 72 quimios seguidas sin descanso a sus espaldas, Inma lamenta que la clase política invierta esfuerzos en una ley de eutanasia que le parece sencillamente «aberrante». «No estoy para nada de acuerdo porque aunque en un principio pueda parecer que es bueno para aliviar el sufrimiento, esta ley pretende acabar con las personas que sufren, no con el sufrimiento. Lo que hay que hacer es poner medios para evitar el dolor».
En Holanda donde la tasa de cuidados paliativos es de 0,9 unidades por cien mil habitantes, el cuatro por ciento de los enfermos fallece por eutanasia. En Bélgica, con una de las coberturas en cuidados paliativos más altas de Europa (1,7) el porcentaje de muertes por inyección letal cae a menos del dos por ciento. España, en cambio, está a la cola del continente en atención al final de la vida. Con apenas o,6 unidades por cada cien mil habitantes, seis de cada diez enfermos mueren cada año en nuestro país sin recibir este tipo de atención.
Inma conoce muy bien las dificultades que sufren a diario muchos enfermos por la falta de acceso a estos recursos o a otro tipo de ayudas. «Yo siempre he sido una persona muy activa. Me muevo e insisto y por eso he conseguido llegar a la Unidad del Dolor. Sin embargo, muchas veces cuando hay que ajustar las dosis de morfina o aumentarla he lamentado que las citas sean cada seis meses». También tuvo que mover cielo y tierra para conseguir un port-a-cath, una especie de reservorio que permite introducir alllí la quimio «para no quedarse sin brazo por los continuos pinchazos». «Esta ley de eutanasia muestra que prefieren no gastarse el dinero en estas cosas que son calidad de vida para los enfermos y terminan por eliminar a la persona para acabar con el sufrimiento».
«Más que dar opciones de morir, hay que dar opciones de vivir»
Javier Ibero Sagastibelza no pierde la sonrisa. Su mujer Tamara y sus dos hijos pequeños son su mayor razón para seguir adelante. No lo tiene fácil. Un cáncer en los huesos diagnosticado el pasado mes de enero lo ha mantenido desde entonces ingresado en un hospital. A sus 44 años, la enfermedad ha cambiado por completo sus prioridades. Antes estudiaba para sacarse unas oposiciones como técnico de Hacienda y ahora su meta es poder ducharse solo. «Es absurdo que con mi situación haya llorado este tiempo más de alegría que de pena, pero es así. He llorado de la emoción porque un celador me cogiera del brazo y me diera ánimo de camino a una prueba o por el cariño con el que una persona puede asearte. Es increíble las vocaciones que hay entre los profesionales sanitarios».
Sus momentos más difíciles después del diagnóstico estuvieron relacionados con el dolor intenso y constante que llegó a sentir. «Yo que no soy creyente una noche le llegué a pedir a Dios que me quitara el dolor . Solo quería dos minutos de respiro para poder coger fuerza», recuerda. Javier llegó entonces a la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Puerta del Hierro y semanas después fue trasladado al Centro de Cuidados Laguna, donde se encuentra ingresado ahora. «Siempre digo que los paliativistas son mis médicos favoritos porque el dolor desapareció», explica.
Ese sufrimiento insoportable que llegó a padecer le permite comprender que algunas personas deseen morir. Pero ante la nueva regulación de la eutanasia, Javier considera que «vale lo mismo la vida de un enfermo en fase terminal, que la de una persona sana». «Más que dar opciones de morir, hay que dar opciones de vivir porque se puede vivir muy dignamente y ser feliz durante el tiempo que nos quede, a pesar del sufrimiento y la enfermedad. Las prioridades cambian y aprendes a valorar más las cosas importantes», señala. Por ello, Javier considera necesario poner el foco en los cuidados paliativos que son capaces de ayudar a controlar el dolor que sufren muchos enfermos.
Pero no sufrir dolor no lo es todo. Javier ha sabido conservar su buen ánimo en medio de una circunstancia muy difícil porque ha conseguido adaptarse a su «propia nueva normalidad», como él prefiere llamarla. «La vida que tienes, puedes vivirla y ser feliz si asumes tus circunstancias personales, no te engañas y no engañas a nadie». Entre sus mayores alegrías estos meses guarda grabado a fuego la visita de sus pequeños hijos de ocho y seis años. «Llevaba dos meses sin verlos porque por el Covid-19 no les dejaban venir a verme. La primera vez que vinieron fue una felicidad absoluta. Puede ser una tontería para cualquier persona pero en estas circunstancias cambia todo totalmente. Cada segundo cuenta».
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