Contra el aislamiento de Huancas
Este pequeño pueblo desplazado por los incas en el siglo XIV recibe como dioses a los expedicionarios de la Quetzal. Les agasajan con bailes y comida, y les explican cómo se ganan la vida: de la depurada técnica de la alfarería
ÉRIKA MONTAÑÉS
Un cuenco con guarapo para recibir al visitante. Esta bebida peruana es dulzona y combate por unos instantes el intenso calor que hace en Huancas . Esta pedanía situada a escasos kilómetros de la ciudad de Chachapoyas cuenta con apenas ... 300 habitantes y en su vida había visto desembarcar una flota de autocares llenos de jóvenes y adultos, todos vestidos con el uniforme de la Ruta Quetzal BBVA 2011, así que se vuelcan en darles la bienvenida.
El guarapo y una especie de baile del cortejo, en el que se mezclan ancianos y niños, que tienen unos cascabeles atados a sus pies que hacen las veces de sonajero cuando se mueven, ya permite al visitante advertir que estamos, nuevamente, en un Perú que no tiene nada que ver con el anterior . Andrés Ciudad, subdirector de la Ruta, coge el micrófono para agradecer el recibimiento al alcalde local (que, como en todos los lugares del trazado quetzal, habla por altavoz a los jóvenes) y nos pone en antecedentes: «Tenéis la oportunidad de conocer otro Perú distinto en cuanto a medio ambiente, arqueología y etnografía. Podéis convivir con una población diferente, en una aldea pequeña con una comunidad de origen quechua traída aquí en la época de los incas cuando se desplazaban poblaciones enteras por motivos de rebeliones indígenas».
«Solo viene gente a ver al Jesús de los Milagros»
La historia de Huancas es singular, porque sus habitantes pertenecen a esos colectivos que la ocupación inca de mediados del siglo XIV se encargó de barrer a uno y otro lado. A los ancestros de las personas que tenemos ante nosotros las trajeron a este lado del país, el noreste, embutidos en la selva amazónica de la margen derecha del río Marañón (afluente del gran Amazonas).
La figura del Señor de los Milagros, única en Perú
Y hasta este lugar casi nunca viene nadie. Fortunato Vílchez es un señor de 80 años que con la piel ajada por los tiempos que le ha tocado vivir nos recibe con una calurosa sonrisa. Se convertirá en abrazo en pocos segundos, como si ya tuviese la sensación de haber ganado un amigo. « Solo viene gente en octubre, con motivo de la festividad de los Milagros , cuando hay un peregrinaje de personas que vienen andando desde Chachapoyas hasta la Iglesia del pueblo», informa. Esa iglesia contiene un tesoro, una figura del Señor de los Milagros que el regidor municipal asegura que es única en Perú. Además de la iglesia, el «cañón» o mirador turístico de Huancas es otro de susprincipales atractivos para el viajero.
«Siéntanse como en su casa»
El alcalde parece reproducir las emociones de Fortunato cuando agradece que la Ruta Quetzal vaya a dar a conocer al mundo las maravillas de este poblado peculiar. «Estoy emocionado porque Huancas haya sido «considerada» con este honor. ¡Bienvenidos, amigos del mundo! –exclama y prosigue-. Siéntanse como en casa; todos ustedes tienen las llaves de Huancas, que tiene muchas cosas, como una cultura viva, artesanía, alfarería...».
La plaza del pueblo está llena de gente. Cada uno tiene una misión: están los que bailan y agasajan al recién llegado; están las mujeres alfareras vendiendo sus cerámicas y exhibiéndolas como las obras de arte que son; están los que simplemente llevan tiempo esperando la visita y han cogido el mejor sitio para otear lo que traigan los 224 jóvenes de 53 países diferentes.
Los parentescos entrelazados
Al acercarnos a los últimos, uno no tarda en descubrir que no puede ser casual que tanto Quistán, Flores y Puscán no estén interconectados. «Somos todos familia -dice Duilia Quistán-. Como somos tan poquitos...». A su lado, Rony Flores aplaude a los niños. Viste la camiseta de «La Roja» . Él asegura que siempre ha sido fan de la selección española de fútbol, mucho antes de que conquistasen el último mundial, pero sea como fuere la ha traído para lucirla ante los expedicionarios españoles.
La sociedad es matriarcal. «Las mujeres tienen bastantes niños», aseguran en el pueblo
La de Huancas es una sociedad netamente matriarcal . Abuela, madre e hija –Marisol Inga es la primera, Saidita Flores se llama la segunda- están sentadas en un banco gozando con la juventud de los quetzales: «Sí, las mujeres solemos tener aquí varios hijos. Aunque yo tengo dos», responde la joven Saidita. Los niños Jeremy y Praione deambulan con su sombrero de paja y sus ponchos haciendo las delicias de cualquier fotógrafo en busca de una simpática y tierna instantánea.
La vida pasa más deprisa en Huancas que ahí afuera. Las mujeres tienen carcomida la piel por el intenso azote del Sol y aparentan muchos más años de los que acumulan. Clotilde Alva tiene 47. Hermenilda Meserrera tiene 55. «Los hombres nunca se dedican a la alfarería –afirma Hermenilda-, porque ellos son los encargados de traer la leña para el fuego de cocción de la cerámica ». Entre ella y otras mujeres detallan ante los quetzales cómo de una mezcla de teja española o greda, arena y piedra hacen una sémola sólida que mezclan con barro en el proceso del pisado. A partir de aquí, modulan y moldean con cuidado el material y sirviéndose de mate y otro material procedente de la caña los botijos, vasijas u ollas comienzan a tomar cuerpo.
Después, las matriarcas de Huancas nos llevan al llamativo momento de la cocción de la cerámica. Durante tres horas y bajo un manto de leña, se colocan en los exteriores vasijas que ya llevan tiempo hechas.
Las artesanías se venden por algo menos de un euro
Ellas envuelven en forma de pared a las que de verdad tienen que cocerse, con la arcilla moldeada todavía blanda. Es significativo que en Huancas la cerámica pasa primero por la cocción con fuego de leña y guano (que es el excremento de vaca) y con paja, en un procedimiento que se demora unas tres horas. A partir de ahí, las espectaculares y baratísimas piezas (venden en una de las artesanías todas sus piezas a tres soles, algo menos de un euro) se proponen a viajar hasta la ciudad de Chachapoyas y el exterior al objeto de proveer a las mujeres de Huancas de dinero líquido. Cada vasija ha costado fabricarla alrededor de un mes.
«La técnica de la alfarería propia de Huancas pasa de madres a hijos. Yo lo hago desde que lo aprendí a los 5 años», señala Hermenilda.
Se salen de la dieta del arroz y el pollo
Además de la artesanía, la mayoría de este pueblo tan curioso y de costumbres tan variopintas se dedica a la agricultura y al cuidado de animales . El cerdo (que proporciona el valorado «chancho») y la gallina son los primordiales. De la segunda obtienen las lugareñas los fantásticos huevos para brindarnos un caldo de sopa con huevo, papas y salsa de ají. Los jóvenes disfrutan con haberse salido un día de la dieta del «arroz y el pollo».
El aragonés Pedro David Bardají cuenta que, durante el periplo español, piensa que comerán más y «más variado, al menos». La valenciana Laura Sebastián también está deseando comer un plato «tipical spanish». Esta extrovertida joven comenta que ayudará a su hermano pequeño a que concurra por una plaza para hacer la Ruta Quetzal, si bien ella no la repetiría . «Es dura», colige, agregando que hasta hoy no les habían dado tiempo libre para comunicarse con sus padres, a quienes extraña mucho estos días. En su tiempo de ocio, ha aprovechado para gastar 15 soles en chocolate y comprar algunos regalos (pulseras, principalmente).
En Huancas, hoy ha salido el Sol. Los quetzales se despiden. La vida, aislada y tranquila de la aldea, prosigue.
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