Sentirte Doña Letizia en el Amazonas
El pueblo de Bagua Grande, el primero de la región peruana del Amazonas donde ahora se encuentra la expedición Quetzal, se vuelca con sus invitados de honor. Les regalan besos, bailes y juegos y en poco tiempo, la confraternización está garantizada
ÉRIKA MONTAÑÉS
Llevaban esperando desde las ocho de la mañana y la flota de autobuses que traslada a los integrantes de la Ruta Quetzal BBVA 2011 no se dibujaron al final de la cuesta hasta pasadas las cinco de la tarde. «Lo habían anunciado por la ... televisión; venían a visitarnos gente hasta de China» , dice una mujer de unos 40 años, oriunda de Bagua Grande.
Este pueblo es el primero de la provincia de Utcubamba, en el departamento del Amazonas peruano, y se ha vestido de gala para la ocasión. El despliegue es inconmensurable para esta región tan deprimida del noreste de Perú: el alcalde de la municipalidad se desgasta en elogios hacia los recién llegados, los agasajan con comida indígena (como el perigüey, una mezcla de cabra y oveja) y les regalan decenas de muestras de cariño.
Y no todo ha sido fácil hasta llegar al pabellón del municipio, que tiene a pocos kilómetros la bella Laguna de Burlán: en veinte minutos han tenido que cambiar la ubicación de la ceremonia, porque los grandes autocares no llegaban a lo alto del pueblo, donde todo estaba dispuesto en la falda de las montañas donde nace el río Amazonas. En un recinto plano, los nativos, mucho más oscuros de piel que en la costa pacífica del país, reciben de pie en un graderío a los 224 jóvenes de la Quetzal y el resto de la comitiva de la expedición. Lo de «Bienvenido, Mister Marshall» a los americanos se queda corto al lado de esto.
Los locales aplauden, regalan besos, quieren hacerse fotos con todos deslumbrados por las cámaras que portan y, en poco tiempo, confraternizan con jóvenes y adultos de la ruta enseñándoles los bailes típicos o jugando con ellos un partido de fútbol. Los niños del pueblo son los más emocionados. Hoy no ha habido colegio , sus propios profesores se encuentran allí también gozando de este día festivo. La pequeña Jimena conquista con sus ojitos de cría vivaracha en un cuerpo desnutrido y sin apenas ropa. Se abraza a una joven y le ofrece su media galleta, junto a un tierno abrazo. Los que menos tienen hoy vuelven a ser los más grandes del planeta en Perú.
Despedida desde los autobuses
Tras la comida conjunta, los bailes y juegos, Miguel de la Quadra-Salcedo, director de la Ruta, habla con los expedicionarios y les muestra, como hiciera antaño en sus miles de viajes a esta zona, el cacao y otros productos cultivados en esta región de la cultura ancestral de los chachapoyas y les habla sobre las caminatas a caballo por la costa del obispo navarro Baltasar Martínez Compañón.
A la salida de esta fiesta de la concordia, donde los lazos hispánicos y latinos se han deshecho de rencores históricos, los nativos esperan al otro lado del cristal de los autobuses una despedida. Saludamos, nos sentimos todos un poco reyes o princesas obsequiados por el cariño incondicional del pueblo. Dejamos atrás Bagua Grande, donde Esther, Jimena, Angélica, Candy y todos los demás se han quedado ya parte de nuestra alma.
Percances que «hacen ruta»
La expedición marchó a continuación adentrándose en la selva amazónica hasta el municipio de Tingo. Aquí se instaló el campamento y en Cocachimba, los adultos se alojan en el Hotel Las Orquillas del catalán de Valls Lluís, que lleva 18 años contentando a sus clientes en la zona frontal a las cataratas de Gocta. Pero la cohorte de autobuses se quedó atascada en los accesos a la zona, que están impracticables.
En medio de la noche cerrada, un cielo impresionante y los animales propios de este clima amazónico haciendo de las suyas, siete autobuses se detienen porque uno ha introducido las ruedas en una gran oquedad y no se mueve. De repente, peruanos y españoles trabajan a destajo para quitar los parachoques de los autocares y que ninguno más se quede en el agujero. Una nueva muestra de unidad que hace reflexionar al fotógrafo Ángel Colina, que lleva doce años cubriendo la Quetzal: «Estas cosas hacen ruta». No le falta razón.
Con ese afanado trabajo conjunto, se llega al punto de destino entrada la madrugada. Espera Kuélap y el presidente Alan García con su Consejo de Ministros en esta maravillosa ciudadela a 3.000 metros de altura. Aguardan también las caminatas, el tramo más exigente de la Quetzal en este 2011, que ofrecerá en paralelo la naturaleza más pura, en vivo y en directo.
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