Diez horas de tortura para tocar el cielo en Gocta
El paraíso estaba ahí, a 771 metros de altura y escondido en un valle de la selva del Amazonas entre los caseríos peruanos de San Pedro de Valera y Cocachimba
érika montañés
Los locales conocen a las terceras cataratas mayores del mundo, las de Gocta, en pleno corazón de la selva amazónica del noreste de Perú, como “La Chorrera” . Es fácil adivinar por qué mirando hacia arriba desde los caseríos más cercanos, San Pablo de ... Valera y Cocachimba, y advirtiendo el tremendo chorro de agua que cae, en esta época del año, solo con una quinta parte de su capacidad total. Lo que no se hace tan sencillo imaginar es cómo tan descomunal monumento de la naturaleza, con sus 771 metros de altura , esperó hasta 2006 para darse a conocer al mundo, después de que exploradores alemanes, con Stefan Ziemendorff a la cabeza, se adentrasen en la selva del Amazonas, viesen semejante belleza y tomasen su medición topográfica.
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El reto que han tenido los chavales (y adultos acompañantes) de la Ruta Quetzal BBVA 2011 ha sido mayúsculo, cuando queda menos de una semana para que se complete el trazado de la expedición por tierras iberoamericanas. A las 8.00 ya están despiertos y desayunando en el centro de San Pablo de Valera, cuyo alcalde bailotea tan ricamente con algunos muchachos en la plaza, mientras otros aprovechan para dar los últimos retoques a sus pies (rebozados de tiritas) y mochilas. Como siempre, Antonio a la dulzaina y Salvador al tambor y los cantos, amenizan la jornada que se presenta harto dura. Los jóvenes están muy animados pero el fuelle no es infinito.
Seis horas que se convierten en casi diez
En principio, se ha calculado la marcha que unirá San Pablo con la primera catarata, la mayor, (porque Gocta tiene un cortado que la divide en dos cascadas o caídas de agua impresionantes), en unas tres horas. Después, tendrán que bajar en otras dos horas hasta la base de la segunda catarata y, el último tramo, hasta Cocachimba, será la subida final. Entre 6 y 8 horas, dicen los organizadores, pero no se tarda mucho en entender que ese cómputo va a ser imposible de cumplir.
Los muchachos han demostrado estar hechos de otra pasta con tres grandes marchas consecutivas en tres días
Los chicos llevan demasiado “tute” en su cuerpo. Llevan varios días sin ducharse, duermen en tiendas de campaña y el frío les ha atenazado la madrugada del domingo en Kuélap, y además, han metido ya muchos kilómetros de caminata a sus piernas. Así que se resienten. Los primeros llantos aparecen al enterarse de que sus fuerzas mermadas no les permitirán hacer la extenuante marcha que tiene que atravesar la selva del Amazonas en Perú. Otros lloran, pasados los kilómetros, porque su cuerpo no se permite dar un paso más.
Quetzales, águilas y jaguares son de otra pasta
Si algo queda claro en esta caminata de 16 kilómetros es que el espíritu rutero está hecho de otra pasta. Los monitores se desviven por sus expedicionarios, les alientan en todo momento y les acompañan en los trances. A ninguno se le escapa que esta marcha significa un antes y un después en su Ruta por Perú, también en sus vidas. Porque la belleza del paraje es, realmente, incomparable. Un primer tramo es de tierra más yerma, si bien pasados dos miradores privilegiados la selva comienza a cubrirnos por ambos lados.
Como siempre, los jóvenes van organizados en tres grupos, los quetzales, águilas y jaguares, perfectamente coordinados por el jefe del campamento Jesús Luna. Los quetzales son los niños con un ritmo más lento, así que van delante para que los águilas los controlen también cuando les den alcance. Además, esos tres grupos se organizan para ir haciendo altos en el camino para reponer fuerzas e hidratarse bebiendo agua.
El camino de las “poñas”
Cruzamos la montaña por un camino de baldosines verdes, piedras cubiertas por una especie de musgo que los chachapoyas residentes en la zona nos comentan se llama “poñas”. La maleza y la fauna y flora típica de este lugar nos embulle de jungla y nos lleva a lo alto de la primera caída de agua, la tercera más alta del mundo con sus 771 metros de altura, por detrás de las de Salto del Ángel (en Venezuela, con 979 metros) y Tugela Falls (en Sudáfrica, con 979 metros). En este mismo valle de Gocta, hay otras 22 caídas de agua.
Lugar envuelto de misterios y leyendas
Las cataratas de Gocta están envueltas de leyendas locales: una se relaciona con la maldición de una sirena rubia que fue ayudada por una serpiente gigante para custodiar una vasija de oro. Otra cuenta que un lugareño llamado Juan Mendoza desapareció encantado por las rocas que “sujetan” la caída de agua. Tampoco faltan las historias de un marido que perdió a su mujer bañándose en la poza de agua en la que deriva la segunda caída, de mayor tamaño que la primera, y en la que acaban bañándose los expedicionarios con un agua tan fría que corta hasta el habla.
El misterio envuelve a estas cataratas de Gocta, cuyas medición topográfica no se produjo hasta 2006
En este momento legendario, también pensamos que lo de que íbamos a poder disfrutar de la visión de un gallito de roca, el ave nacional de Perú, de un color naranja intenso, también puede ser una invención, si bien hay varias personas en la marcha que aseguran haber contemplado uno de estos animales.
Planes de explotación turística
Tras subir a la primera caída, bajar a la base de la segunda, comienza la tercera escalinata hasta el pueblo de Cocachimba que se llena de mulas y caballos para transportar a los expedicionarios que son incapaces de dar una zancada más. La rampa de subida es exigente, un auténtico “rompepiernas” para unas rodillas que ya ni se sienten.
Concluidas las casi diez horas de andadura, nos enteramos de que hay planes locales en la zona para explotar el paradisíaco lugar (aunque haya sido, por momentos, una tortura sin paliativos) como atracción turística, si bien los chachapoyas de este departamento del Amazonas de Perú lucharán por conservarla como reserva natural en la zona virgen y hogar de muchas especies en riesgo de extinción. Ojalá así sea.
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