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«Con 22 años y la posibilidad de quedarme tetrapléjico, la única solución que contemplaba era morir»

Después de un fatídico accidente de tráfico, el manchego Valeriano Caballero logró rehacer su vida a través de la música

Valeriano Caballero en su taller V.C.

Dolores Molina

Corría el año 2012 y Valeriano Caballero Torres (Calzada de Calatrava, 1990) iba camino al trabajo como cada día. Era sábado, aún de noche debido al desfase horario, así que aprovechó para dar una cabezada. Cuando se despertó, no llegó a imaginar que su vida iba a dar tantas vueltas como las que dio su coche aquel 28 de abril.

A día de hoy, este joven manchego posee un taller y se dedica a la reparación de instrumentos de viento-metal. Una profesión que le hace sentir feliz y realizado. Estudió en el conservatorio desde el grado elemental, pero tras terminar bachillerato, decidió hacer un módulo superior de electrónica. Los nuevos conocimientos adquiridos le llevaron a trabajar en el montaje de placas solares.

¿Por qué tomó ese parón para trabajar?

Mi idea era retomar el conservatorio. El módulo no fue lo que esperaba, así que me fui a trabajar unos meses para sacarme un dinero. Con lo que ahorrase, quería costearme las pruebas del grado superior y salvar el año de alquiler.

Y llegó un día, ¿y qué pasó?

Íbamos camino a Cinco Casas (Ciudad Real). Ese día, iba mi compañero conduciendo y a mí me pillo dormido, entonces no sé cuál fue el factor desencadenante. Cuando me desperté, el coche estaba dando vueltas de campana. El vehículo se quedó en mitad de la autovía y otro coche nos llevó por delante.

¿Cómo reaccionó en aquel momento?

Intenté llamar a mis compañeros. Cuando el coche se paró, quise salir. Yo le pegaba patadas a la puerta para abrirla, pero no podía. En ese momento vi a mi compañero de atrás sin reaccionar, sin moverse del coche y entendí que estaba muerto. Cuando miré al asiento del conductor, mi otro compañero no estaba en el coche y no lo volví a ver. Supongo que salió despedido. Luego me confirmaron que también había muerto.

¿Cómo fue ese proceso hasta que volvió a ver una cara conocida?

Horrible. Además es que yo no perdí la consciencia en ningún momento, por tanto me enteré de todo. Me llevaron al hospital de Manzanares y allí me hicieron un par de pruebas. Entre tanto llegaron mis padres y los jefes de la empresa. Recuerdo cómo mi padre me sujetaba la cabeza mientras las enfermeras me quitaban los cristales.

¿Cuál fue el siguiente paso?

Me estabilizaron y cuando valoraron que me encontraba en un estado tan crítico, me montaron en una uvi y me llevaron a Ciudad Real. El día 1 de mayo se reservó todo el equipo de neurocirujanos para estar conmigo. Estuvieron siete u ocho horas con mi operación y recuerdo que me tenían atado a la cama porque no paraba de moverme.

Valeriano Caballero con el collarín adecuado V.C.

¿Por qué se comportaba así?

Días previos a la operación, entre prueba y prueba, pasó un traumatólogo a coserme los tendones de los dedos de la mano. De pronto me dijo, que viendo mi parte, era probable que me quedase tetrapléjico. Me enfadé mucho porque él no era el especialista. Por eso pataleaba. De impotencia. Yo sabía que podía moverme.

¿Qué más le pasaba por la cabeza?

Con 22 años y la posibilidad de quedarme tetrapléjico, la única solución que contemplaba era morir. Hablé con los médicos, y le dije que si ese era el alcance de la lesión, ya no quería seguir.

¿Cuál fue el parte completo de lesiones?

Tuve cortes en la cabeza y en la cara, me rompí cuatro dientes inferiores y el labio me lo rajé. También perdí casi la mitad de la audición del oído derecho. Me corté los tendones de la mano izquierda y me amputé el dedo corazón de la mano derecha, que me lo tuvieron que reconstruir. Además, me partí el esternón y tuve una lesión en el bazo. Por otro lado, me rompí un dedo de un pie.

La lesión más grave de todas fue que en la espalda. Me fracturé ocho vértebras: tres cervicales y cinco dorsales. Las tres cervicales me las dejaron sin operar porque me recuperé a base de un collarín; tuve un corsé durante siete u ocho meses. Y las que sí me operaron fueron las dorsales, que iba desde la última cervical (c7-c8) hasta la d5, donde me pusieron una artrodesis con placas y tornillos.

¿Cómo empieza el proceso de recuperación?

De la peor forma posible. A los 20 días de estar en el hospital, me mandaron a casa con un collarín que no era el adecuado. Cuando se dieron cuenta, me mandaron a Madrid, a la Mutua porque fue un accidente «in itinere». Estuve ingresado algo más de un mes con un corsé óptimo y la evolución fue impresionante.

«Me preguntaba por qué los médicos se habían rendido antes que yo»

¿Cuál fue el siguiente paso?

Fue un momento duro. En la clínica pararon de tratarme la espalda y sólo se centraron en las manos. Me preguntaba por qué los médicos se habían rendido antes que yo. Solicité el alta y me busqué tanto un fisioterapeuta como un entrenador personal para trabajar en la piscina. Estuve dos meses completos yendo todos los días a nadar y al fisioterapeuta a que me trabajara la espalda. La evolución fue bastante positiva.

¿Está ya recuperado?

Me temo que no. A partir de ahí pasé a un Tribunal Médico. Me dieron una incapacidad permanente total, que es una jubilación del 55%. Te dejan una paga y ya no puedes trabajar en nada que esté relacionado con el montaje o tenga que coger peso.

¿Alguna vez ha pensado vivir de su paga?

Cuando estás estresado o cuando las cosas no salen como tú quieres, piensas en tirar la toalla y vivir de la pensión. Pero luego, cuando se pasa, no es una opción viable. No es una cantidad suficiente para vivir solo de eso y además, a mí me gusta sentirme útil.

¿A qué se dedica ahora?

Soy lutier, reparador de instrumentos. En realidad, yo nunca pensé que iba a hacer eso, pero ha sido la manera perfecta de reunirme con la música. Un día le limpié una trompeta a mi profesor, le encantó el resultado y me propuso que montara un taller. Me animó a que me diera a conocer porque no había nadie por la zona que hiciera eso. Es más, hay muy poca gente a nivel nacional que repare instrumentos a razón del número de músicos.

Valeriano junto a un trabajo terminado V.C.

¿Cómo es su día a día?

Empiezo a trabajar por la mañana, paro a comer y luego sigo otro rato. Pero a partir de ahora voy a cambiar la dinámica de trabajo, por mi físico y por vivir un poco mejor junto a mi futura esposa. Si sigo así, sé que de aquí a 10 años voy a estar en una cama sin poder moverme. Por eso, me cuido mucho, voy a nadar todos los días y voy al fisioterapeuta todas las semanas una o dos veces.

¿Cómo se vive con dolor?

Se vive. Yo directamente ya ni lo pienso. A mí me duele todos los días desde que me levanto. Llega un momento que el cuerpo te avisa que ya no puede más. Pero te tienes que acostumbrar a vivir. Yo no puedo estar todos los días en mi casa metido quejándome de dolor porque lo único que hago es comerme la cabeza y hundirme.

¿Se arrepiente de haber cogido aquel coche?

La verdad que no. Yo en aquel momento quería trabajar porque no podía verme parado y quería ahorrar dinero. Me pasó ahí al igual que me podía haber pasado con otro trabajo. Nunca me he culpado por aquella decisión. Supongo que fue mi manera de madurar.

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